Es lo que podemos decir de muchos
de esos servicios que, por puja por enchufe, o por lo que
sea, han recibido ciertas empresas que, en cuanto a precios,
saltan por encima de lo normal, y en cuanto a atenciones
dejan mucho o casi todo por desear.
Un servicio en una autovía o en una autopista de largo
recorrido está sometido a un tráfico constante, de turismos,
camiones o autocares que, no siempre, pueden llegar a comer
a las dos horas establecidas o a un horario marcado, en
exclusiva, por esa área de servicio, que debiera tener
abierto permanentemente, desde su apertura a cierre, para
poder comer o merendar la persona que llegue y no quedar
reducido su servicio durante muchas horas a un simple
bocadillo.
El pasado domingo, a las cuatro y pocos minutos de la tarde,
llegaba yo con otras dos personas al área de servicio de
Villacastín, provincia de Segovia, en la Autopista de Madrid
a La Coruña.
Nuestra sorpresa fue que ya, entonces, se estaba cerrando
todo lo de platos de cocina, y lo único que nos quedaba si
es que queríamos comer era coger un bocadillo o un pincho de
tortilla.
Situaciones de este tipo se dan a cada instante. Yo suelo
viajar mucho y lo que más lamento, cuando voy por una
autovía o por una autopista es que el servicio en todas
ellas es del mismo corte y la comida parece hecha por el
mismo cocinero.
Los organismos adjudicatarios de estos servicios o no saben,
o no están, o no se les espera para poner en orden esto que
es un auténtico fiasco.
Nada tengo en contra del personal que está allí trabajando y
que siguen unas normas que les marcan otros a los que no se
les ve, pero tengo que repetir que si los organismos
adjudicatarios no son capaces de enterarse del tipo de
servicios que prestan estas compañías es que, o ellos
tampoco están capacitados o es que, y sería lamentable, “hay
gato encerrado”.
Y pueden comprobarlo a cualquier hora, de cualquier día del
año, y pueden hacer una prueba consultando, simplemente, al
azar a doce camioneros a media mañana, a veinte conductores
de turismo, también al azar, a media tarde, y a otras veinte
personas del tipo que sea entre las once y las doce de la
noche.
Los resultados serían incluso más fuertes de como los estoy
exponiendo yo, ahora mismo.
Es una pena que una red, cada vez más mejorada, de autovías
y autopistas, hayan dejado fuera de su cobertura, no
dándoles una entrada y salida fácil, a restaurantes
acreditados de muchos años en estas rutas y que todo el
servicio haya caído en unos grupos cortados por un solo y
único patrón, que ganan mucho dinero y dan muy mal de comer.
He citado este área de servicio, porque es uno de los que
más frecuento, mientras estoy en mis tierras abulenses, pero
este no es ni mejor, ni peor que otras áreas del mismo
corte, de los mismos colores y de similares precios que nos
vamos encontrando en cualquiera de las rutas de Madrid a
Barcelona, a Burgos, a La Coruña o a Valencia. En todos
ellos hay unos precios altos y una calidad mediocre.
Cambia mucho sin embargo, es una de las excepciones, y no
parece que sea de la misma red, un área recientemente
abierta en el Culebrín, en la N-630, y que lleva por nombre
Leo, no sé si del mismo dueño que tiene un establecimiento
también, acreditado en Monesterio y con muy buen servicio.
Esto es la excepción, lo otro que he citado es la norma.
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