Es lo primero que vi el pasado
viernes al llegar al centro de uno de esos pueblos toledanos
que tiene un sabor especial, Oropesa.
En su plaza principal y haciendo uso de sus derechos a
reclamar lo que les pertenece, aparecían varios carteles con
esta reivindicación, para que se enteren los políticos de
turno, cuando les apremien otras gentes, que no deben
regalar algo que, por su discurrir, se desliza hacia el
Atlántico, por mucho que intenten desviarlo, en su
totalidad, o en parte, hacia el Mediterráneo, nos referimos
al Tajo.
Pregunté a unos jovencitos que qué era lo que ahí se
reivindicaba y dos chiquillas, de no más de 16 años me
decían:” Es que está bien ceder parte del agua si la
necesitan para beber, pero no para regar campos de golf”.
Más claro agua, y la del Tajo es abundante, pero se necesita
en su curso natural, no en el marcado por los políticos.
Esto, especialmente la respuesta de las dos jovencitas
estas, me produjo una buena impresión, al comprobar que las
gentes saben defender lo suyo y valorarlo al máximo, siendo
generosos cuando hay necesidades, pero no siendo tan
desprendidos como para tirar lo de ellos y dárselo a
vividores para que se enriquezcan a costa suya.
Y si con el Tajo saben valorar lo que tienen, en torno a su
Parador de Turismo, mucho más. Y no es para menos, por
cuanto es todo un lujo que en un pueblo de no más de 3500
habitantes, a escasos 150 kilómetros de Madrid, pegando con
la carretera Nacional V y mirando hacia la Sierra de Gredos,
haya un lugar tan acogedor y tan lujoso como es el Parador
de Oropesa.
La pasada semana, para mí, había sido muy movida y el
viernes, por aquello de que hay que estar con la familia en
los momentos agradables, me fui a tierras madrileñas, con lo
que la primera de las paradas fue en Oropesa.
Nada más salir de la carretera, a la misma entrada del
pueblo aparece la señal identificativa de Paradores. Ahí,
está claro que, no hay pegas para anunciar lo que hay y es
que, aunque en algunas partes ignoren esto, un Parador le da
nombre a un lugar y el lugar debe y tiene que darle lo
necesario para que su clientela esté bien.
Por razones que no vienen a cuento, ahora, conozco la mayor
parte de los Paradores de Turismo de España y raro es en el
que no haya algo distintivo y especial de ese Parador.
Éste que estamos citando hoy, fue Palacio de los Álvarez de
Toledo y en todos los rincones, cada uno a cual más típico,
queda una huella de sus antiguos dueños, y desde los que,
viviendo las comodidades del Siglo XXI, no cuesta trabajo
regresar al XV, al XVI e incluso más lejos.
Uno que está acostumbrado a vivir, llevo más de 30 años
aquí, en estos 18 kilómetros cuadrados, sí que se atrevería
a recomendar, especialmente para las salidas de vacaciones,
lugares especiales, cercanos a todo el bullicio, pero con la
tranquilidad que te da el entrar a una verdadera fortaleza,
entre unos muros de un lugar que tiene historia y desde el
que se puede admirar una gran parte de la llanura manchega
frente a las crestas, fragosas y ásperas de Gredos, como es
este caso.
El largo fin de semana se me ha hecho corto, las reuniones
agradables con toda la familia, por un lado, el recorrido de
más de 1700 kilómetros, desde que salí de aquí el viernes, y
el haber conocido otro lugar nuevo y muy atractivo, le dejan
a uno un gusto agradable que incita a volver hacer el mismo
o similar recorrido.
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