Está en los kioscos el número 18 de la Revista ATENEA
dedicado a Ceuta y Melilla. A los interesantes aspectos de
estas dos ciudades españolas en el norte de África cubiertos
en ella, quisiera aquí yo añadir uno que no me parece muy
satisfactorio. La del mar territorial que les corresponde y
que España nunca ha delimitado en público, por razones
comprensibles pero que creo equivocadas.
Convendría repasar para los no iniciados -aunque sea
vertiginosamente- que el concepto de la extensión hasta 12
MN (Millas Náuticas) del mar territorial se fija
definitivamente en la Convención de las Naciones Unidas
sobre Derecho del Mar de Montego Bay (Jamaica) del 10 de
diciembre de 1982, en vigor desde el 16de noviembre de 1994.
Las 12 MN se miden desde las llamadas líneas de base que
todas las naciones habían fijado y publicado, sin más límite
obligatorio que la equidistancia cuando la costa de otra
nación se encuentra a menos de 12+12 MN de distancia.
España trazó y publicó las líneas de base peninsulares, de
Canarias y Baleares en 1977 -bien avanzada la Convención-
pero se “olvido” de mencionar a Ceuta, Melilla, Chafarinas y
los Peñones. Marruecos había fijado las suyas un poco antes
-ignorando totalmente la existencia de las anteriores- y
España protesto tímidamente por medio de una nota verbal
expresando su opinión de que el trazado marroquí de las
líneas de base era incompatible con el Derecho
Internacional.
Ha habido alguna escaramuza posterior con motivo de
prospecciones petrolíferas pero la situación permanece
básicamente en este impasse, evidentemente por el animo
apaciguador español que nos lleva a adoptar una postura
pasiva con Marruecos en todo estos asuntos, lo que no es
correspondido, como claramente demuestra la construcción del
puerto de Beni Enzar, en aguas de Melilla, tampoco
protestado por España en su día. Si para entrar en Ceuta y
Melilla se tuviera que atravesar el mar territorial
marroquí, habría que hacerlo a través de una zona donde
ejerce su soberanía pudiendo, por ejemplo, exigir previo
permiso a los buques de guerra.
Casi todo en Derecho Internacional es opinable y yo añadiría
que cambiable, cuando se tiene la fuerza y la constancia en
el argumento. Por lo tanto mi punto de vista expuesto hasta
ahora, es discutible también. Pero es que muy cerca hay un
ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas de otra manera por
gentes con talantes no tan apaciguadores como el nuestro y
con mejores resultados para ellos. Me estoy refiriendo a
Gibraltar.
No voy a comparar los títulos por los que Gran Bretaña
conquisto Gibraltar participando en una guerra dinástica
española, ni el consiguiente tratado de Utrecht de 1713, con
las razones históricas que avalan la pertenencia a España de
Ceuta y Melilla desde el mismo momento de su formación como
Nación. Voy a tratar de no entrar en política y tan solo
señalar la diferente actitud británica y española con
respecto a estas tres ciudades, específicamente en
referencia a sus aguas.
Cuando el Tratado de Utrecht se firmó no existía el concepto
de mar territorial y España -naturalmente- solo cedió las
aguas interiores del puerto de Gibraltar. Pero cuando este
concepto empezó a emerger, los británicos no dudaron ni un
momento en fijarlo - en 3 MN por la equidistancia con
Algeciras- en evidente contraste con la inacción española en
los casos de Ceuta y Melilla. Claro que protestamos, pero no
es lo mismo subir una montaña que bajarla. Estábamos a la
defensiva sobre una decisión pública británica. Es verdad
que hemos dado algún picotazo, como el de la zona
comunitaria de protección ambiental asignada a España, pero
tan tangencial que no afecta básicamente a nuestra
reclamación de soberanía sobre las aguas en litigio. Es
decir estamos en postura reactiva tanto al norte como al sur
del Estrecho y por las mismas razones: no tomar la
iniciativa en Derecho Internacional.
Reconozco que una eventual postura publica nuestra sobre el
mar territorial -y no quiero complicar la situación hablando
de la zona económica exclusiva- de Ceuta y Melilla tiene la
dificultad añadida de los Peñones. Mandando buque de guerra
he visitado numerosas veces Vélez y Alhucemas y he atracado
con mi patrullero en Chafarinas. Tengo los mejores recuerdos
de aquellos días y de sus entusiastas guarniciones, pero
creo que constituyen un caso totalmente diferente que los de
Ceuta y Melilla que son dos ciudades españolas y casi
andaluzas, con habitantes reales. Creo que habría que tratar
de desmilitarizar la situación de Vélez y Alhucemas
fusionando el problema de la soberanía -que no afecta a
personas en estos dos casos, sino tan solo a títulos
históricos- y llegar a algún tipo de actividad conjunta con
Marruecos en ellos. Chafarinas, un pequeño archipiélago al
noroeste de la frontera argelino marroquí podría ser un caso
diferente si se vinculase “civilmente” a Melilla.
Lo que quiero decir es que los “casos” de Ceuta y Melilla
son completamente diferentes que los de los Peñones -por sus
habitantes- y solo están unidos por la timidez española para
actuar al temer empeorar la situación. Pero no nos
engañemos, cuando hemos reforzado los símbolos de
españolidad de nuestras dos ciudades -estatutos de
autonomía, visitas de los Reyes- nada irreversible ha pasado
con Marruecos, que hagamos lo que hagamos, nunca dejara de
reclamar sus supuestos intereses cuando la situación le
convenga.
Un poco de firmeza y tomar siempre la iniciativa suele ser
una buena receta. Tenemos los ejemplos cerca. Los problemas,
cuando están enfrentados intereses, no desaparecen por
ignorarlos. Al contrario suelen empeorar para el que siempre
está a la defensiva.
*Ángel Tafalla es Almirante.
Ex Segundo Jefe del Estado Mayor de la Armada y del Mando
Marítimo OTAN de Europa Sur
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