Mi visita a Israel y a los territorios Palestinos fue una
experiencia realmente hermosa e inolvidable; un lugar en el
que como en ninguna parte del Mundo los conceptos de
Historia y Religión están tan ligados que separarlos es
misión imposible, tanto como evitar las emociones los
sentimientos y los propósitos que allí te embargan.
Se puede viajar sin Fe a estas tierras, ser agnóstico, ateo
o todo lo contrario, pero seguro que no vas a volver
indiferente, por muchas razones, a veces ilógicas o
intangibles.
Antes de salir de Madrid ya nos percatamos que viajábamos a
un lugar distinto, lo ves en los ojos de las chicas que te
interrogan en Barajas; a mi me tocó una judía nacida en
Israel, me advirtió unas cuantas veces que no aceptara
ningún objeto de nadie antes de subir al avión, es por su
seguridad, decía. Claro, ese y mil controles mas se pasan
antes de subirte a un autobús en Ben Gurión. La vuelta es
todavía más entretenida.
Llegamos a Tierra Santa en nuestro domingo de Resurrección,
es Pascua para los judíos. Un precioso atardecer y un mar de
banderas blancas y azules con la estrella de David nos
reciben en Israel, reafirmando quien gobierna en esas
tierras. También Rayani, nuestro guía que nos va a acompañar
toda la semana. No es musulmán aunque lo parece, pero si es
palestino, cristiano, católico, romano; nacido y domiciliado
en Belén. Quedamos a las 6.30, tempranito, hay una hora de
diferencia con España.
Comenzaremos nuestra aventura en el Norte, junto al lago
Tiberiades frente a los altos del Golán, frontera con Siria.
Todas las fronteras de este país están marcadas por
alambradas electrificadas, muros de hormigón, carreteras de
vigilancia. Viajaremos por autopistas en tierras palestinas
por donde solo pueden circular vehículos israelitas, nos
cruzaremos con jóvenes, muy jóvenes que van armados; “su
novia” llaman al arma que portan cargada siempre al hombro
mientras dura la mili.
El primer golpe al corazón es Nazareth, la basílica de la
Anunciación, custodia franciscana en Tierra Santa, está
llena de ángulos, aristas, un pesado mazacote, no me gusta,
pero subo al piso de arriba y veo la luz que entra por la
cúpula llena de emes de María, en las paredes una virgen
preciosa de cada país tamaño XXL y la Paz …….
De aquí vamos a Haifa, subimos al Monte Carmelo, allí está
la Reina de los Mares, Stella Maris nuestra Virgen del
Carmen, en un santuario desde el que se ve ese mar
Mediterráneo tan precioso, tan azul…tan importante para los
caballas.
Bajamos a San Juan de Acre y corremos por los pasadizos
abandonados por aquellos caballeros que un día fueron a
luchar por la Cruz, los Cruzados, los Templarios, los
Hospitalarios, su último refugio en Tierra Santa fue este.
¡Emocionante!
Y a última hora de la tarde boda en Canaán, nos casamos,
¡que bonita, que alegre ceremonia y que felicidad se
respira!.
Estamos muertos de hambre, llegamos al hotel a cenar
¡sorpresa!, aquí se come kosher, estamos en Pascua, no hay
alimentos con levadura, nada de pan ni cervecitas, hay
tortas y agüita, la leche y sus derivados no se mezclan con
la carne, no se come cerdo….bueno, ya sabes, donde fueras
haz lo que vieras….
Otro día comienza también muy temprano, es habitual en este
país. Visitamos los alrededores del mar de Galilea,
Cafarnaum, Tabgha, el monte de las Bienaventuranzas, por
aquí todo está relacionado con el que guarda las llaves del
Cielo, San Pedro, “sobre esta piedra edificare mi iglesia”.
Fue en Cafarnaum en casa de Pedro donde Jesús se refugió
cuando casi lo despeñan en Nazareth, aquí empezó su
ministerio, aquí seguramente fue feliz.
