Es evidente que, nuestra España,
necesita un plan urgente de reforestación ética y moral. Han
sido demasiados años tratando de arrancar nuestras raíces y
de sabotear el caudal de nuestros valores a fuerza de ese
“pensamiento único” que es más contaminante que el vertido
de cien industrias.
¿O es que acaso ustedes no han terminado por sentirse
asustados e incómodos ante el riego inherente de la
expresión de cualquier idea que no se adecue estrictamente a
la babosa y grimosa corrección política impuesta? Los
españoles hemos perdido, en esta larga vía dolorosa del
socialismo, espontaneidad y frescura. Estamos y nos sentimos
cohibidos.
De ahí el que, fenómenos televisivos como El Golosina, la
Veneno o los seguidores del Belenestabanismo, se conviertan
en iconos mediáticos. Antes la vulgaridad extrema, el
corralonerío y el barriobajerío que este “buenismo” por
Decreto Ley que trata de convertir a toda la sociedad en una
especie de hipócrita y alienada oenegé, cercenando cualquier
idea contraria, la mínima disparidad. Todo está prohibido. Y
las prohibiciones más radicales son las que conciernen al
lenguaje que expresa las ideas o a las propias ideas que,
sencillamente, no pueden expresarse por miedo a represalias
feroces.
La reforestación y la regeneración que esperamos como agüita
de mayo, incluye el destierro radical de lo “políticamente
correcto”. El que cada cual se exprese como le de la gana,
sin más límites que la educación y la empatía. Educación
para tratar de no ofender y empatía para tratar de no causar
pena al contrario. Hoy por hoy, para escuchar verdades
sensatas no tenemos más remedios que enchufarnos a
Intereconomía o esperar a que Jiménez Losantos “se atreva” a
vocalizar lo que, una abrumadora mayoría de ciudadanos
opinamos .
Tal vez por ello, las esperanzas en el régimen de libertades
que conllevará el triunfo del PP, hayan puesto a tope
nuestras expectativas y hagan latir en nosotros el espíritu
de la Nueva Transición. Con idéntico optimismo, fervor y
alegre esperanza con la que afrontamos la Transición
Antigua, entonces estaba todo por hacer. Hoy, de nuevo, está
todo por restaurar, reparar reconstruir, renovar y adecentar
, una auténtica reforestación tras los estragos y las
tragedias morales y éticas que venimos padeciendo, una
respuesta ecológica ante la política de feroz exterminio de
nuestros valores y la imposición por Decreto Ley del
relativismo moral. ¿Qué están regruñendo con miradas altivas
e inquisidoras? ¿Qué, el comenzar de nuevo, produce una
inmensa ilusión? Vale. Pero siempre que se recupere para el
pueblo la moral de la democracia participativa y siempre
que, los partidos, dejen de ser un club de amiguetes para
colocar y dar de comer a los afines. Movilidad y refresco en
la política sin las directrices ñoñas y cursis de que, hay
que primar “la juventud” como si ser joven fuera en sí
meritorio ¿No han visto ustedes al madurito ese de treinta y
un años que “vá” de eterno Presidente de Nuevas Generaciones
a una edad en la que, el resto de los españoles ya ha tenido
que madurar por huevos y estar reventándose a trabajar?
¡Vaya mérito el del tipo ir de “jovencito” por la vida!
Jovencitos hasta acabar la licenciatura a los veintitrés
años como mucho, luego se acaba el mamoneo y somos todos
adultos de pleno derecho. Y el que no lo sea es que tiene
algún tipo de retraso emocional o simplemente es tonto del
culo. A nuestro PP de nuestra alma le sobran cursilerías y
ñoñerías y le faltan centenares de jubilados marchosos,
llenos de experiencia, con una vida vivida desde la que
pueden opinar con sensatez y con conocimiento de causa. La
inexperiencia de la juventud no es ningún mérito, ni algo
“muy moderno” el colocar a imberbes en puestos claves. Se
reforesta con personas maduras, con la troje de a mies, con
maestros que enseñen con el ejemplo de toda una vida a los
más jóvenes y que constituyan puntos de referencia
sólidamente anclados.
La Nueva Transición que nos toca será la de la autenticidad,
la sinceridad, la libertad, la democracia participativa, la
de la experiencia fecunda, la de predicar con el ejemplo, la
del rigor y la cercanía, la de la excelencia desde la
sencillez. No queremos a divos, ni a pijos, ni a
privilegiados, ni a “niños de papá”, ni a “marisabidillas”,
ni a altivos gilipollas ensoberbecidos por el cargo o
carguillo. La Nueva Transición Ecológica tiene que hacer de
los desiertos morales vergeles y para eso se necesita tener
mucho valor, muchos cojones, mucha dignidad y ser muy ,muy
buena gente. Eso al menos es lo que yo opino y como soy la
que escribo, lo digo.
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