¿No les parece original aunar arte
moderno y pensamiento en un museo? Pues ese es el proyecto
que estamos bosquejando el profesor y pensador Eduardo
Punset, la marchante de arte Carmina Maceín y servidora que
es la abogada del invento por parte de la experta en arte
(el profesor lleva como abogado al exquisito Trías del
despacho Cuatrecasas de Barcelona).
Se están dando las primeras pinceladas y eso nos llevó el
pasado fin de semana a Gerona y más concretamente a Fonteta
una localidad de apariencia serena y medieval cercana a La
Bisbal. Allí tiene Eduardo Punset la masía de su familia, un
revoltillo arquitectónico en piedra con fragmentos de la
historia de Cataluña que van del siglo X al siglo XVI. ¿Por
qué me están criticando? ¿Qué no quieren un aburrido
reportaje sino un gazpacho de anécdotas?. Bueno, les cuento.
Llegamos a la hora de almorzar y fuimos recibidas por dos
perros pulgosos que son los guardianes de las cuatro
hectáreas de jardines y prados maravillosos. Como Carmina y
yo somos amigas del profesor y llegábamos en plan de
confianza no hizo falta abrir el portón principal ni pasar
por la alameda de cipreses que desemboca en una enorme
fuente. De hecho entramos directamente por la parte trasera,
por el comedor del porche acristalado y la cocina que huele
a piedra impregnada por el humo de los siglos.
La cocina abovedada para almorzar y darnos una merendola
payesa, cuatro tipos de pan horneados en la misma masía por
Carmen y Amalia que trabajan allí y todos los embutidos y
butifarras de la región sobre tablas de madera. Demasiadas
calorías, pero muy saludable. De hecho el viernes había en
las tablas gloria bendita, pero el sábado por la mañana, me
dejé abierta la puerta cuando salí a hacer unas asanas a las
siete de la mañana y entraron los dos perros pulgosos y
robaron la mitad de las delicias culinarias. El que mandaba
la expedición canina era el díscolo Darwin, un perro peludo
que le tiene arrebatado el corazón a Punset. La regañina me
la llevé yo y me acusaron de haber “permitido” entrar a los
canes para que se dieran un banquete. No era “exactamente”
la verdad, pero los pobres perros están a base de pienso,
que es un asco y andan estragaítos de hambre.
¿Y que les puedo relatar de un lugar mágico de tintes
monacales? Hornacinas con tallas de vírgenes, salones y más
salones con altísimas bóvedas, el mismo olor a corazón
pétreo que en las catedrales, inmensos ventanales
acristalados, un hamman excavado en la piedra en un primer
piso mirando a los Pirineos y los aposentos del profesor, la
sala del piano, el despacho forrado de libros y recuerdos en
torno a la chimenea. Todo en el profesor Punset es
decididamente ascético, de hecho, en la enorme terraza
ajardinada de su sancta sanctorum faltaban tan solo las
parejas de monjes paseando los rezos. Es otro lugar, en otra
dimensión y en otro mundo y rebosa sensibilidad y
pensamiento, aunque, a partir de ahora, con la Fundación,
rebosará Picassos, Mirós, Dalís, Rosellós y toda la obra que
Carmina aportará de sus propios fondos donde aparecen
reflejados todos los grandes artistas contemporáneos. La
obra ocupará alguno de los salones.
Y en los jardines esculturas y murales jugando al escondite
con los cipreses y con unos tilos centenarios que dan sombra
y perfuman los desayunos. Como pertenezco a la Fundación por
derecho propio por parte de Carmina Maceín de cuya casa
madrileña salí para casarme ya que ejerció durante años de
hermana mayor, me he pedido un rincón entre los muros de
piedra para cuando tenga que trabajar allí y he reservado
una sombra bajo uno de los tilos con la compañía inevitable
de ese rizado saco de pulgas llamado Darwin y del otro perro
negro que es más formalito.
Cenamos en torno al anagrama que, para la Fundación, ha
diseñado el pintor catalán Roselló que es un hombre de Dios
y un místico de los pinceles, pero se motivó tanto diseñando
el tema que, al recibirlo en el correo del subdirector del
programa Redes que se llama Javier y que está mucho en la
masía, realmente no sabíamos como mirarlo, si para arriba o
para abajo. Nos quedamos algo confusos, para que lo voy a
negar y todos dimos nuestra opinión sobre lo que podía
representar, a mí me parecía un huevo estrellado de los de
Casa Lucio, pero no lo dije para no parecer intrascendente,
porque todos los presentes eran espíritus cultivados y
personas de gran sensibilidad. ¿Qué dicen? ¿Qué como se
comen la sensibilidad y la espiritualidad cuando acabamos en
los sillones del enorme salón redondo, ante la chimenea y
viendo “Sálvame de Luxe” en un plasma gigante? Vale. Para
romper un poco el misticismo, para no empacharnos demasiado
con la atmósfera esotérica y para que el pobre Punset y
Javier que “jamás” habían contemplado ese tipo de programas,
permanecieran enmudecidos de horror.
Un sinfín de anécdotas durante los largos días gerundenses,
pero al alma de piedra y a los recovecos de tilos
centenarios les faltaba para ser el lugar más hermoso del
mundo los mares de Ceuta y los atardeceres ceutíes. Y las
gaviotas. ¿Qué como llegó a Fonteta una periodista de El
Pueblo de Ceuta invitada por Eduardo Punset? Pues porque sí
, porque los del sur acostumbramos a vivir experiencias
mágicas considerándolo como lo más normal del mundo.
Por cierto, no existen pruebas de que yo dejara abierto el
portón de la cocina, no me considero culpable de las
tropelías de Darwin y quienes me acusan son espíritus
mezquinos.
|