Debo partir de la base de que no
me gustó nada, ni por el contenido, ni por las formas, lo
cual nos viene a dar la razón de que la casta política,
incluidos los padres de la Patria, son un mal que no nos
podemos quitar de encima, aunque su utilidad sea nula, en
los momentos que más tendrían que hacer algo positivo.
El discurso de por la mañana, del presidente Rodríguez
Zapatero, estuvo vacío de contenido, no tenía el talento que
pudiera aportar algún tipo de ilusión y era el fiel reflejo
de lo que está siendo su política y los resultados de la
misma, en los dos últimos años.
Y por si fuera poco, llegó su apreciación sobre la sentencia
del Tribunal Constitucional, en torno al Estatuto de
Cataluña. Aquí, lo mejor que podría haber hecho es haberse
callado, porque su apreciación sobre el mismo va a traer
cola, de ahora en adelante, y va a poner, una vez más, en
tela de juicio lo que debe ser la independencia de las
leyes, con respecto a los políticos. Y es que jamás un
presidente del Gobierno de la Nación, en todos los años que
llevamos de democracia y sobre una sentencia tan importante,
ha tenido un resbalón tan grande como tuvo Rodríguez
Zapatero, en la mañana de miércoles 14 de julio.
Para más INRI, Durán i Lleida no le agradeció esa
interpretación, más bien lo contrario, porque los catalanes
querían otras cosas, más, en otras palabras.
La intervención de Mariano Rajoy, a primeras horas de la
tarde fue tremendamente dura y a tono con la situación que
se le estaba presentando. No lo tenía difícil, en esta
ocasión, Rajoy que terminaba su intervención, tras haberle
dicho a Zapatero que era el principal obstáculo para que
España saliera de esta situación, exigiéndole que convocara
elecciones y se fuera.
A lo largo de esta intervención del jefe de la oposición, el
presidente del Congreso, señor Bono, tuvo que pedir silencio
y ordenar a ciertos miembros de la cámara que fueran
respetuosos con quien estaba hablando y con todos los
españoles.
Muchos de estos padres de la patria, mientras intervenía
Rajoy, y otros cuando hablaba Zapatero, con su actitud, se
mostraron como vulgares macarras que no saben respetar el
cargo que ocupan, el lugar en el que están y lo que se
estaba diciendo. Si estos macarras son los que nos van a dar
unas leyes solventes ¡¡apañaos vamos a estar!!, porque no
fue una vez, ni dos, fueron, cuando menos media docena de
veces, hacia una parte del hemiciclo y hacia la otra. “Los
mismos perros con collares de diferente color”.
La réplica de Zapatero consistió en ir al cuerpo a cuerpo,
al “ y tú más”, pero sin orden, sin sentido y como si
hubiera sido “picado” con un “par de banderillas”, al
haberle dicho que se fuera. Anteriormente a esto, había
estado arrugado, entregado y como si no tuviera, que no la
tenía, una salida clara.
A partir de aquí era el cruce de palabras sin orden alguno,
como lo podemos ver u oír en cualquiera de las peleas
callejeras que se pueden dar a diario, el ambiente era más
bien barriobajero y sin interés de ningún tipo, yo creo que
ni para ellos. Zapatero estaba en su sitio, no le había ido
nada bien, pero Rajoy no le había terminado de rematar
cuando le tuvo entregado.
Quien sí hizo daño, con palabra modositas, pero con golpes
al mentón claros y certeros fue Durán i Lleida que advirtió
al presidente del Gobierno que ya nunca le daría el apoyo
que le dispensó en otros momentos. Lo que quedaba claro,
hasta ese instante es que el presidente del Gobierno no
mostraba credibilidad a los grupos ajenos al PSOE.
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