Es tiempo de cambios. Hay que
vivir de otra manera. Con otro abecedario más transparente y
más directo al corazón. La vida, por si misma, es una
alegría que muchos no alcanzan a vivirla. Esto sí que es una
pena. Por ello, hacen falta sembradores de jovialidad, y
tomar todos los días el pan del entusiasmo como alimento,
virtud tan valiosa como necesaria, para no caer en la
tristeza del camino. Se habla del motor económico mundial,
de que algunas naciones industrializadas no consiguen
arrancar, que otras se hunden en la crisis y que la pobreza
aumenta, mientras se elude encender la ecuanimidad del ánimo
como lenguaje a compartir, que es de lo que se trata en esta
existencia, de donarse y darse.
La vida carece de sentido si no nos aporta satisfacciones.
Éstas no se consiguen acumulando riquezas que es lo que
muchos piensan. La estimación de los demás es lo que cuenta
y cuenta en la medida de la donación. La solidaridad es el
viejo y nuevo valor que nos debemos injertar en las acciones
diarias. Hay mayor felicidad en dar que en recibir. Lo
sabemos, pero se nos olvida practicarlo en todo momento y en
todo lugar. Hay muchas personas que precisan reconstruir sus
vidas y no encuentran manos donde sostenerse. Otras precisan
que le salvemos de las injusticias, de la falta de
libertades, de las redes ideológicas que predican el
odio...Qué bien vendría aquí utilizar el abecedario del amor
sin condiciones ni condicionantes, sabiendo que cuánto más
compartimos más descubrimos nuestros genes comunes.
El mundo precisa de un inmenso abecedario renovador, capaz
de hacer valer las palabras, sobre todo aquellas que nos
hacen despertar como personas. Cada individuo forja su
propia gloria. La de saber vivir es una hermosa tarea para
alcanzarla, no es nada fácil, hay que invertir en fondos de
humanidad y no resignarse a lenguajes vacíos ni encogerse de
hombros ante los que amargan y desprecian hacer familia,
hacer vida en definitiva.
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