Llevo muchos años viendo el fútbol
solo. Es costumbre que adquirí cuando visitaba muchos campos
para observar jugadores o analizar estilos de juego y
procuraba situarme en lugares donde me fuera posible eludir
el tener que compartir conversación con otros espectadores.
Con el único fin de no perderme el menor detalle de cuanto
acontecía en el terreno de juego.
Sea como fuere, ser espectador solitario de partidos es algo
que se ha convertido en una necesidad que veo saciada ante
el televisor. Pues hace ya mucho tiempo que he dejado de
asistir al estadio. Salvo cuando me he permitido ir al
Bernabéu, al Sánchez Pizjuán o al Murube. Así que el Mundial
de Sudáfrica lo he podido ver sin tener que soportar
comentarios de ningún tipo ni, por supuesto, sometido a la
tensión generada por emociones de otras personas que
pudieran impedir que me diera cuenta de los detalles con que
suelen decidirse los grandes acontecimientos futbolísticos.
Sí, ya sé que ustedes estarán pensando en que las emociones
expresadas por los narradores de los partidos televisados
han sido de tal calibre que nada han tenido que envidiar a
la de los hinchas más furibundos. Pero hay que ser muy torpe
como para no darse cuenta de que tal forma de actuar cuenta
con el visto bueno de los jefes de los medios. Y es que
semejante comportamiento asegura una mayor audiencia.
De modo que la lucha se ha centrado entre Carlos Martínez
y JJ Santos. Es decir, entre Canal Plus y Tele 5. Ni
que decir tiene que yo me decidí, desde el primer partido,
por conllevar al primero. Aunque mentiría si no dijera que
soportarlo me ha sido posible porque ya lo llevo haciendo
durante muchas temporadas futbolísticas. Y debo haberme
acostumbrado a él. Pues su gritar desaforadamente ya no
influye en que mi atención se disperse. Por tal motivo, me
permito destacar lo mejor de este Mundial.
Empiezo con Busquest. Enorme jugador: su sobriedad ha
sido tan relevante como para destacar por encima de otras
actuaciones repletas de arabescos. Iniesta: tras
comienzos dubitativos, por mor de una plaga de lesiones que
habían hecho mella en su confianza, el día de la verdad se
puso al frente de la selección y nos condujo a la victoria
por medio de su innegable clase y conocimientos de un juego
donde los adversarios terminan persiguiendo sombras cuando
él decide hacerse con los mandos del equipo. Xavi
Hernández: tapado en ocasiones por el trabajo
voluntarioso de Xabi Alonso, decidió en bastantes
ocasiones, la final fue una de ellas, olvidarse de la falta
de espacio que le usurpaba el donostiarra para poder exhibir
su poderío en la circulación de balón. Ramos:
inconmensurable en todos los aspectos. Es tan eficiente como
Puyol y por su edad está llamado a ser nuestro
Maldini nacional. Villa: sus goles le avalan.
Aunque tengo la impresión de que en este Mundial ha estado,
pese a sus tantos, por debajo de su rendimiento habitual.
Casillas: llegó al Mundial repleto de nervios. Hubo
una imagen donde parecía que estaba tiritando de frío. Fue
cuando los comentaristas empezaron a recelar de él. El
penalti parado a Cardozo le dio vida. Evitar el gol
de Robben le devolvió la categoría de mito. El beso a
Sara Carbonero lo convierte en un hombre del pueblo.
¡España, España, España! Es la mejor.
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