En una reciente encuesta hecha
para LA RAZÓN, por NC REPORT, los españoles ven a
Trinidad Jiménez como la ministra más sexy. La más
sensual y creíble. Pues bien, por esta columna que
reproduzco a continuación, publicada el domingo 27 de
septiembre de 2009, algunas feministas me pusieron como
chupa de dómine. Es decir, me dijeron de todo.
Trinidad Jiménez: Aún la recuerdo con su melenita lisa, su
risa nevada y monumental, y aquella cazadora de cuero que
tanto dio que hablar en 2002. Yo me enamoré de ella en
cuanto pude ver el primer cartel anunciándola como candidata
a la alcaldía de Madrid.
Causó sensación entre hombres y mujeres. Todos la deseaban.
Pero mientras los hombres, sobre todo los de su partido, la
encontraban demasiado guapa e insinuante, las mujeres no
podían soportar que, además de tener atributos de diosa,
fuera inteligente. Y eso ni lo soportan las mujeres ni los
españoles en general. Aquí las que están para mojar pan han
de ser tontas, y las talentosas han de ser señoras
avejentadas aunque estén en edad de merecer. Nunca las dos
cosas.
De aquella Trinidad Jiménez llegó a decir una ministra de
Aznar: “Dicen que está buena. Y como está tan buena...”.
Aquella ministra sabía lo que decía. Y, por tal motivo, la
izquierda de la época quitó los carteles con la cazadora de
cuero y los cambió por otro con traje de chaqueta para
tratar de disimular lo que era a todos luces un cuerpo de
mujer hermosa. De esas que, aunque dejan una nítida
impresión de rasgos y figura en la memoria, uno jamás olvida
eso que suelen llamar sex-appeal.
Las dudas de los cuidadores de la imagen socialista, acerca
de si convenía mantener a Trinidad con chupa de cuero o con
traje de chaqueta, distrajeron la atención del voto de los
madrileños y de ello se aprovechó Ruiz-Gallardón,
primo de una Trinidad que se fue a Formentera a recuperarse
del disgusto que le dieron las urnas. Y otra fotografía
suya, en tan hermosa isla, volvió a cautivarme. Iba en
bicicleta, con su hermana Cecilia, y a mí me dieron unas
ganas locas de viajar a las Baleares.
La última vez que tuve la ocasión de ver a Trinidad con
posibilidad de demorarme en ella fue en un programa de
Jesús Quintero. Y otra vez se me aflojaron los nervios
de aquella manera. Pues, aunque habían pasado cinco años de
cuando la señora lució su palmito inmejorable por las tapias
del todo Madrid, seguía estando para presentarse ante ella y
tirarle los tejos sin solución de continuidad.
Más pronto recapacité y dije para mí: A mujeres así, sólo
les gustan los hombres inteligentes. Y me contuve; que si no
a estas alturas ya formaría parte de un sumario donde me
habrían tachado de loco peligroso por abordar con
proposiciones deshonestas a una señora destacada del partido
socialista.
En fin, Ministra de Sanidad y Política Social, como invitado
a la inauguración del Hospital Universitario, mañana, puedo
prometer y prometo que estoy calmado y contento porque haya
sido ministra. Y, además, tengo la completa seguridad de que
ni los años transcurridos –siete han sido desde que quiso
ser alcaldesa de Madrid- han conseguido quitarle un ápice de
garabato.
Bienvenida usted a Ceuta, señora ministra de Sanidad y
Política Social.
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