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OPINIÓN - DOMINGO, 30 DE MAYO DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Una experiencia inolvidable que acaricia el alma

Por Inmaculada Martín Casasola


Mi visita a Israel y a los territorios Palestinos fue una experiencia realmente hermosa e inolvidable; un lugar en el que como en ninguna parte del Mundo los conceptos de Historia y Religión están tan ligados que separarlos es misión imposible, tanto como evitar las emociones los sentimientos y los propósitos que allí te embargan.

Se puede viajar sin Fe a estas tierras, ser agnóstico, ateo o todo lo contrario, pero seguro que no vas a volver indiferente, por muchas razones, a veces ilógicas o intangibles.

Antes de salir de Madrid ya nos percatamos que viajábamos a un lugar distinto, lo ves en los ojos de las chicas que te interrogan en Barajas; a mi me tocó una judía nacida en Israel, me advirtió unas cuantas veces que no aceptara ningún objeto de nadie antes de subir al avión, es por su seguridad, decía. Claro, ese y mil controles mas se pasan antes de subirte a un autobús en Ben Gurión. La vuelta es todavía más entretenida.

Llegamos a Tierra Santa en nuestro domingo de Resurrección, es Pascua para los judíos. Un precioso atardecer y un mar de banderas blancas y azules con la estrella de David nos reciben en Israel, reafirmando quien gobierna en esas tierras. También Rayani, nuestro guía que nos va a acompañar toda la semana. No es musulmán aunque lo parece, pero si es palestino, cristiano, católico, romano; nacido y domiciliado en Belén. Quedamos a las 6.30, tempranito, hay una hora de diferencia con España.

Comenzaremos nuestra aventura en el Norte, junto al lago Tiberiades frente a los altos del Golán, frontera con Siria. Todas las fronteras de este país están marcadas por alambradas electrificadas, muros de hormigón, carreteras de vigilancia. Viajaremos por autopistas en tierras palestinas por donde solo pueden circular vehículos israelitas, nos cruzaremos con jóvenes, muy jóvenes que van armados; “su novia” llaman al arma que portan cargada siempre al hombro mientras dura la mili.

El primer golpe al corazón es Nazareth, la basílica de la Anunciación, custodia franciscana en Tierra Santa, está llena de ángulos, aristas, un pesado mazacote, no me gusta, pero subo al piso de arriba y veo la luz que entra por la cúpula llena de emes de María, en las paredes una virgen preciosa de cada país tamaño XXL y la Paz …….

De aquí vamos a Haifa, subimos al Monte Carmelo, allí está la Reina de los Mares, Stella Maris nuestra Virgen del Carmen, en un santuario desde el que se ve ese mar Mediterráneo tan precioso, tan azul…tan importante para los caballas.

Bajamos a San Juan de Acre y corremos por los pasadizos abandonados por aquellos caballeros que un día fueron a luchar por la Cruz, los Cruzados, los Templarios, los Hospitalarios, su último refugio en Tierra Santa fue este. ¡Emocionante!

Y a última hora de la tarde boda en Canaán, nos casamos, ¡que bonita, que alegre ceremonia y que felicidad se respira!.

Estamos muertos de hambre, llegamos al hotel a cenar ¡sorpresa!, aquí se come kosher, estamos en Pascua, no hay alimentos con levadura, nada de pan ni cervecitas, hay tortas y agüita, la leche y sus derivados no se mezclan con la carne, no se come cerdo….bueno, ya sabes, donde fueras haz lo que vieras….

Otro día comienza también muy temprano, es habitual en este país. Visitamos los alrededores del mar de Galilea, Cafarnaum, Tabgha, el monte de las Bienaventuranzas, por aquí todo está relacionado con el que guarda las llaves del Cielo, San Pedro, “sobre esta piedra edificare mi iglesia”. Fue en Cafarnaum en casa de Pedro donde Jesús se refugió cuando casi lo despeñan en Nazareth, aquí empezó su ministerio, aquí seguramente fue feliz.