Embarcamos para cruzar el lago, nos llevan a comer a un
kibutz. El capitán enarbola nuestra bandera, y suena el
himno de España, Rafa, caballero legionario, comienza a
cantar aquello de…nadie en el tercio sabía…quien era aquel
legionario… un segundo después estamos todos de pie cantando
a pleno pulmón y rompiendo en aplausos, somos de Ceuta.
Esta tarde toca el monte Tabor, el de la Transfiguración.
“Cierra los ojos y aprieta los dientes, no temas a la
muerte….” son curvas bien cerradas y muy pendientes hay que
subir en taxis, los conductores pasan el día arriba y abajo
a toda velocidad.
Para rematar la jornada me vuelvo a bautizar, esta vez en el
Jordán, como hizo San Juan con Jesús, David me pone
Inmaculada, otra vez.
Mañana vamos al desierto, camino de Jerusalén. Visitamos
Qumram donde los esenios copiaron el Antiguo Testamento, nos
bañamos en el Mar Muerto y comemos en Jericó, la ciudad mas
antigua del Mundo. En el Monte de la Cuarentena el diablo
tentó a Jesús durante 40 días. Compramos dátiles ummm!!! que
ricos!!! Es pura miel, son los dátiles del rey Salomón.
Estamos llegando a Jerusalén, empiezan a aparecer colinas y
la primera vista de la ciudad es decepcionante, mas casas
feas de bloques calizos como en el resto del país, hasta que
veo el Monte de los Olivos, las cebollas doradas de la
iglesia ortodoxa de la Magdalena y unos metros mas abajo el
colorido pórtico de la basílica de la Agonía,... al otro
lado, dentro de las murallas milenarias de Jerusalén la
cúpula dorada de la mezquita de la Roca y la negra de Al-Aqsa,
que belleza Señor!
Visitamos primero el monte de Sión, Jesús estuvo detenido en
una fosa subterránea aquí localizada mientras Pedro le
negaba, era la mazmorra de la casa de Caifás, es Gallicantu
“antes de que el gallo cante dos veces tu me habrás negado
tres”.
El lugar de la Última Cena está a la vuelta de la esquina,
el Cenáculo, la propiedad es franciscana desde que los reyes
de Nápoles la regalaran a la Orden hace ya unos cuantos
siglos, pero no podemos utilizarla como iglesia, salvo en
Viernes Santo, los judíos tienen abajo la tumba del rey
David y ellos mandan…
Nuestros tres curas David, Isidro y Álvaro, nos dirigen
hacia una pequeña iglesia franciscana muy cercana donde
renuevan sus Votos Sacerdotales, es emocionante ver sus
caras tan jóvenes llenas de felicidad, estoy muy contenta
por ellos y por que lo compartan conmigo, es un verdadero
honor.
Ya estamos en Jerusalén, hoy la mañana está fresquita, nos
dirigimos a las afueras, a Ein Karem, donde vivía Isabel,
María viene a verla, las dos están embarazadas. No sé porqué
pero no paro de tatarear la Salve Rociera, será por la
borriquita que hay pintada con la Virgen a su lomo en el
pórtico de la iglesia, ole… ole….
Luego a Belén, a la Natividad y cuando por fin, tras una
cola de un buen rato me acerco a la estrella de plata que
marca la gruta donde nació Jesús escucho un sollozo, es
Tato, se ha arrodillado y la emoción ha podido con él, ¡un
hombretón llorando como un niño!
Imagino esta magnífica basílica construida por los Cruzados,
en sus tiempos “la más bella de la cristiandad” llena de
aquellos caballeros, engalanados con sus túnicas blancas y
la cruz roja del Temple en el pecho, orando, las rodillas en
el suelo y las manos apoyadas en la empuñadura de su
espada.. Dicen que los musulmanes no destruyeron la iglesia
porque en los mosaicos del pórtico aparecían unos señores
con turbantes, lo que no sabían es que se trataba de
nuestros Reyes Magos.
