Observo en la calle, durante mi
paseo de mediodía, cómo mucha gente camina erguida e
irradiando satisfacción. Se nota la enorme alegría que ha
causado el triunfo de la selección española ante la
portuguesa. Una vez más, y aunque sus detractores sigan
hablando de pan y circo, el fútbol ha vuelto a ser la mejor
terapia hasta para quienes están ahítos de problemas.
Apenas comenzada la tarde, cuando acudo a los sitios donde
suelo tomar el aperitivo, sólo se habla del gol de Villa;
del magnífico hacer de Xavi Hernández, durante media
hora, más o menos; de lo positiva que fue la participación
de Llorente y del miedo que infundía Iker Casillas
cuando le tocaba intervenir.
El ambiente en general es festivo. Y ya se piensa en la
suerte que la selección española tiene por enfrentarse a la
paraguaya. Y es que los aficionados, aunque anteponiendo el
tópico de que no hay enemigo pequeño y menos en un Mundial,
dan por hecho que nuestra selección jugará las semifinales.
La victoria frente a Portugal ha generado una euforia que se
palpa en todos los sitios. Existe un estado de alegría,
especialmente exaltada y con tendencia a creer que a partir
de ahora España ganará el Mundial de carrerilla. Craso
error, sin duda, que tiene como causante a una prensa cuyos
comentaristas, glosadores y críticos pasan del pesimismo al
optimismo sin ningún pudor. Y en muchos casos, créanme,
opinando de manera superficial cuando no interesada. Con lo
cual se les ve el plumero.
Desde hace muchos años, suelo sentarme solo ante el
televisor para ver los partidos con suma atención. Los que
me interesan. Y el de España frente a Portugal no iba a ser
una excepción. Hoy, mientras comía con unos conocidos, se me
ha pedido mi análisis del encuentro. Y no he tenido el menor
inconveniente en hacerlo.
España jamás debió tener problemas en el medio terreno,
parcela vital del campo, si enfrente jugaba Pepe en
una posición en la que actúa más a disgusto que si le
obligaran a presentarse a un concurso de belleza. Con el
mejor central europeo, cumpliendo misión absurda, sobraba en
el equipo español la alineación de Xabi Alonso.
Quien, una vez más, jugó de hombre sombra.
De haber tenido Portugal un portero como Casillas,
seguramente los portugueses hubieran encajado tres goles en
los primeros quince minutos del partido. Mas tuvieron la
suerte de contar con Eduardo. Magnífico en todos los
sentidos. Eduardo y Julio César, guardameta brasileño, han
sido capaces de darle mucho crédito al jabulani. Por lo que
deberían ser premiados por adidas.
De Ronaldo Cristiano os diré que pegó el petardo más
grande y jamás esperado Fue, además, una rémora para su
equipo. Pero debemos agradecerle que su presencia en el
césped hiciera posible que Sergio Ramos no perdiera
ni un ápice de concentración. Así que no hubo manera de
achacarle despistes tan frecuentes en él, cuando pierde los
papeles jugando cual lateral. Y en lo tocante al cambio de
Llorente, que tanto le celebran a Vicente del
Bosque, por la emoción del triunfo, tenía que haber
estado acompañado por la inclusión de Navas en la
banda derecha. Y se hubieran matado dos pájaros de un tiro.
Se hubiera asistido a Llorente, desde la banda, y Fabio
Coentrao se hubiera visto precisado a defender más y
atacar menos. La victoria constituye el lenitivo de los
errores y es el bálsamo más suave para creer que todo se
hizo perfecto.
|