Apenas se ha leído la columna
publicada el sábado, titulada ‘Humor absurdo’, se me ha
preguntado por el nombre del que me contó, días atrás,
remedando al humorista Eugenio, una historia
referente a cierto político que encargaba obras y
adecentamientos en un edificio de la Administración local,
que nunca se realizaban y sin embargo sí aparecían las
facturas. Los interesados, además de querer saber la
identidad del narrador, arden en deseos de conocer toda la
verdad acerca del asunto.
Y a cuantos han querido saber al respecto, les he dicho lo
mismo: en el anterior escrito dejé claro que quien supo
imitar con tanto acierto al artista catalán dejó claro que
lo contado era pura invención. Así que hagan el favor de no
buscar ningún parecido con cualquier otra situación similar
que haya ocurrido y de la que servidor no tiene la menor
idea. Ni tampoco el menor interés en averiguar si tiene
visos de realidad. Y, desde luego, jamás caeré en la
tentación de exponer en plaza pública el nombre de la
persona que hizo posible que me desternillara de risa.
Terapia que no tiene precio en los tiempos que corren.
En los tiempos que corren ya se empieza a hablar de que
habrá cambios en el próximo Gobierno que forme Juan Vivas.
Porque se da por hecho, y no porque lo digan las encuestas,
que éste volverá a salir elegido presidente con más votos
que nunca antes. Así que los demás partidos deberán
conformarse con que sus pocos diputados se presenten a los
plenos para que la gente sepa que forman parte del tinglado
político de la ciudad. Pues de lo contrario, pasarían más
inadvertidos que el antiguo director técnico de la
Asociación Deportiva Ceuta.
Pero volvamos a los cambios que puede haber en el Gobierno
local, aunque se me diga que no es bueno adelantarse a los
acontecimientos. En principio debería pensar que la
entrevista concedida por Juan Vivas a Jesús Fortes,
según se me dijo, tenía como motivo principal saber si las
personas que nunca hicieron leña del árbol caído, es decir,
de Fortes, estarían dispuestas, si acaso en su momento se
les sigue considerando necesarias, a ocupar cargos en el
siguiente Gobierno.
Lo cual me parece lo más natural del mundo. Porque el
presidente sabe sobradamente que hay consejeros que se han
ido quemando con el paso de los años. Y están pidiendo a
gritos un descanso. El descanso por el cual han pasado, por
ejemplo, personas como Alfonso Conejo, Isidro Hurtado de
Mendoza y varios más. Pero que siguen teniendo intactos
sus conocimientos, dispuestas sus lealtades, rebosantes sus
deseos y que llegarían a sus puestos con renovados bríos. En
suma: soplo de aire fresco que conviene insuflar a la tarea
de gobernar tantos años seguidos.
Porque al presidente de la Ciudad, a pesar de que cuente con
una información exhaustiva –se dice que tiene ojos hasta en
los lugares más inverosímiles-, no le vendría mal leerse la
leyenda sobre el Nudo Gordiano. La frase cortar el nudo
gordiano significa aplicar una enérgica, pero positiva
solución, a cualquier problema insoluble. Y en el Gobierno
actual, en vista de que llevan ya mucho tiempo ejerciendo
cargos las mismas personas, hay problemas que parecen
enquistados. Imposibles de solucionar. Y antes de que sirvan
de rechifla general, conviene asestarles un espadazo al
estilo del que propinó Alejandro Magno al nudo
gordiano. O sea.
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