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OPINIÓN - JUEVES, 27 DE MAYO DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACION

José Antonio gana más que un consejero

Por Ángel Díez


Don José Antonio se levantó siguiendo el ritual de cada mañana. Se lavó la cara, se hizo el desayuno y encendió el ordenador para leer los periódicos del día. Mientras tanto, sobre la mesa reposaba su manual de alta política, ese –piensa él– que tienen todos esos políticos a los que la historia reconocerá como estadistas. Y del que no se aparta. Ni física ni espiritualmente. Porque espíritu, Don José Antonio, tiene mucho. Y motivos no le faltan. En el manual, nuestro protagonista encuentra todo aquello que necesita. Y esta vez no iba a ser una excepción.

Cogió el libro y comenzó a pensar. En la prensa la gran noticia del día era el recorte del salario de funcionarios (entre el 0,56 y el 7%, con una media del 5%) y altos cargos (entre un 8% para un director general, un 10% para un secretario de Estado y un 15% para el presidente y sus ministros). Relacionó la noticia con su Gobierno, ese al que quiere derribar, y mientras ojeaba el manual lo vio claro. La estrategia sería la misma: desplazaría al portavoz parlamentario para ser el centro de la atención mediática, lo único que verdaderamente le importa. Y se quedó con los datos que se ajustaban a su objetivo fundamental: dañar la imagen del Gobierno de su ciudad. Y… “Ya está”, gritó. Cogió, entonces, un papel y comenzó a escribir mientras pensaba “y si eliminamos una consejería…, no, no, no, mejor dos, no, ¿por qué no tres.?.. sí, sí, eso, y también altos cargos y asesores… un 30% menos, no menos de la mitad… ¡Eso!”.

¡Eureka! Ya estaba. Don José Antonio, Don José, ya tenía las claves para solucionar el problema de la economía de su ciudad y de su país. Realizó una llamada para finalizar tan prodigioso parto. No lo suele hacer, pero esta vez le era imprescindible porque había que hacer números. La hizo, pero que le conste al lector que Don José Antonio –no es soberbia– no requiere de asistente alguno para tener felices alumbramientos.

El manual le seguía dando instrucciones: debía olvidarse de que el embrollo del recorte salarial lo había creado su partido, además debía desterrar de su cabeza que el gobierno de sus amores no había eliminado ni vicepresidentes, ni ministros, ni secretarios de Estado, ni subsecretarios, ni directores generales, ni subdirectores generales, ni asesores ni otro personal de confianza. Debía olvidar que no había habido recortes de cargos públicos ni en madrileños ministerios ni en ningún otro edificio público del país. Especialmente, y eso era muy importante, nuestro Don José debía olvidar que las reducciones de cargos no alcanzaban tampoco ni a delegaciones ni a subdelegaciones.

Del mismo modo –continuaba el extraordinario manual–, tenía que hacer ver a la ciudadanía que carecía de importancia que el Gobierno de su ciudad, cuya erosión había convertido en su razón de ser, hubiera decidido reducir un 15% el salario de todo el personal de confianza (desde el presidente y los consejeros hasta el que cobra exactamente lo mismo que un auxiliar administrativo, que ese es el salario también del personal de confianza). Y tampoco importaba que el sueldo de todos los cargos públicos y puestos de libre designación se hubiera congelado en siete de los últimos nueve años. Y… Ya estaba. Esto era todo lo que necesitaba saber. El parto había terminado. La estrategia del día estaba en marcha, pero Don José Antonio esta vez estaba más satisfecho que nunca. Más incluso que cuando dio muestra de su condición de estadista cuando encauzó hacia las faldas de su partido al líder de un insignificante partido que había estado a punto de ser declarado persona non grata por el parlamento de su ciudad. Nadie lo comprendió, pero afortunadamente él sí se dio cuenta. ¡Qué fantástica visión tuvo entonces Don José Antonio! Lo habría hecho incluso sin la ayuda del manual. Pero esta vez se había superado a sí mismo…

La estrategia como siempre se articularía por el único procedimiento por el que actuaba nuestro protagonista: a través de los medios de comunicación. Tan sólo quedaba despejar una duda: ¿rueda de prensa o comunicado? Pero era tal la belleza de su mágica creación que la respuesta era obvia: “rueda de prensa”. Había que darle la relevancia que requería. Y así lo hizo. Convocó la rueda de prensa y soltó todo lo que se había aprendido. Todo había salido perfecto. El plan de Don José continuaba su marcha y…con éxito.

El avezado lector se habrá dado cuenta de la importancia que el manual de Don José exigía con respecto a los cargos de confianza y sus salarios. La explicación es bien sencilla. De entrada, el manual trataba de que no se recordara que un secretario de Estado (con 80.000 euros de salario, es decir, más que el presidente y aproximadamente un 30% más que un consejero) fuera a ver reducido su sueldo un 10%, frente al 15% del Gobierno Local para todos sus cargos. Pero, sobre todo, el libro mágico lo que pretendía mantener perfectamente alejado del ojo público que a un asesor del Gobierno de España no se le recortara nada más que el porcentaje equivalente a su salario profesional. Eso y que, desde luego, nadie se preguntara cuánto cobra un asesor. Y es que, como adivinará, ese es el trabajo de nuestro insigne personaje. De descubrirse podría ser vergonzante. Y es que Don José Antonio gana 3.400 euros netos al mes, frente a los poco más de 3.500 de un consejero. Pero la balanza ha cambiado de lado, a nuestro protagonista en el recorte de sueldo lo consideran funcionario –y no cargo– y ahora, tras la reducción salarial, ganará unos cientos de euros más que un consejero. Y unos 1.000 más que un asesor del Gobierno rival.

Pero a Don José realmente, esto no le suponía ningún problema: él –piensa– se merece esos 3.400 euros brutos, como ahora se merece ganar más que un consejero. No en vano su responsabilidad es mayor: él quiere cambiar para siempre los destinos de su ciudad. ¿Habrá, acaso, algo más grande que semejante empresa? “Y, además –zanjaba– una rebaja de mi sueldo va a arreglar la crisis”. “No, como tampoco una reducción de vicepresidentes, ministros, secretarios de Estado, subsecretarios, directores generales, subdirectores generales… ni asesores de delegaciones de Gobierno… Lo que de verdad –razona Don José Antonio– arregla el déficit público y la crisis económica es que el Gobierno de la Ciudad gane menos que yo y que el presidente se cargue a tres consejeros y cinco asesores”. Y es que “si no fuera por este detalle Zapatero lo tendría todo controlado”, piensa nuestro Don José, que se lamenta, aunque sabedor de que triunfará en su noble propósito. Mientras tanto, toma fuerzas y se prepara para otra dura jornada de trabajo… El manual sigue en la mesilla de noche.
 

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