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OPINIÓN - DOMINGO, 13 DE JUNIO DE 2010

 

OPINIÓN / SNIPER

Cervantes-UIMP en Tetuán: crónica de un diálogo (y VI)
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Del dogma a la ortopraxis; del fundamentalismo literal al simbolismo hemenéutico; de la creencia a la fe; del fanatismo a la liberación. Son curiosas estas religiones monoteístas de la paz (el politeísmo ha sido en la historia mucho más tolerante), Judaísmo, Cristianismo e Islam, con ínfulas de dominio mundial ancladas en sus genes teológicos, valga la expresión, tahúres de la razón y tan remisas al diálogo con todas las cartas encima de la mesa. Este presunto Dios de la Biblia, El Corán y el Nuevo Testamento que rezuma sangre y violencia en los textos. Personalmente deduzco, empirismo en mano, que el enfrentamiento total y a varias bandas va a ser inevitable, lo cual no resta sino que le da valor añadido a experiencias académicas tan valiosas como la vivida la pasada semana en las abiertas aulas del Instituto Cervantes de la ciudad del Dersa, protagonizada por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en colaboración con la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tetuán. Un hito. Hablemos pues pese al “fatum” (término con menos matiz religioso que el “destino”) en ciernes, pues si no podemos orillar lo inevitable quizás podamos al menos relativizarlo. Porque, dicho magrebí, “es mejor que nada”.

En la enconada polémica religiosa entre las tres religiones del común tronco abrahámico, sin visos teológicos de solución, quédense y rumien los lectores esta didáctica “Parábola del Anillo”, escrita por Lessing (1729-1781) en su obra de teatro “Natán El Sabio” (acto 3º, escena 7ª): “Y así, de heredero en heredero, llegó el anillo finalmente al padre de tres hijos, los tres igualmente obedientes y por ello los tres con el mismo amor amados. Sólo de vez en cuando le parecía ser ya el uno o el otro, ya el tercero -cuando se hallaba a solas con uno de ellos y los otros dos no dividían su amante corazón- más digo del anillo que, por piadosa debilidad, había prometido por separado a todos ellos. Así marcharon las cosas mientras fue posible. Pero se acercaba la muerte y el piadoso padre se sintió indeciso. ¡Le dolía causar tal daño a dos de sus hijos, confiados en su promesa!. ¿Qué hacer?./ Envió pues en secreto el anillo a un artífice, con encargo de no escatimar gastos ni esfuerzos para hacer otros dos absolutamente iguales. Así lo hizo el artífice, con tal primor que cuando llevó los anillos ni siquiera el padre pudo distinguirlos. Contento y feliz llamó a los hijos y separadamente entregó a cada uno con su bendición su anillo. Y murió./ Ocurrió después lo que era inevitable. Apenas muerto el padre, cada hijo presentó su anillo y cada uno quiso ser dueño de la casa. Pruebas, reclamaciones, pleitos… de nada sirvieron: ¡fue imposible distinguir el anillo verdadero!./Casi tan imposible como distinguir nosotros la verdadera fe”. Cordialmente dedicado, amigo lector, a “los tres hermanos”: a mis buenos amigos judíos, cristianos y musulmanes. ¡Que el fraticida sea anatema!.

Y es que, como advertía Dante en su “Divina Comedia” trasunto en cierto sentido de la “Escala de Mahoma”, ¡de buenas intenciones está empedrado el camino al Infierno!. Yo les escribiría de geopolítica de los recursos, proyección estratégica de Europa (peligrosamente laxa) y otras lindezas por el estilo en el interesante marco, desde luego, del Diálogo de Culturas y la Alianza de Civilizaciones. Contrastando a Huntington, Tariq Alí, Sami Naïr, Beaufre, Kaplan, Luis Racionero, Mahdi Elmandjra, Toffler… Llegaríamos lejos, se lo aseguro. Porque entre el diálogo y el papel de “tonto útil” hay un angosto tramo. Dialoguemos pues, más que nunca, con franqueza y valentía. Pero no dejemos que nos utilicen como incautos y prescindibles “compañeros de viaje”… Visto.
 

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