Formidable. En la forma y en el
fondo. Antonio Piñero, catedrático de la Universidad
Complutense de Madrid y uno de los mejores expertos
mundiales en los orígenes del Cristianismo, se superó a sí
mismo. Didáctico, conciso y contundente. Para más celos de
monseñor Rouco Varela y a mayor gloria de Dios. Piñero,
quien tuvo el detalle de firmar a este escribano una de sus
numerosas publicaciones, explicó perfectamente los tres
cristianismos que, en síntesis, se desarrollaron después de
la muerte de Jesús, “un rabino judío, que vivió y murió como
judío y por cuya cabeza no pasó en ningún momento fundar
ninguna religión”, a saber: el judeocristiano de Jerusalén,
el más alambicado del gnosticismo y por fin el paulino,
quien finalmente por su simplicidad se llevó el gato al
agua. Es indudable pues, que el Cristianismo cosificado en
Nicea echó a andar dogmáticamente de la mano del
romano-heleno San Pablo, el Lenin del Cristianismo si me
permite el lector y a quien se debe buena parte del “corpus”
cristiano tal y como lo conocemos hoy día. Si el profesor
Piñero estuvo en plena forma no le anduvo a la zaga el joven
pero sobradamente preparado Emilio González Ferrín,
especialista en el Corán, profesor titular de la Universidad
de Sevilla y director de la Cátedra Al Ándalus de la
Fundación Tres Culturas. Ferrín dejó con la boca abierta a
buena parte del auditorio, tanto por sus regates dialécticos
como por su excelente dominio del árabe, centrando en su
documentada exposición una lectura intercultural del Corán
que, aun manteniéndose siempre dentro de la ortodoxia
islámica, alumbró aspectos y principios metodológicos sobre
la compleja elaboración del sagrado texto de los musulmanes
que no dejó indiferente a nadie, lanzando eso sí alguna
ligera puya sobre el wahabismo saudí: “Pero esos, ¿qué saben
de historia?”. Tras defender el profetismo de Mahoma, “en
cierto sentido paulista a su manera”, fue concluyente: “No
hay historia del mundo sin historia del Islam y no hay
historia del Islam sin historia del mundo”.
Esto es diálogo, de culturas, de religiones… En el marco de
la libertad inherente al discurso universitario en el centro
Cervantes de Tetuán y en un país, Marruecos, en el que
conviene recordar se dan unas aceptables condiciones
expositivas para el complejo diálogo de culturas, nada
usuales por desgracia en la gran mayoría de países de la
órbita islámica. Sin duda, el firme papel del joven soberano
alauí Mohamed VI invitando al diálogo y garantizándolo en
buena medida, tiene mucho que ver en ello. Sí, se está
hablando estos días en el seno de este Curso Internacional
de la UIMP (Universidad Internacional Menéndez y Pelayo) con
gran franqueza, contribuyendo el animado debate a la
apertura de mentes y espíritus, meritoria labor por estos
lares tan peculiares…
Precisamente el pasado miércoles durante el almuerzo tuve
ocasión de sentarme al lado del discreto representante de la
UIMP en este foro, el vicerrector Ángel Pelayo
González-Torre, quien como fino cántabro le explicaba a este
su vecino asturiano, no sin cierta socarronería, que el
hecho de ser tan callado se debía a estar siempre al lado de
un activo y locuaz rector. Evaluamos la marcha del curso,
tremendamente positiva, señalándome González-Torre, jurista
de profesión especializado en la historia del pensamiento
jurídico, que por su parte y a la espera de la positiva
respuesta del Cervantes, confiaba plenamente en que la
Universidad Internacional Menéndez y Pelayo siguiera
impulsando, para años posteriores, ésta excelente iniciativa
que está marcando un hito en Tetuán. O si lo prefieren, hay
un antes y un después tras este curso en el diálogo de
culturas en la Blanca Paloma de la Yebala.
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