Hay que tomarse en serio lo de
rendir cuentas. Todo el mundo tiene que hacerlo. Que sea
como un propósito de enmienda. Lo de las cuentas claras y el
chocolate espeso hay que forjarlo a ser activo real, cueste
lo que cueste, todavía no se ha dispuesto a pesar de tantos
avances, y es importante que sepamos proponer a las
generaciones venideras que la verdadera realización personal
no se logra a cualquier precio, sino ajustando cuentas
verdaderas y registrando hechos certeros. El éxito no se lo
tienen porque llevar siempre los fuertes y el fracaso los
débiles. Pienso que ha llegado el momento de poner orden en
la contabilidad existencial, de no excluir a nadie, y de que
los poderosos rindan también cuentas ante los más
vulnerables.
En lo de rendir cuentas hay que asentar cimientos morales.
El célebre pensador José Ortega y Gasset, rubricó el
fundamento de necesidad como nadie: “con la moral corregimos
los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores
de nuestra moral”. Tan corrupto es el servidor público que
mete la mano en la caja como el que derrocha los caudales.
Los costos recaen sobre los ciudadanos a los que se les
resta recursos, sus recursos, que se sustraen ilícitamente a
la economía, a la producción, y también a las políticas
sociales. Ahora, por culpa de estos despilfarros, miles de
millares de personas quedan marginadas a diario y sin
futuro, por no habérsele exigido responsabilidad y
transparencia al político de turno a la hora de presentar
balances.
¡Ay si los paraísos fiscales hablasen! ¡Ay si las sociedades
se democratizasen en verdad y fuesen sociedades abiertas y
participativas! El costo de la corrupción es grandísimo y
siempre repercute en los más pobres. Activemos los
comportamientos honestos. Rendir cuentas lo es. Y si las
rendimos en justicia y en solidaridad, en cumplir nuestras
promesas para con los más oprimidos, veremos el despuntar de
la crisis. De lo contrario, la recuperación económica
mundial será para unos pocos, y no para la globalidad, que
sería lo justo. Lo tenemos difícil, aún no hemos superado la
asignatura de prestar una mayor atención al bien común en
una sociedad vertical, con mucha labia pero con poco
corazón. Es tiempo, pues, de recuperaciones para volver a
rendir cuentas, pero que esta vez sean claras y
contundentes, encaminadas a crear empleo sobre todo lo
demás. Pensemos en la fuente de angustias que quitaríamos.
Hoy es una de las grandes calamidades sociales el desempleo.
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