Las personas que trabajan por la
justicia, no requieren títulos, sólo empeño en la práctica
de la equidad. La verdad que andamos cortos de obreros en un
mundo de tantas sombras injertadas por riadas de siembras
injustas. Amar lo justo, a pesar de ser la belleza que nos
conmueve, es un bien cada día más escaso. Ciertamente, hacen
falta muchos más brazos honestos para poder abrazarnos a la
auténtica paz. Al día de hoy muy pocas naciones respetan la
diversidad. La comunidad internacional cuenta con los cascos
azules para que protejan a los vulnerables en algunos de los
lugares más peligrosos del mundo, pero su ayuda tiene un
precio elevado, a lo largo de los más de sesenta años de
historia de las operaciones de mantenimiento de la paz de la
ONU, multitud de personas se han quedado en el camino,
convencidas de que hay algo tan preciso como el aire,
injertar la corriente del corazón a los que injustamente se
les niega respirar.
La injusticia mayor es caer en las manos de un corazón que
no siente. Primero porque la fuente de la paz es el corazón.
Y segundo porque quien mira con el corazón sabe ver. Téngase
en cuenta que muchas veces hay que mirar dos veces para ver
lo justo. Menos mal que la naturaleza ha puesto en nuestras
mentes un insaciable deseo de ver la verdad, esa que buscan
y rebuscan las personas de concordia. Ahí está el ejemplo
permanente del personal de paz de la ONU, trabajando a
destajo, como ángeles de la vida, en medio del caos que
generan las sinrazones. Su incansable cometido devuelve a la
población de países asolados por conflictos, naturales o
forjados por el ser humano, la ilusión de volver a sonreír
por muy grande que haya sido el tormento incrustado o la
tormenta de lágrimas vertidas. El día 29 de mayo es su día,
la festividad del personal de paz de la ONU, y, también por
extensión, de toda persona de principios humanos.
Realmente somos hijos de la armonía. Por ello, la paz nos la
merecemos todos, en lugar de guerras ganadas, que a ningún
sitio nos conducen. Ha llegado, pues, el momento del reclamo
a las personas de paz: trabajen duro en la fábrica del
desarme. Que la alianza obtenida a punta de miedo, no es más
que una falsa concordia. Lo importante es no tomar la
carrera de las armas como modelo. Es la gran injusticia y la
gran esclavitud. Detrás se esconde el negocio del siglo.
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