Los viernes suelo quedarme en
casa. Los viernes, los sábados y los domingos. Pero esta
semana he querido tomarle el pulso a la calle. Y la he
recorrido para comprobar qué ambiente se respiraba. Andaba
deseoso de comprobar el grado de euforia que se está
viviendo en una ciudad que nunca ha necesitado de estímulos
para sentirse española por los cuatro costados. Y he podido
comprobar cómo la gente está que se sale.
Se sale de alegría. Y en el ambiente se palpa el orgullo de
ser español. Cuán lejos queda aquella frase maldita que se
le atribuye a Antonio Canovas del Castillo, político
brillante de la mitad del siglo XIX: “Son españoles... los
que no pueden ser otra cosa”.
Los españoles estamos viviendo lo que tantas veces hemos
soñado y jamás pensamos que pudiera producirse: ser
finalistas en un Mundial de Fútbol. Una distinción que
parecía solamente reservada a uruguayos, brasileños,
alemanes, argentinos, italianos, ingleses y franceses. Todos
ellos campeones mundiales de un deporte que reina sobre
todos los demás.
El fútbol ha vuelto a demostrar que es el nexo más fuerte de
unión que existe entre los españoles. Puyol, por
ejemplo, con su actuación frente a los alemanes ha dejado a
Montilla, tan poseído por los complejos del charnego,
en paños menores. Pero no sólo por su extraordinaria
actuación, sino porque con sus declaraciones el leridense
nos ha cautivado a todos. Merece, pues, tan magnifico
jugador, ganar un Mundial para así poder anunciar firmemente
que deja la selección. Ya que es consciente de que una
retirada a tiempo es un triunfo que está al alcance sólo de
los elegidos.
Hablando de elegidos, se me ha preguntado en la calle qué
pienso acerca de la duda que parece tener Vicente del
Bosque sobre cómo marcar a Robben: jugador
sumamente peligroso en carrera con el balón en los pies. Y
he respondido de la siguiente manera: debe el seleccionador
seguir confiando en Capdevila. Puesto que es zurdo y
con él la defensa española sigue manteniendo la distribución
racional. Y es que la entrada de Arbeloa, por más que
se le quiera buscar beneficios, nunca serán suficientes para
paliar que su pierna izquierda le sirve solamente para
apoyarse.
Pero también se me ha permitido reconocer, en ese ambiente
festivo de las tertulias donde se da por hecho que España,
al fin, será la primera del mundo en fútbol, que a los
holandeses posiblemente no les tiemblen las piernas como sí
les temblaron a los alemanes durante mucho tiempo del
partido.
Por razones que explico: Boateng, lateral zurdo de
los alemanes, quedó tan desconcertado ante la alineación de
Pedro, que su bajo rendimiento hizo posible que sus
compañeros de zaga perdieran la compostura que habían
mantenido hasta entonces en los demás partidos y así
contagiaran sus dudas a las demás líneas.
Mas dejemos las cuestiones tácticas, técnicas y físicas a un
lado y volvamos al ambiente que reina en una España donde el
mayor acontecimiento deportivo del mundo está haciendo
posible que los españoles recuperemos el sentido de nación.
Una España que gracias al fútbol ha vuelto airear símbolos
cuya exhibición parecía causarnos vergüenza. Aunque lo de
José Antonio Camacho en Tele 5, imitando a Manolo el
del Bombo, se haya convertido en un espectáculo
desproporcionado. Tarea que no le corresponde. En absoluto.
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