En la época en la que mis abuelos
maternos llegaron a esta tierra buscando una vida mejor, los
ricos que había en ella se podían contar con los dedos de
una mano y quizás, si me apuran un poco, hasta de esa mano
sobraba más de un dedo,
Luego, con el paso del tiempo, que duda cabe, esos ricos
fueron aumentando en número. Unos ricos que me han dado
mucho juego en mí libro “El Círculo”, que un siglo de estos
publicaré contando las historias de cómo se hicieron ricos
algunos de estos personajes.
Y para que nada falte, con documentación que avala todo
cuanto está escrito en ese libro, algunos cuando lean partes
de esas historias, comprenderán de dónde vienen muchas de
esas fortunas, de las que hoy gozan sus descendientes, y
estoy por asegurar que se llevarán una gran sorpresa, pues
como dijo aquel “No es oro todo lo que reluce” . ¡¡Caretas
fuera!!.
Y como me estoy yendo hacia la historia de algunos de los
ricos de este hermoso pueblo, para que nada falte de ella
también tengo mí particular historia que empezó cuando tenía
siete meses y al menda le dio por hablar con gran claridad.
Así, con esa claridad al hablar mí padre, como todos los
padres, presumiendo de niño, cuando más personas había, me
preguntaba. ¿Andresito, quién tiene la culpa de que seamos
tan pobres?. Y ante el asombro de los presentes, contestaba
“el maldito parné”.
La frase la tengo grabada en mí mente y cuando me acuerdo de
ella que es casi siempre, por no decir a todas horas, viendo
la actual situación del mundo, sigo pensando lo mismos que
cuando tenía siete meses, toda la culpa la tiene el maldito
parné.
El rico sólo mira por aumentar su riqueza sin importarle, ni
poco ni mucho, lo que le puedas suceder al resto de la
Humanidad que se la trae el viento fresco de poniente. Si
única ilusión es ver como aumenta su capital, para tratar de
amasar la mayor fortuna posible mientras esté en este mundo.
Luego cuando se marchan, porque todos nos tenemos que
marchar algún día los que vienen detrás, en la mayoría de
las ocasiones, se encargan de vivir del cuento y de
dilapidar esa fortuna que sin dar un palo al agua se
encontraron.
Casos existen de personas que heredaron una inmensa fortuna
y hoy están tirados en las calles pidiendo limosnas y
ahogando sus penas con el vino. Es la solución al no poderse
llevar la fortuna que amasaron para el otro barrio.
Los ricos, según las palabras de la sabia de mí abuela,
gastan menos que Tarzán en alpargatas. Para la mayoría de
ellos, la mejor forma de divertirse y pasarlo bien, es
contar cada día el dinero que tienen. Esos papeles sucios y
asquerosos que metalizan los corazones.
Pienso, porque puede pensar que, aunque la sabia de mí
abuela tiene toda la razón del mundo, habrá como en botica,
es decir de todos
Pero cuando tengo este pensamiento, me entero que se reúnen
en nuestro país los componentes del “Club Bilderberg”. Las
mayores fortunas del mundo y resulta que le tenemos que
pagar 600.000 mil euros por todos los gastos realizados.
¡¡Que leches, mí abuela tenía razón!!.
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