Desde el día siguiente al que Marruecos, la nación vecina —y
a pesar de ello amiga— obtuvo su independencia en 1956, sus
más altas autoridades comenzaron a solicitar a España la
entrega de Ceuta, Melilla, los peñones de Vélez de la Gomera
y de Alhucemas, el islote de Perejil y del archipiélago de
las Chafarinas, solicitudes que de un modo recurrente, se
han venido produciendo de forma periódica cada vez que el
país amigo ha querido desviar la atención de sus súbditos de
sus graves problemas internos, sembrando, alimentando y
excitando en su población, un sentimiento de falso agravio
por parte de España o bien aprovechando momentos delicados,
como el actual, por los que pudiera atravesar nuestro país.
Pretensiones
El pasado 17 de mayo, como quien no quiere la cosa, Abbas El
Fasi, primer ministro marroquí, pronunció en el transcurso
de su comparecencia ante una sesión plenaria de la Cámara de
Representantes en Rabat —órgano similar a nuestro Congreso
de los Diputados— intervención destinada a realizar un
balance de la mitad del mandato de su Gobierno, las
siguientes palabras: “Llamamos a la amiga España a abrir un
diálogo constructivo con Marruecos para poner fin a la
ocupación de estas dos ciudades marroquíes —se refería a
Ceuta y Melilla— y de las islas vecinas expoliadas, dentro
del marco de una visión de futuro”.
Para El Fasi, el hecho de que “España niegue a Marruecos el
derecho de recuperar dichos territorios, es anacrónico con
el espíritu de los tiempos y con las relaciones estratégicas
de buena vecindad existentes entre los dos países”.
En su alocución, el primer ministro apuntó que la “visión”
de futuro que se abra sobre Ceuta y Melilla y los islotes,
“deberá tener en cuenta los intereses comunes de los dos
países y las nuevas realidades estratégicas y geopolíticas”.
Atención a este último concepto por es muy importante y más
adelante volveremos sobre él.
No es difícil percatarse de que las cumbres europeas que se
celebraron en esas fechas en Madrid, actuaron de caja de
resonancia, amplificando a costa de España, el mensaje que
Marruecos pretendía enviar a toda la comunidad
internacional.
Presiones
Según publicó el diario El País el mismo día 17 de mayo en
un artículo firmado por Ignacio Cembrero, “las palabras del
primer ministro fueron pronunciadas un mes después de que la
aduana marroquí colocase en la frontera de Melilla un cartel
en el que se tacha a la ciudad de “ocupada”. La diplomacia
española trasladó a Rabat su “malestar” por esta iniciativa,
pero no obtuvo ninguna explicación y el aviso sigue colgado
en el mismo lugar”.
¿Se trata de una mera coincidencia y no existe la menor
correlación entre la ofensiva verbal del jefe del Gobierno
marroquí y el intento de entrada a Melilla de 15
subsaharianos procedentes de Marruecos, que tuvo lugar horas
después de su alocución, siendo esta la primera tentativa de
estas características registrada desde 2008, que fue
repelida por la Guardia Civil y la Policía?
Por otra parte ¿guarda alguna relación con la postura
marroquí, el hecho de que según el artículo firmado por Luis
Ayllón en el diario ABC, cuatro días más tarde, el viernes
día 21, el Gobierno se viera obligado a rechazar una nota
diplomática enviada por Marruecos a la Embajada de España en
Rabat, en la que se comunicaba que había sido detenido un
ciudadano español cuando intentaba entrar a nado «en el
presidio de Ceuta», según supo ABC de fuentes solventes?
La representación diplomática devolvió de inmediato la nota
verbal a Marruecos por incluir el término «presidio», que
Rabat suele utilizar en sus peticiones sobre Ceuta y
Melilla, pero que no es habitual que emplee en los textos
dirigidos a España. Además, el embajador, Luis Planas, habló
con un alto cargo del Ministerio marroquí de Exteriores para
expresarle su protesta y su interlocutor se limitó a decir
que tomaba nota.
Agresiones y afrentas
No obstante todo lo expuesto, el ministro de Exteriores,
Miguel Ángel Moratinos, considera, según dijo en el Foro
ABC, que nada de esto impide que se mantenga una buena
relación bilateral. Claro que la buena relación bilateral
tradicional, tampoco impidió que en julio de 2002, Marruecos
ocupara durante unos días el islote de Perejil, lo que causó
una seria crisis diplomática.
Tampoco esta muy buena relación que mantenemos con la nación
amiga de Marruecos, fue obstáculo para que en noviembre de
2007, se produjera un nuevo foco de tensión entre ambos
países, al expresar el Rey Mohamed VI su “condena” y
“denuncia” por la visita de don Juan Carlos y doña Sofía a
las ciudades de Ceuta y Melilla, advirtiendo en tono
desafiante, que las “autoridades españolas deberán asumir su
responsabilidad en cuanto a las consecuencias” de la gira
real, situación que desembocó en la retirada del embajador
marroquí de Madrid durante dos meses.