Embarcamos para cruzar el lago, nos llevan a comer a un kibutz. El capitán enarbola nuestra bandera, y suena el himno de España, Rafa, caballero legionario, comienza a cantar aquello de…nadie en el tercio sabía…quien era aquel legionario… un segundo después estamos todos de pie cantando a pleno pulmón y rompiendo en aplausos, somos de Ceuta.

Esta tarde toca el monte Tabor, el de la Transfiguración. “Cierra los ojos y aprieta los dientes, no temas a la muerte….” son curvas bien cerradas y muy pendientes hay que subir en taxis, los conductores pasan el día arriba y abajo a toda velocidad.

Para rematar la jornada me vuelvo a bautizar, esta vez en el Jordán, como hizo San Juan con Jesús, David me pone Inmaculada, otra vez.

Mañana vamos al desierto, camino de Jerusalén. Visitamos Qumram donde los esenios copiaron el Antiguo Testamento, nos bañamos en el Mar Muerto y comemos en Jericó, la ciudad mas antigua del Mundo. En el Monte de la Cuarentena el diablo tentó a Jesús durante 40 días. Compramos dátiles ummm!!! que ricos!!! Es pura miel, son los dátiles del rey Salomón.

Estamos llegando a Jerusalén, empiezan a aparecer colinas y la primera vista de la ciudad es decepcionante, mas casas feas de bloques calizos como en el resto del país, hasta que veo el Monte de los Olivos, las cebollas doradas de la iglesia ortodoxa de la Magdalena y unos metros mas abajo el colorido pórtico de la basílica de la Agonía,... al otro lado, dentro de las murallas milenarias de Jerusalén la cúpula dorada de la mezquita de la Roca y la negra de Al-Aqsa, que belleza Señor!

Visitamos primero el monte de Sión, Jesús estuvo detenido en una fosa subterránea aquí localizada mientras Pedro le negaba, era la mazmorra de la casa de Caifás, es Gallicantu “antes de que el gallo cante dos veces tu me habrás negado tres”.

El lugar de la Última Cena está a la vuelta de la esquina, el Cenáculo, la propiedad es franciscana desde que los reyes de Nápoles la regalaran a la Orden hace ya unos cuantos siglos, pero no podemos utilizarla como iglesia, salvo en Viernes Santo, los judíos tienen abajo la tumba del rey David y ellos mandan…

Nuestros tres curas David, Isidro y Álvaro, nos dirigen hacia una pequeña iglesia franciscana muy cercana donde renuevan sus Votos Sacerdotales, es emocionante ver sus caras tan jóvenes llenas de felicidad, estoy muy contenta por ellos y por que lo compartan conmigo, es un verdadero honor.

Ya estamos en Jerusalén, hoy la mañana está fresquita, nos dirigimos a las afueras, a Ein Karem, donde vivía Isabel, María viene a verla, las dos están embarazadas. No sé porqué pero no paro de tatarear la Salve Rociera, será por la borriquita que hay pintada con la Virgen a su lomo en el pórtico de la iglesia, ole… ole….

Luego a Belén, a la Natividad y cuando por fin, tras una cola de un buen rato me acerco a la estrella de plata que marca la gruta donde nació Jesús escucho un sollozo, es Tato, se ha arrodillado y la emoción ha podido con él, ¡un hombretón llorando como un niño!

Imagino esta magnífica basílica construida por los Cruzados, en sus tiempos “la más bella de la cristiandad” llena de aquellos caballeros, engalanados con sus túnicas blancas y la cruz roja del Temple en el pecho, orando, las rodillas en el suelo y las manos apoyadas en la empuñadura de su espada.. Dicen que los musulmanes no destruyeron la iglesia porque en los mosaicos del pórtico aparecían unos señores con turbantes, lo que no sabían es que se trataba de nuestros Reyes Magos.

