Cuando lean ustedes este artículo
estaremos resacosos con el Mundial. Y ahítos del gol de
Iniesta y del beso de Iker y Sara. Pero ¡que nos gusta un
cachondéo! El pueblo andaba mohíno y entristecido por el mal
vagío que nos han metido estos de ahora, pero el ser
campeones ha supuesto un álito de viento fresco. Eso lo
repetirán hasta la saciedad todos aquellos que sean capaces
de unir tres frases y hacerlas publicar. Porque los
articulistas se ponen muy trascendentes y muy sesudos en
general, aunque ninguno cuenta como los que viajaron a
Sudáfrica corrieron al mercadillo de la magia para contratar
los servicios de los marabúes y que nos hicieran la macumba
en positivo.
Y no estoy de coña. Si pudiéramos disfrutar del regocijo
innegable de ver televisados los partidos de las distintas
copas africanas en los campeonatos entre ellos, tendríamos
la ocasión de ver acechando en los largueros a magos,
brujos, ufkires y marabúes, cada cual con sus encantamientos
y sus sortilegios. Natural y normal que se empleen todos los
medios para hacer ganar a los propios y perder a los
contrarios. Y si existe la magia ¿Por qué no utilizarla?
Desde los tiempos prehistóricos el hombre ha echado mano de
las fuerzas sobrenaturales y nosotros no nos vamos a poner
pijoteros y a dejar pasar oportunidades. ¿Quién puede decir
que no cree en los augurios si España entera contenía el
aliento por ver de la caja de que selección se comía el
pulpo Paul el mejillón?.
Natural el que la ministra de nosequé quiera traerse a
España al bicho y contratarle como asesor, de todos modos,
entre los miles de asesores de estómagos agradecidos que
pululan y chupetean en torno a los poderosos uno más no se
iba a notar. Y encima Paul no lleva coche oficial sino
pecera oficial y no se pega comilonas usando la visa de los
“gastos de representación” sino que, el angelito, se zampa
un puñado de mejillones del Mercadona y tan agradecido de
que no le echen a la perola para cocinarle “a la gallega”.
Se ve que, los socialistas, aliviados por la euforia de que
la selección sea campeona y haya hecho olvidar un poco el
que tenemos encima más ruinas que Mérida, andan en tratos
para contratar a Paul y que adivine para ellos. Por supuesto
que, los peperos que se alargaron al Mundial, peperos de a
pie, porque faltaron y mucho los cargos populares, esos han
pedido consejo al marabú adscrito al hotel y en los humos de
los saumerios ha salido claramente definida la inquietante
figura del célebre Ratón, el toro sanguinario, que ya debe
andar haciendo galas por los salvajes festejos de los
pueblos e intentando sacarle los pulmones en vivo a todo el
que se tercie. ¡Este Ratón es mucho Ratón! Pero la culpa es
del público que, cada vez que engancha a una criatura y le
arranca los higadillos, le ríen la gracia y le aplauden
enfervorecidos. Y el astado se envanece progresivamente y ya
cornear a los de pueblo le parece poco. Porque, su manager
le ha relatado las hazañas del pulpo Paul, mayormente para
picarle y el toro, que considera que no ha obtenido ningún
tipo de protagonismo a nivel Sudáfrica, desperdiciando su
proyección internacional, el toro babea, resopla y se come
las pezuñas de rabia. Lógico. Si alguien puede representar a
la España mágica y esotérica es un toro. Así ha sido desde
el principio de los tiempos y el toro forma parte de
nuestras raíces preibéricas.
Pero en ese sentido la imprevisión ha sido absoluta. Los
guiris con su pulpo blandujo y nosotros ninguneando los
saberes de nuestro Ratón. ¿Artes y facultades adivinatorias?
Todas. Solo hubiera hecho falta soltar en un tentadero a un
par de jugadores de cada selección y quien dice jugadores
dice periodistas o aficionados. Distinguidos por colores.
Entonces se suelta al Ratón y este hace la magia taurina
propinándole tan solo un par de cabezazos en el estómago a
los destinados a la gloria y corneando, escupiendo y
pateando las tripas de los perdedores, con un par de
graciosas acometidas a la grada para enganchar a algún
cámara. ¡Esas si que son dotes adivinatorias de la España
Cañí! ¿Comprenden el por qué los populares preferimos
contratar al sanguinario Ratón para que adivine, antes que a
un pulpo gelatinoso e informe que come insípidos mejillones
y ni muerde ni acomete?. Ratón es sincero, auténtico,
genuino y con el necesario toque de populismo como para que
no acusen al PP de haber captado a un toro pijo.
Y en los mítines, cuando adivine al favorito entre los
distintos candidatos al puesto que sea o en los congresos,
es un tipo que puede dar mucho juego y proporcionar a los
espectadores inolvidables buenos ratos. Así que ¡Fuera el
pulpo Paul y viva el racial Ratón! Y el que prefiera a Paul
es un traidor.
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