Fue seguramente nuestra buena relación con Marruecos la que
motivó que nuestro Presidente fuera recibido en el
aeropuerto de Oujda, en Julio de 2008, con una bandera
minúscula de España, tamaño toalla, rodeada de decenas de
banderas marroquíes, lo que sin duda constituyó un desplante
y una falta de respeto a nuestro país.
Actitud de España
Ante todos estos guantes lanzados por el reino alauita, el
Ejecutivo español, pudiendo haber respondido con la misma
contundencia con que lo hizo el país amigo, actuó con una
muy ponderada tolerancia, renunciando a presentar protesta
diplomática alguna. No obstante, al día siguiente de la
última solicitud hecha por Marruecos, el diario La
Vanguardia reflejaba en sus páginas una noticia difundida
por la agencia EFE, que decía: “La vicepresidenta primera
del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, ha
asegurado que “la soberanía y españolidad de Ceuta y Melilla
no están en cuestión de ninguna manera” y ha señalado que
“esta posición la conoce Marruecos”, país con el que existe
“muy buena relación”. De todos modos, el sentido común dice
que la postura recurrente del reino de Marruecos, constituye
una falta de respeto a la relación de buena vecindad de dos
países que dicen ser amigos”.
En este mismo sentido la vicepresidenta comentó que la
relación con el reino alauí se ha intensificado durante la
presidencia española de la UE y ha recordado la cumbre
UE-Marruecos celebrada en Granada el 7 de marzo pasado y en
la que se le pidió a Marruecos públicamente en rueda de
prensa, avances en materia de Derechos Humanos.
A este respecto convendría recordar que España ha sido el
principal valedor de esa cumbre, que tuvo como telón de
fondo el estatuto avanzado concedido por Bruselas a
Marruecos, incluso a veces con perjuicio notorio para
nuestros propios agricultores, con el fin de dar
“estabilidad” a toda la zona y ello a pesar de que Rabat
sigue sin reconocer la integridad territorial española.
Por último, la vicepresidenta precisó que el ministro de
Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos se encontraba “en
permanente contacto” con las autoridades marroquíes, lo que
nos mueve a pensar que gracias a la notable eficacia de la
diplomacia española, las cuestiones expuestas no van a más,
ya que estos llamamientos a la integración de ambas ciudades
en Marruecos, constituyen actos temerarios que podrían
procar tensiones y conflictos de consecuencias
imprevisibles, pues este tipo de salidas siembran el
desasosiego entre nuestros paisanos del otro lado del
Estrecho. Desasosiego para el que sólo hay un antídoto:
cercanía y protección del Estado y del resto de los
españoles.
Política marroquí
Como resultado de la política que Marruecos viene
desarrollado durante años, a cualquiera que pase hoy por
Melilla, le resultará dificil saber a qué lado de la
frontera se encuentra, ya que la ciudad está amortiguándose
a pasos agigantados a causa del aumento de la población del
otro lado de la frontera, induciendo así una transformación
de la estructura sociológica de la ciudad. Pero Marruecos no
se conforma con lograr la metamorfosis de las poblaciónes
melillenses o ceutíes, sino que intenta extenderla al resto
de España, “invitando” a diversos medios y periodistas
españoles a viajar al país alauíta, patrocinados por
diversas entidades marroquíes con el fin de “conocer el
Marruecos del siglo XXI”.
Los intereses de España —y de Europa en general— en el
Magreb, son cada día más sensibles y no deben quedar
expuestos a soflamas de irredentismo, que convergen con las
amenazas reiteradas de Al Qaida contra la presencia española
en la región.
Españolidad de los territorios pretendidos
Por sabidas, probadas y notorias, sonroja citar de nuevo, la
enumeración de las razones históricas, políticas y jurídicas
en las que se basa la españolidad de los territorios
inverosímilmente pretendidos por la nación amiga de
Marruecos, por más que no estorbará recordar por enésima vez
que España ejerce su soberanía sobre Melilla desde 1496 y
sobre Ceuta, desde 1580. En su origen, fueron puestos de
avanzada tras la conquista por los Reyes Católicos del
último reino andalusí de la Península; el nazarí de Granada,
en 1492. Resulta por tanto insólita y falaz la pretensión de
unos territorios que jamás se poseyeron, ya que Marruecos
obtuvo su independencia, en 1956.
Reflexiones sobre la situación
Cuando es bien sabido que las relaciones internacionales
están presididas principalmente por razones de intereses
propios, resultaría prudente y aconsejable al menos,
considerar el retórico término de esa pretendida amistad que
nos ha venido ligando a al reino alauita, por una idea mucho
más práctica y realista, basada en los intereses de mutua
conveniencia.
Partiendo de esta realidad, no deberíamos perder de vista
una serie de actitudes muy significativas y que una tras
otra nos ponen frente a los ojos el irredentismo marroquí.
Como se ha podido comprobar desde que asumió su
independencia, Marruecos jamás abandonará sus aspiraciones
anexionistas, salvo que las circunstancias así se lo
impongan, dado que cuanto más territorio esté bajo su
dominio, mayor poder obstentará en el contexto
internacional. Así lo demuestra el ritual en el que se han
convertido sus reiteradas peticiones, utilizando para ello
los crecientes lazos económicos y demográficos entre ambos
países.
