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OPINIÓN - SÁBADO, 17 DE JULIO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La conveniencia de tomar baños
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Escribo cuando se está celebrando la festividad de la Virgen del Carmen. Y se me vienen a la memoria recuerdos de un pasado del que me fui enterando por ser ladrón de oído antes de que me tocara vivir la realidad de una época de la que sólo nos acordamos ya las personas de cierta edad.

Durante esa época de la que hablo, las aguas del mar se ponían a disposición de los ciudadanos a partir de que fueran bendecidas por la patrona de los marineros. Tras haber sido Ésta embarcada y paseada con fervor inusitado por la bahía.

A partir de ese momento, los médicos recomendaban a sus pacientes la conveniencia de tomar baños. Tanto en balnearios como en el mar, para remediar ciertas enfermedades. Puesto que veían en los rayos solares un remedio para la meningitis y también les atribuían efectos beneficiosos para erradicar la depresión y los males de amor...

Yo no sé si los médicos seguirán recetando la estancia en la playa a las personas que caen en las redes de una enfermedad caracterizada por la tristeza o desánimo en cantidad suficiente como para que se sometan a la debilidad y el abandono. Pero yo he conocido casos en que los enfermos se olvidaban de los medicamentos y se pasaban las horas muertas en la playa.

Ora tomaban el sol, ora paseaban por la orilla, ora se bañaban; ya se ponían a jugar a las cartas con los amigos; ya decidían criticar lo que se encartara; ya leían... Y todos ellos comiendo bien y bebiendo mejor y, desde luego, dándole su sitio a la siesta. En el momento oportuno. Y debo decir que la mejoría era evidente. Agua, sol, dieta mediterránea, siesta y chismorreo, no cabe la menor duda de que siguen siendo ayudas inestimables hasta para los peores estados de ánimo.

En lo tocante a los males de amor, pertenecientes a esta época, me imagino que alegrarse la vista en la playa tampoco será malo. Usado cual terapia para hombres y mujeres que hayan quedado atrapados por la empanada mental de amores que ocasionan suspiros tan insistentes como para mover el aire mejor que el ventilador más acreditado.

En fin, que a partir de mañana, es decir, hoy para ustedes, dado que las aguas ya han sido bendecidas por la Señora del mar, le haré caso a Rafael Atencia -fisioterapeuta a quien le he encomendado la maltrecha musculatura de mi cuello-, y comenzaré a nadar en plan terapia.

Y lo haré en la playa del Chorrillo. La que me encanta. Aunque es bien cierto que trataré de hacerlo con las debidas precauciones. No vaya a ser que esté acechándome ese tiburón que ha merodeado, fechas atrás, por la bahía algecireña. Aunque no tengo la menor duda que si me dieran a elegir un encuentro casual con semejante escualo y ciertos animales racionales de la ciudad, me decidiría por el primero.

Pero tengamos la fiesta en paz y demos gracias a quienes hayamos de darlas, por ser tan afortunados de vivir en una ciudad donde podemos disfrutar de varias playas y además situadas en sitios céntricos. Playas que han sido bendecidas por la Virgen del Carmen. Como así era requerido, para poder bañarse, por los señores de una época en la que primaban los españoles de baja estatura. A propósito: de los bajitos actuales hablaré otro día.
 

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