Viendo los campeonatos de fútbol
del Mundo, me viene a la memoria una sevillana que dice “La
noche que me dio el tío del tambor…”. Y es que, los gachés
de las trompetas, vuelven loco a cualquiera. Comer, lo que
se dice comer, pueden ser que no coman, pero tenerlos
distraídos y con ello el hambre, está garantizado
haciéndoles tocar, sin descanso alguno, las trompetitas de
turno.
Hay cosas que no me están gustando de estos Campeonatos del
Mundo. Una, los equipos no están desarrollando el mejor
juego, puesto que todos ellos, juegan amarrados y tratando
de no perder, a ver si la suerte le sonríe y hacen un gol y
a defenderlo a capa y espada que con ese gol, ya hemos
pasado a la siguiente ronda.
No crean que la cosa va a variar mucho entre los equipos que
jueguen la final será, sin duda alguna, más de lo mismo,
todos agazapados a la espera de que la diosa fortuna les dé
ese gol que les puede hacer campeones del Mundo. El juego
brillante, valga la redundancia, brillando por su ausencia.
Dos, los arbitrajes, en el supuesto que esos sean los
mejores árbitros del mundo mundial, están dejando mucho que
desear. En algunas ocasiones, la mayoría de ellas, meten la
pata hasta el corvejón, influenciando con sus decisiones el
resultado de los encuentros, anulando goles que han entrado
medio metro en las porterías, concediéndolos en claros fuera
de juego y permitiendo entradas dignas de tarjeta roja
directa mientras sacan la amarilla por el menor motivo.
Aquí, en España, somos muy críticos con las actuaciones
arbitrales de nuestros colegiados que comparándolos, aunque
dicen que las comparaciones son odiosas, con esos que dicen
ser los mejores del mundo y que están arbitrando estos
campeonatos, el más malo de nuestros colegiados, en el
supuesto que haya alguno malo, al lado de estos del mundial
son auténticos maestros, con capacidad suficiente para darle
lecciones de arbitraje a todos ellos.
Tres, aunque España siga cosechando victorias y haya pasado
a cuartos de final, esta tarde nos enfrentamos a Paraguay,
si le ganamos pasamos a la semifinales el señor del Bosque,
aunque haga a España campeona del mundo, está dejando mucho
que desear a la hora del mover el banquillo español.
Lógicamente ustedes pueden pensar, no sin razón, que cuando
vamos al campo a ver un encuentro de fútbol, si ese campo
tiene una capacidad de 20.000 espectadores, hay en sus
gradas veinte mil entrenadores y seleccionadores, cada uno
con opiniones diferentes y todos en la creencia que sus
opiniones son las mejores.
El fútbol, sólo tiene su “abc”, no hay más. Y esas reglas te
dicen que no se pueden alinear en el centro del campo a dos
jugadores de las mismas características, se estorban. No se
puede sacar a un delantero centro “tocado” imposibilitado
para ocupar ese opuesto. Y cuando un equipo se encierra, hay
que jugar por las bandas y colocar de delantero centro a un
hombre que vaya bien de cabeza para colgarles balones, amén
de ordenar disparar desde fuera del área. Menos mal que el
hombre se acordó en el último encuentro, quitando a Torres,
que no está para jugar, sacando a Llorente que puso orden y
concierto. De Silva y Navas, como del pobre Fernández “nunca
más se supo”.
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