Fuerte, segura y con ganas de seguir luchando por esos
colectivos vulnerables que, por circunstancias del destino,
están desprotegidos. Maribel Lorente continuará, en su sexto
año consecutivo, al frente de la oenegé DIGMUN defendiendo
que en la ciudad “no debe haber mujeres de primera o segunda
categoría por un simple papel”. De ahí que, para este
ejercicio, reclame mayor atención, por parte de las
instituciones públicas, a la problemática de las mujeres y
niños cuya situación no está regularizada ya que el
incremento en cifras provoca que “nos veamos desbordados y
sin recursos”.
Pregunta.- Va a cumplir su sexto año de mandato al frente
de DIGMUN, ¿cómo evalúa la trayectoria de la oenegé?
Respuesta.- En un principio, nuestras líneas de actuación
iban dirigidas al colectivo de mujeres que no tenían
cobertura en la ciudad aunque nunca imaginamos el alcance al
que llegaríamos. El gran descubrimiento fue que, a pesar de
incluir a los niños por esas mujeres a las que atendíamos,
había muchos que no tenían cobertura educativa. Diariamente,
el número de menores no escolarizados aumentan hasta el
punto de tener un cupo de diez a los que no hemos podido
incluir en los talleres de este año por falta de recursos.
P.- La ayuda humanitaria que se presta desde la entidad
social, ¿qué fronteras puede llegar a cruzar?
R.- Siempre pensamos que sería esporádica y en colaboración
con otras asociaciones o instituciones del norte de
Marruecos e incluso de Ceuta. Pero no hay ninguna entidad
aquí que trabaje de la misma manera y con el mismo colectivo
con el que nosotras trabajamos. Sí que recibimos mucha ayuda
de colaboradores y personas individuales además de socios y
afiliados que contribuyen de alguna manera a nuestra labor.
P.- Esos socios, colaboradores o afiliados, ¿han
conseguido paliar los efectos de la crisis económica en
DIGMUN?
R.- Hay gente que siempre apostó por nosotros, personas o
instituciones que mensualmente nos abonan cierta cantidad,
donativos económicos o materiales. Y gracias a ellos hemos
podido llevar a cabo ayudas individuales puntuales. Tenemos
colaboradores de todas las religiones y clases sociales y
pueden sumar los 50 ó 60 socios que, aunque no estén en las
reuniones, están informados de ellas, siguen nuestra labor y
nos prestan sus servicios cada vez que los requerimos de
manera urgente.
P.- Mujeres, niños, socios, afiliados, voluntarios, ¿qué
echáis en falta y sería su propósito para este ejercicio?
R.- El que las instituciones tengan claro que aquí cuando un
colectivo llega demandando una necesidad importante y está
en riesgo grave no se mira una cosa u otra, un papel u otro.
Y también se nos escapa de las manos que usuarios con
papeles busquen recursos en la asociación cuando en los
Servicios Sociales no se les ha atendido. Y más teniendo en
cuenta que DIGMUN es un local de veinte metros cuadrados,
sin recursos y ropa vieja que sobra en los armarios. Sin
embargo, intentamos dar cobertura educativa gracias al
voluntariado, asesoramientos gracias a colaboradores. Al
final, ¿cubrimos más expectivas que la propia Ciudad, que es
la que tiene los fondos? Para nosotros, no hay mujeres de
primera y segunda categoría, sino mujeres y niños con
necesidades y, en función de ellas, todos debemos aunar
esfuerzos y recursos para cubrir las expectativas de los
casos más graves y necesarios.
P.- ¿Y con respecto a los múltiples casos de violencia de
género que os llegan?
R.- Pues escuchamos por la radio que Ceuta recibe fondos
para mujeres extranjeras y no sabemos dónde están, quien los
gestiona o los controla. Nosotras las derivamos a las
instituciones responsables y siempre regresan diciéndonos
que las pueden atender. Esto no es una empresa competitiva;
todos tenemos que trabajar por prestar un servicio social,
en este caso, para seres humanos.
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