Dicen los que entienden del asunto
que el Lince, especie protegida por cierto, tiene una vista
de aquí te quiero ver. De hecho cuando alguien tiene una
buena vista, todos les décimos “anda que eres un Lince”
para, de esa forma, destacar la gran visión que posee el
personaje en cuestión.
Por eso creo que los inventores del aparato ese que detesta
cuántas persona ven en realidad en una manifestación, le han
puesto el nombre del Lynce, solamente cambiando la i latina
por la y griega. Pero que, al final, leyendo la palabra
suena igual esté escrita con una i que con otra.
Qué ventajas tiene el Lynce a la hora de calcular cuantas
personas conforman una manifestación. Tiene varias, entre
otras la de acabar, de una vez por todas, con la discusiones
planteadas sobre el número de personas que van en la
manifestación, entre los organizadores, las delegaciones de
gobierno y la policía local que, por cierto, ninguna de las
tres están nunca de acuerdo.
Los organizadores siempre tienden a inflar el número de
asistentes a la manifestación, las delegaciones de
gobiernos, dependiendo de para qué sea o quienes la
organicen dan unos resultados u otros y la policía local
nunca está de acuerdo con ninguna de las dos instituciones.
O sea, con claridad meridiana, con el Lynce se acabaron esas
discusiones que no llevan a ninguna parte, sobre cuántas
personas van en una manifestación. Cosa, por supuesto, que
no va a agradar a ninguna de las partes participantes a la
hora de decir la cantidad de personas que van en ellas.
El asunto se ha destapado por culpa de las 175 fotografías
realizadas por le mencionado aparato, en las que demuestra
que en la manifestación realizada contra España, sólo
acudieron unas sesenta y cuatro mil personas, cifra que
queda muy lejos del millón que alegaban los organizadores
del evento. Y es que, con el mencionado aparatito de marras,
como decía la sabia de mí abuela: “se coge a un embustero
antes que a un cojo”.
Haciendo cuentas de la cantidad de personas de las que
consta el censo de Cataluña, los manifestantes, esos que
aseguraban eran un millón de personas, se quedaba a
solamente en el 1% de la población de Cataluña.
Representación de los independentistas de pacotilla que
marca un nuevo ridículo de los organizadores, que quedan con
el trasero al aire por culpa del aparatito de marras, que no
permite engaño alguno a la hora de contabilizar los
asistentes a una manifestación. Para desgracia de todos
estos, se acabaron las manipulaciones y las historias para
no dormir.
Queda claro, que esa Cataluña que yo conozco y donde tuve la
suerte de vivir en Barcelona, pasa olímpicamente de todas
esas historias del Estatuto y de la independencia, pues sólo
interesa a los cuatro políticos que buscando votos, una y
otra vez machaconamente le dan al pueblo la “vara” para
contar con su apoyo, al mismo tiempo que reciben esos votos
necesarios para seguir subidos en el carro del poder.
No se trata de trabajar por le pueblo, se trata de seguir
gobernando que, para todos ellos, es lo único importante.
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