Con éste escrito damos por finalizado este segundo curso en
el que el diario El Pueblo de Ceuta me ha permitido
gentilmente comunicarme con Uds., lectores ceutíes, con
total libertad, respetando plenamente mis opiniones y
pareceres a cerca de los temas que semana tras semana he
considerado oportuno tratar, a la vista de la actualidad, y
que han tenido siempre como trasfondo, directo o indirecto,
a la Familia.
Porque yo soy de los convencidos que trabajar por la Familia
es hacerlo por la sociedad presente y futura, pues es en
ella donde se transmiten los valores humanos contrastados
por los siglos y las civilizaciones, y donde se forma a los
jóvenes para afrontar su incorporación paulatina a la
sociedad que les ha tocado vivir, al margen de sobresaltos y
protegidos de los numerosos experimentos a que los quieren
someter las irresponsables ideologías dominantes. También
los mayores encontramos en la Familia el lugar de desarrollo
personal, y el remanso y protección de las inclemencias
sociales. Solo con familias bien estructuradas y felices
tendremos una sociedad bien armonizada. “El futuro de la
Humanidad se fragua en las familias” nos decía Juan Pablo II.
Por todo ello mis escritos han tenido siempre un tinte
familiarista aunque éste haya parecido en ocasiones
distante. Porque ¿hay algún acontecimiento, ley, hecho,
actividad pública que no afecte directa o indirectamente a
la Familia? ¿Hay algo que escape a su interés?
Las decisiones económicas (impuestos, inflación,…) inciden
directamente en el bienestar familiar, en las posibilidades
de desarrollar sus funciones y deseos.
La situación laboral, tiene una repercusión directa en las
familias que frecuentemente son las que soportan y
amortiguan la tragedia del desempleo de alguno de sus
miembros, en un ejercicio de solidaridad que no por común es
menos reconocida.
Los planteamientos educativos son transcendentales en la
formación de los jóvenes y en su desenvolvimiento de futuro,
de ahí que la ideología dominante quiera contrarrestar la
influencia de los padres, máximos responsables de la
educación de sus hijos, para conseguir un vuelco cultural.
La legislación, de forma frontal unas veces (Leyes del
divorcio, Ley del aborto, Ley de “matrimonios” homosexuales,
ausencia de Ley de Ayuda a las Familias…) y otras veces más
indirectamente, inciden en la concepción del modelo de
familia que se desea conseguir.
Las normativas para facilitar el acceso a una vivienda digna
proporcionan un mínimo de bienestar, sobre todo a aquellas
parejas que desean contraer matrimonio.
Las subvenciones económicas por nacimiento o por el
mantenimiento de los hijos, repercutirán en la mejora de los
índices de natalidad tan importantes para un correcto
equilibrio demográfico.
Las ayudas a las familias con algún familiar dependiente,
pueden facilitar un mejor desenvolvimiento del resto de sus
miembros.
Y así podíamos seguir indefinidamente.
Todo lo que se haga por mejorar las condiciones vitales de
la comunidad familiar repercutirá positivamente en la
sociedad, y este convencimiento es el que nos hace trabajar
en pro de la Familia.
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