He leído con interés la
completísima entrevista que J. LoSan hacía a Rafael Orozco
el pasado domingo y he llegado a la conclusión de que, si
alguno de nuestros historiadores ceutíes no había pensado en
ello, podría ir cogiendo la pluma y comenzar la historia del
Ayuntamiento de Ceuta, desde los primeros días de las
elecciones democráticas, tras el régimen de Franco, hasta
nuestros días en la alcaldía.
A lo largo de estos años, el Ayuntamiento de Ceuta ha dado
tantos giros, ha pasado por tantos vericuetos, ha tenido
cientos de perspectivas incumplidas, con lo que una historia
de estos pocos años daría para varios volúmenes que se iba a
vender como “rosquillas”. De eso estoy seguro.
Y es que hoy, por muy duro que sea un pleno, que los hay
complicados, el talante de todos los que conforman la “casta
política” en la Santa Casa Madre, es siempre consciente de
lo que se están jugando todos en el presente y cara al
futuro, por lo que cada paso que da uno lleva una
orientación, acertada o errónea, pero correcta, aunque a
veces no lo parezca.
Sin embargo, volviendo la vista hacia atrás y comenzando con
la primera corporación, nos encontramos con que el
Ayuntamiento era un circo, pero de tan poca categoría y con
tan poca formación que, el vale todo, se daba cada día que
había pleno.
Los actos de aquellos plenos, si es que se han reflejado
exactamente en las actas, habrán dejado para los jóvenes de
hoy, el reflejo de una Ceuta en el Ayuntamiento, que ahora
mismo sería rechazada por la casi totalidad de nuestra
juventud.
Todavía recuerdo, como en uno de los plenos, un concejal se
dirigía amenazante con un vaso a mi entrañable Tato Ferrer,
que estaba cubriendo la información. Aquel concejal, del que
otros sentimos vergüenza, desde aquel instante, se quedó tan
pancho, algo así como se quedaría hoy mismo cualquier
macarra en una pelea callejera.
Una corporación así ya era bastante con que dejara el
Ayuntamiento en pie, al terminar los cuatro años, porque lo
que es hacer algo positivo, con el talante de algunos de
ellos era imposible.
Y tan difícil era hacer algo positivo que la corporación
tuvo que terminar, cambiando de alcalde, con lo que la UCD,
que entonces estaba en el Gobierno Central, también se hizo
cargo de la responsabilidad del Ayuntamiento de Ceuta, con
Ricardo Muñoz, que trató de hacer lo que pudo, pero que con
el “guirigay” que le habían dejado, bastante tenía con poner
en orden todo, en unos momentos en los que “el tejerazo”
había dejado tiritando a medio país.
La segunda corporación, también democrática aunque no lo
parezca, puso en bandeja la alcaldía al PSOE que con “el
faraón” Paco Fráiz quiso dominar tanto que se pasó del
descontrol de la época de los Calvo Pecino al ordeno y mando
y al “to pa mí”, de un Fráiz que además de alcalde era
diputado en Madrid.
Se había pasado de siglas, de principios, de formas de
actuar y de todo lo que podía implicar normalidad. Y es que
si lo de la primera corporación no podía ser normal por la
incompetencia y la falta de preparación de muchos de los
componentes del grupo que ganó las elecciones, en la
segunda, con personas válidas en los vencedores del PSOE,
como en los de la oposición, la mayor parte de asuntos los
acaparaba el alcalde, con lo que, desde dentro y con la
oposición hubo moción de censura que situó a Aurelio Puya en
el sillón de la Alcaldía.
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