Medito y regurgito … Si las siglas
del archifamoso concurso televisivo son OT de Operación
Triunfo, las de la etapa que, progresivamente, vamos dejando
atrás serán las de TO de “Tiempos Oscuros”.
Tiempos que comenzaron, en plan profecía bíblica “sobre la
sangre de los inocentes” y han estado enviando señales
tenebrosas sin cesar. Las borrascas continuadas, las
inundaciones, el hambre de diez millones de españoles, la
ruina económica y moral y los furiosos ataques contra la
religión por parte de las legiones diabólicas. Porque el Mal
existe. De hecho dice la Biblia que, los hijos de las
tinieblas son más listos que los hijos de la Luz, pero la
ventaja de los hijos de la Luz es que, por enchufe directo,
no pagamos las facturas del consumo de electricidad y encima
vamos bien iluminados, calentitos en verano y fresquitos en
el invierno sin mirar el contador y sin remendar de viejo,
mientras que, los tineblinos, andan reveníos y echando el
bofe al intentar destrozar, en el poco tiempo que les queda,
lo poco que han dejado ileso.
¿La última gran diablura diabólica? Retirarle los honores a
la Santa Custodia durante la celebración del Corpus e
impedir que, la banda militar, hiciera sonar el himno al
paso del Santísimo y se le rindieran honores. Hacer añicos
la tradición, destrozar la historia, ofender gravísimamente
los sentimientos religiosos de millones de españoles y
aparecer ante el pueblo como lo que son: una manada de
histéricos desaforados que tratan de demoler cuanto de bueno
y bello poseemos. Y, como los españoles, estamos
absolutamente indefensos, carecemos de alguien que dé la
cara por nosotros en condiciones, porque no es “dar la cara”
el soltar discursejos prefabricados en los mítines, sino
acudir, como partido que representa miles de votos, a
denunciar a los Juzgados ante cada ofensa, abuso o
arbitrariedad. Que nunca olviden los Populares, como
creyentes que son, que Jesucristo escupió a los tibios de su
boca. Y que se apliquen el cuento.
Porque esto parece Bosnia y ahora comenzarán las labores de
restauración que conlleva la Nueva Transición. Y, si es,
será, la labor del pueblo soberano, que no la de
tropecientos parlamentarios “apretadores de botón”, con el
jornal asegurado y que trabajan menos que los Reyes Magos.
Mejor que esos tipos se callen la boca y se estén tranquilos
sentados en el escaño o tomando café en el hotel Palace. El
trabajo duro tendremos que hacerlo nosotros, pariendo ideas
e iniciativas y apretando hasta el estrangulamiento a los
surgidos de las urnas para que echen el autógrafo y el
progreso se materialice. ¿Qué mascullan con esas caras de
niña del exorcista o “progre” llevado en peregrinación
forzosa a Lourdes? ¿Qué el sistema, tal y como está diseñado
es minimamente participativo? Vale. Pues lo cambiaremos
entre toda la sociedad civil y votaremos a un Defensor del
Pueblo que sí dé la cara por los españoles y ponga a caldo a
los gobernantes. Quien nos defienda durante la tarea de
restaurar los estragos. Ha de ser un tipo íntegro, que no un
vasallo ni un vendido, un hombre al que queramos todos y en
el que confiemos por su bondad e inteligencia. Yo apuesto
por el Juez de Menores Calatayud, me digan ¿Quién no quiere
y admira al Juez Calatayud?. Ese, ese, es quien nos ha de
proteger de los abusones y de los golfos. Él exigirá que,
mañana, se pongan sobre la mesa de los españoles los dineros
malgastados en viajecitos en aviones Falcon y mandará hacer
las cuentas de tantos años de subvenciones. Calatayud
representará nuestras cuitas y nuestros anhelos y hará que
se haga justicia de la buena en el día de la Nueva
Transición.
Ustedes saben y yo sé que los TO, los “Tiempos Oscuros”, no
han sido más que una etapa dura en la que nos han hecho
sentir mucho dolor y experimentar mucha incredulidad. Los
cristianos hemos sido ferozmente perseguidos y
estigmatizados, pero nunca nuestros ritos y celebraciones
habían sido tan multitudinarios, ni nuestra fe expuesta con
mayor firmeza. Favor que nos han hecho los diabólicos,
porque, al pueblo español, las persecuciones le hacen surgir
la vena numantina. Y ya nos estamos frotando las manos y
ensayando nuestros gori-goris con tan solo pensar en los
miles de desagravios públicos que nos esperan. Hoy, nuestra
religión, que es nuestra Historia de España y que conforma
patrimonio, raíces y cojones, no necesita ser restaurada,
está más viva y esplendorosa que nunca. El resto, el pan, el
trabajo, la alegría, la esperanza y la vergüenza, el resto
anda hecho unos zorros y aquí están nuestras manos, listas
para arrimar cemento y todos somos jefes de obra. Todos los
españoles de honor, sin excepción.
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