Lugar AC los Vascos Madrid. Día 31
de mayo. Menú: Croquetitas caseras, ensalada verde y jamón.
Bebida Coca Cola ligth. Comensales Eduardo Punset , Carmina
Maceín propietaria del Museo de Arte Contemporáneo de
Tánger, la futura jueza Elena Quirantes, mi hijo Beltrán y
yo.
Cuestión: ¿Es equiparable el científico Eduardo Punset al
neurólogo y también escritor Deepak Chopra? Son distintos,
pero siguen idénticos postulados acerca de la
neuroplasticidad y del poder inconmensurable del espíritu.
Comparten el sentido de la trascendencia. Pero ignoro si, el
americano doctor Chopra hubiera tenido el infinito aguante
de permanecer sábado y domingo, mañana y tarde, hora tras
hora, en una casetilla de la Feria del Libro de Madrid
firmando ejemplares a 40º a cientos de lectores. El profesor
Punset sí aguantó. Arrebolado y fatigado, sin obviar
palabras de amabilidad y de cercanía a sus seguidores, a
cada uno de ellos, sin pausa ni descanso, pero aguantó.
Llegamos los cuatro, Carmina, mi hijo, mi futura hija y yo,
a media tarde del sábado al Retiro madrileño, ese reducto
frondoso que es el corazón de oxígeno verde de Madrid. Pero,
lógicamente, habían ubicado la feria, con trescientas
casetillas, en el único paseo árido y polvoriento del
recinto. ¡Más calores hacían! Y, los organizadores, con su
proverbial estulticia, no se molestaron en tomar ejemplo de
las ciudades andaluzas y sus ferias, donde, lo primero que
se instalan, son los toldos blancos para paliar los rayos
despiadados de un sol primaveral que parece agosteño. Así,
los de la Pandilla Plumilla tuvimos que pararnos a reponer
sudorinas en un cutre mostrador donde servían granizadas.
Les digo que allí había espacio para, entre las apretadas
filas de casetas, haber instalados chiringuitos con
parasoles y mesas, al estilo del sur. Pero nada. La solanera
derretía los techos de las casetas, hacer colas era un
esfuerzo casi sobrehumano y un riesgo evidente de insolación
letal y, los autores, sudaban la gota gorda, firma que te
firma. El que más firmó en los primeros días y más vendió
fue Punset. Un abrazo apresurado y nos escapamos a la calle
de Alcalá a una terraza en condiciones para rehidratarnos
bebiendo té. El domingo por la mañana más de lo mismo,
llegar, solidarizarnos “Profesor, le va a dar a usted algo”
y salir corriendo en busca de frescor.
La cena-tertulia fue el domingo por la noche, hablamos de lo
humano y de lo divino, de la preciosa Elsa Punset, de las
nietas, de que al día siguiente viajaba para formar parte de
un jurado y organizamos el fin de semana que vamos a pasar,
Dios mediante, en su masía del Bajo Ampurdam donde, la zona
más antigua es del siglo IX. ¿Qué que pinta una periodista
ceutí en una masía del Bajo Ampurdam? Pues nada, los
intelectualoides y la gente del arte que tenemos afinidades
y vamos buscando maestros y guías para el camino. Todo desde
la sencillez más absoluta, pasando muy mucho de los
convencionalismos alienantes, de los esnobismos catetos y de
todo aquello que no sea intercambiar ideas, historias y
vivencias y aprender de las palabras de los más sabios. El
profesor Punset es un hombre de Dios y un hombre sabio.
Muchas criaturas leen y estudian sus obras y mi hijo Beltrán
va a participar en la organización de una “kedada” para tres
mil personas seguidoras de las ideas del maestro. Yo paso.
Me agobian las “kedadas” por muy espirituales e
intelectuales que sean los asistentes y por mucho que
Eduardo Punset exponga desde la tribuna las pautas
vivenciales que presiden su obra.
Pero oírle es un lujo y un privilegio. ¿Chopra o Punset? Dos
grandes pensadores para el siglo XXI. Los dos. Y Mario
Conde.
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