Un ratito más tarde en el Campo de los Pastores voy a
participar en la Eucaristía mas entrañable a la que asistiré
en mi vida, Isidro habla de la humildad pero quiere que
hablemos nosotros, está muy contento igual que todos, Amalia
empieza a cantar un villancico, los demás la siguen, tenemos
la alegría de la Navidad en el corazón, estamos en Belén, no
nos queremos ir de aquí.
No finalizamos el día aún, nos dejan a unos cuantos junto a
la ciudad vieja, queremos ver el Muro Occidental aunque sea
casi de noche, pasamos un control militar en el acceso y nos
encontramos una gran explanada, a la izquierda el Muro,
majestuoso en su sencillez, todos esos hombres de negro con
sus tirabuzones y sombreros balanceándose y lamentando la
perdida de aquel Templo. Las mujeres rezan aparte. Hacemos
un par de fotos, creemos que molestamos, hace frío. Ya
volveremos con los demás otro día.
Últimas visitas, las más emotivas: el Monte de los Olivos,
es muy empinado, mejor bajarlo, más cómodo sobre todo para
los que tienen unos añitos ya.
Arriba del todo la iglesia de la Ascensión, es un templete
octogonal construido por los cruzados, hoy día convertido en
mezquita. Dentro, la huella de Jesús cuando ascendió al
Cielo, solo una, la otra se la llevaron a la Meca. Bajamos
un poquito, un muchacho nos quiere vender una ramita de
olivo a la entrada del Pater Noster, un euro me pide, y es
que apenas hay olivos, mas bien cipreses, abetos, pinos,
pero pocos olivos. Rayani reza para nosotros el Padre
Nuestro en arameo, los ojos se me llenan de lágrimas, es el
lugar donde Jesús lo enseñó por primera vez.
Estamos en Dominus Flevit, “El Señor lloró mirando hacia
Jerusalén”, y algo de la magia de esa mirada debe quedar
pues lo que estoy viendo es realmente hermoso, la vista de
Jerusalén desde lo alto del Monte de los Olivos debería ser
Patrimonio de la Humanidad.
Unos metros mas abajo el huerto milenario de Getsemaní, un
cartel colgado en un olivo recuerda que lo plantó el papa
Pablo VI en el 64, a su lado la basílica de la Agonía y
enfrente la Puerta Dorada. Los musulmanes la sellaron y
colocaron delante un cementerio, tiene guasa, para que el
mesías de los judíos cuando venga no pueda entrar.
Tarde del viernes, cientos, tal vez miles de personas en
Jerusalén se disponen a seguir el Vía Crucis por la Vía
Dolorosa, es impresionante, indescriptible. Empezamos en la
Torre Antonia donde juzgaron a Jesús y Poncio Pilato dijo
aquello de “ecce homo” lavándose las manos, cruzamos las
entrañas de la ciudad vieja camino del Gólgota pasando por
bazares, iglesias, mezquitas, capillas, etc para acabar en
el barrio cristiano, en el techo del Santo Sepulcro donde
una comunidad de cristianos coptos etíopes tienen sus casas,
es la comunidad mas pequeña y pobre de Jerusalén.
Por fin la iglesia de la Resurrección, el Santo Sepulcro,
cientos de fieles de todos los credos nos agrupamos en una
fila interminable con el fin de acceder solo unos segundos
al Sepulcro de Jesús. Un pope ortodoxo vigila. Más allá la
Lápida de la Unción con sus maravillosas lámparas de aceite
y unos empinados peldaños que escalo para llegar al Gólgota,
beso el lugar donde dicen que estaba la Cruz un símbolo de
martirio pero también de resurrección y de amor.
A la mañana siguiente, muy temprano, a las 7 vuelvo porque
David va a dar misa en el altar católico junto al Calvario y
tengo la oportunidad de entrar otra vez en el Sepulcro
gracias a un padre franciscano que está en la puerta. Es tan
diferente de ayer tarde como el día lo es de la noche, puedo
rezar con toda mi alma la oración que había oído el día
anterior en su sonido original en aquella cueva que no se si
seria exactamente donde Jesús rezó el Padre Nuestro por vez
primera, pero si donde infinidad de creyentes la han
repetido día tras día, siglo tras siglo tal como El la
enseñó.
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