Aunque formalmente las fuerzas de seguridad marroquíes
trabajan para erradicar esas prácticas, la realidad es
tozuda. La inmigración de subsaharianos ha vuelto a
encontrar una ruta segura a través del país vecino. Los
inmigrantes llegan en taxis hasta la cercana población de
Castillejos, desde donde se desplazan hacia las costas
atlánticas, muy próximas a Ceuta.
Allí, entre Larache y Tánger se preparan las ‘expediciones’
en balsas neumáticas. Las mafias proveen de estas barcas
playeras, provistas de remos de plásticos, e introducen en
ellas a entre 6 y 8 inmigrantes con la esperanza de que, una
de dos, o llegan a la costa peninsular, o los recoge la
Guardia Civil española, o la Salvamar para llevarlos a
España. Eso sí, en la inmensa mayoría de las ocasiones, los
subsaharianos son traidos hasta Ceuta. Así ha ocurrido en el
mes de mayo en todas y cada una de las actuaciones llevadas
a cabo a escasas millas de la costa ceutí, a donde se
desembarcaron en los treinta últimos días a un total de 35
subsaharianos que hoy ya forman parte del inquilinato del
Centro Temporal de Estancia de Inmigrantes ceutí.
Marruecos, tras la crisis de las vallas de Ceuta y Melilla
selló sus rutas hacia el norte cuando se comprometió con
España y con la Unión Europea. Cinco años después, las
mafias han vuelto a encontrar los trayectos abiertos, o
cuanto menos, más accesibles.
Observadores políticos determinan que este hecho que seguirá
repitiéndose con asiduidad -vaticinan- se debe a la forma en
que Marruecos trata de presionar a sus vecinos del norte en
su particular tablero de ajedrez político.
|