Un ratito más tarde en el Campo de los Pastores voy a participar en la Eucaristía mas entrañable a la que asistiré en mi vida, Isidro habla de la humildad pero quiere que hablemos nosotros, está muy contento igual que todos, Amalia empieza a cantar un villancico, los demás la siguen, tenemos la alegría de la Navidad en el corazón, estamos en Belén, no nos queremos ir de aquí.

No finalizamos el día aún, nos dejan a unos cuantos junto a la ciudad vieja, queremos ver el Muro Occidental aunque sea casi de noche, pasamos un control militar en el acceso y nos encontramos una gran explanada, a la izquierda el Muro, majestuoso en su sencillez, todos esos hombres de negro con sus tirabuzones y sombreros balanceándose y lamentando la perdida de aquel Templo. Las mujeres rezan aparte. Hacemos un par de fotos, creemos que molestamos, hace frío. Ya volveremos con los demás otro día.

Últimas visitas, las más emotivas: el Monte de los Olivos, es muy empinado, mejor bajarlo, más cómodo sobre todo para los que tienen unos añitos ya.

Arriba del todo la iglesia de la Ascensión, es un templete octogonal construido por los cruzados, hoy día convertido en mezquita. Dentro, la huella de Jesús cuando ascendió al Cielo, solo una, la otra se la llevaron a la Meca. Bajamos un poquito, un muchacho nos quiere vender una ramita de olivo a la entrada del Pater Noster, un euro me pide, y es que apenas hay olivos, mas bien cipreses, abetos, pinos, pero pocos olivos. Rayani reza para nosotros el Padre Nuestro en arameo, los ojos se me llenan de lágrimas, es el lugar donde Jesús lo enseñó por primera vez.

Estamos en Dominus Flevit, “El Señor lloró mirando hacia Jerusalén”, y algo de la magia de esa mirada debe quedar pues lo que estoy viendo es realmente hermoso, la vista de Jerusalén desde lo alto del Monte de los Olivos debería ser Patrimonio de la Humanidad.

Unos metros mas abajo el huerto milenario de Getsemaní, un cartel colgado en un olivo recuerda que lo plantó el papa Pablo VI en el 64, a su lado la basílica de la Agonía y enfrente la Puerta Dorada. Los musulmanes la sellaron y colocaron delante un cementerio, tiene guasa, para que el mesías de los judíos cuando venga no pueda entrar.

Tarde del viernes, cientos, tal vez miles de personas en Jerusalén se disponen a seguir el Vía Crucis por la Vía Dolorosa, es impresionante, indescriptible. Empezamos en la Torre Antonia donde juzgaron a Jesús y Poncio Pilato dijo aquello de “ecce homo” lavándose las manos, cruzamos las entrañas de la ciudad vieja camino del Gólgota pasando por bazares, iglesias, mezquitas, capillas, etc para acabar en el barrio cristiano, en el techo del Santo Sepulcro donde una comunidad de cristianos coptos etíopes tienen sus casas, es la comunidad mas pequeña y pobre de Jerusalén.

Por fin la iglesia de la Resurrección, el Santo Sepulcro, cientos de fieles de todos los credos nos agrupamos en una fila interminable con el fin de acceder solo unos segundos al Sepulcro de Jesús. Un pope ortodoxo vigila. Más allá la Lápida de la Unción con sus maravillosas lámparas de aceite y unos empinados peldaños que escalo para llegar al Gólgota, beso el lugar donde dicen que estaba la Cruz un símbolo de martirio pero también de resurrección y de amor.

A la mañana siguiente, muy temprano, a las 7 vuelvo porque David va a dar misa en el altar católico junto al Calvario y tengo la oportunidad de entrar otra vez en el Sepulcro gracias a un padre franciscano que está en la puerta. Es tan diferente de ayer tarde como el día lo es de la noche, puedo rezar con toda mi alma la oración que había oído el día anterior en su sonido original en aquella cueva que no se si seria exactamente donde Jesús rezó el Padre Nuestro por vez primera, pero si donde infinidad de creyentes la han repetido día tras día, siglo tras siglo tal como El la enseñó.
 

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