La progresía es de ideología revolucionaria, por eso está
fuertemente conectada a las ideas de la izquierda política,
toda ella con esos orígenes.
El “progre”, como el revolucionario, pretende en todo
momento romper las estructuras sociales, por eso apoya
cualquier novedad que signifique no un avance para la
humanidad que eso es lo de menos, sino una diferenciación
frente a lo establecido. Todo es útil si sirve para
transgredir, para el conflicto permanente, solo se le exige
eso. No posee valores, porque estos están siempre
contrastados y reconocidos; lo suyo es destruir los ya
existentes sin ofrecer otros para su recambio. Lo importante
es romper la baraja aunque no se ofrezca luego otra para
jugar.
La ideología revolucionaria que enraíza a esta clase
sociopolítica, ha fracasado y en pocos años se ha
desvanecido como una torre de naipes, quedando residualmente
una serie de tópicos desmentidos por los acontecimientos;
pero que repetidos hasta la saciedad, han conseguido que
entren bien por los oídos de muchas personas y lo que es
peor, que arraiguen todavía en minorías de jóvenes bien
intencionados; pero incapaces de discernir.
Como la responsabilidad histórica y personal no es virtud
que adorne a nuestros “progres”, cuando los resultados de
sus propuestas, en muchos casos exigidas e impuestas con
violencia, son manifiestamente desastrosos, disimulan su
fracaso y jamás se arrepienten de sus errores.
Se diluyen como un azucarillo en el agua, desapareciendo de
la escena, hasta la siguiente que será cuando encuentre una
“genial” idea que contradiga lo establecido que para ellos
siempre, por definición, es malo aunque la historia haya
confirmado su excelencia.
No importa fracasar una y otra vez.; la culpa siempre será
de los otros y para reafirmarlo siempre encontrará la
inestimable colaboración de los medios de comunicación
afines que envolverán con su propaganda cualquier atisbo de
de responsabilidad. La caída del telón de acero es quizás el
paradigma más evidente de la actuación de la “progresía”: Se
disimula, se ignora que haya existido tan brutal tiranía al
este de Europa, después de haber sido apoyada, publicitada,
recomendada y tratada de imponer durante decenios.
La tentación de todo progresista es abandonarse al fluir de
la historia hasta que se pierde en ella. Las personas que no
son “progre”, porque prefieren actuar con responsabilidad,
si son partidarias de cambiar este mundo; de introducir
continuamente mejoras que supongan un auténtico progreso
material o espiritual para la humanidad; pero sin someter a
sus congéneres a arriesgados experimentos que no hayan sido
previamente contrastados.
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