Constituiría un grave error ignorar que la cruzada islamista
de Marruecos no se esconde. Con un ministerio de Asuntos
Islámicos, unos cien cristianos han sido expulsados del
país, al parecer, por hacer proselitismo, entre los cuales
figura el español, Francisco Patón Millán, dirigente de una
empresa energética, que fue expulsado recientemente, acusado
de intentar convertir a musulmanes. Este un ejemplo claro de
la falta de correspondencia en el mundo islámico y el mundo
occidental o lo que equivaldría a decir: entre el islamismo
y el cristianismo.
El Corán, texto sagrado del Islam que refleja la Palabra
directa de Dios, es contradictorio en su tratamiento de los
infieles. Por un lado, afirma que cristianos, judíos, ateos
y otros no creyentes serán castigados el día del Juicio
Final y que, por tanto, los musulmanes han de perseguirles,
derrotarles y repudiarles. Pero por otro, rechaza la
violencia frente a estos infieles y asegura que todos los
creyentes en Dios, sean de la religión que sean, si han
obrado el bien, recibirán la recompensa de su Señor. Es
entonces cuando la interpretación humana enfoca los mandatos
divinos según sus particulares intereses políticos,
sociales, culturales, religiosos y económicos.
En este punto, convendría tener muy en cuenta la
significación simbólica de que la primera cumbre entre un
país árabe y la Unión Europea se celebrara en Granada, cuya
conquista supuso el fin del dominio musulmán en España y
precisamente en el Palacio de Carlos V, monumento situado en
el corazón de la Alhambra y que en su momento simbolizó el
triunfo de la Cristiandad sobre el Islam.
No es menos digno de tener en cuenta el hecho de que 20.000
marroquíes vengan legalmente a trabajar regularmente a
España cada año, donde ya están establecidos 746.000 que
viven en nuestro país y constituyen la segunda población más
numerosa, tras la rumana, mientras que el número de
españoles que viven en Marruecos es de 6.278.
Ahora que nuestro país sufre una crisis económica sin
precedentes, las autoridades de Marruecos han debido de
pensar que es el momento de echar un nuevo pulso a España.
De ahí que las declaraciones del primer ministro, Abbas El
Farsi, constituyan un regalo envenenado a nuestro Gobierno.
Abrir un diálogo sobre este tema, supondría sacralizarlo y
terminaría por volverse contra España, ya que para Rabat
sería el principio del reconocimiento de que realmente
existe un contencioso. Y ello significaría acercarse
peligrosamente al abismo. La crisis económica y financiera
que sacude España tiene al Gobierno en serias dificultades,
y la petición marroquí en lugar de darle oxígeno para
enfrentarla, le añade un nuevo quebradero de cabeza.
A largo plazo, la estrategia de la presión continua ha
proporcionado excelentes resultados al sultanato. De suerte
que, paso a paso, se fueron anexionando Ifni, la franja de
Tarfaya y el Sáhara occidental, con la pérdida que para
España ha conllevado en materia de pesca, fosfatos,
yacimientos petrolíferos o soberanía sobre las aguas.
Mientras Abbas El Fassi llama al diálogo a España, en base a
que la Ley española obliga al empadronamiento de los
extranjeros, y más allá de eso, incluso, a la reunificación
familiar, en Ceuta y Melilla se tramitan diariamente un
número importante de empadronamientos solicitados por
ciudadanos marroquíes que han logrado unirse en matrimonio
con musulmanes españoles de estas ciudades, convirtiéndose
las mismas en escenario donde practicar el ‘matrimonio de
conveniencia’. Diariamente el Registro Civil ha de validar
matrimonios de musulmanes donde una de las partes procede de
Marruecos —ya sea el hombre o la mujer— y este es un proceso
muy preocupante que puede llegar a escapar de nuestro
control. Concretamente y por este procedimiento, en un año,
la población ceutí ha crecido en casi 1.900 personas,
ascendiendo en la actualidad a 80.570. Esta situación, sirve
de clara base a Marruecos para mantener una posición de
fuerza -por causa de la población- más allá de los
razonamientos de índole histórico-jurídica, válidos
internacionalmente.
Desde el realismo político, el rey de Marruecos sabe que la
conquista de tales territorios dependerá, ante todo, de su
poderío político —militar, diplomático, económico o
demográfico— frente a España. Con la Marcha Verde, cuando en
España existía un vacío de poder, se hicieron con el control
casi total del Sáhara Español. Con el anterior Ejecutivo,
los marroquíes probaron a echar un pulso a España invadiendo
el islote de Perejil. Ahora, en una situación de crisis
internacional en la que cada país está inmerso en sus
propios problemas y aprovechando que la Unión Europea se
niega a reconocer la españolidad de las dos ciudades en
cuestión, intentan dar un paso más en sus propósitos.
En esta situación ¿quien nos asegura que mañana no seremos
objeto de otra marcha verde?
|