No se trata aquí de ser original... no sería de recibo
argumentar con palabras que, obstinadamente, se convierten
en una espiral “cuya última de sus vueltas contiene a la
anterior y predice su forma”. No... es inimaginable que una
víctima pida algo que no le corresponde. Todo ello, a pesar
de que en este nuestro país, las víctimas no solo lo han
sido por esa lacra asesina que ha segado vida y esperanzas.
También lo han sido por la incomprensión llegada desde
muchos ámbitos de nuestra sociedad, incluido el Ministerio
del Interior, en sus distintos mandatos. Se recuerda con
nostalgia a Jaime Mayor Oreja, gran político y mejor
persona. Un hombre en el que confiar. Con él como ministro,
llegaron los mayores reconocimientos a las víctimas.
Se le acusó de negociar con ETA, una falsedad que un día
conocerá la verdad. Algún día podré explicar la realidad de
su actuación al frente de unos contactos, que no significan
negociación.
Tampoco se discute que surjan voces que aseguran que
nuevamente se negocia con la banda... triste palabra la de
negociar cuando es para soslayar el valor y la unión de un
país... y error tras error, notamos que tras el telón,
siempre pululan grandes fragmentos de la duda... esa que
trasfonda en el interior de todo aquel que, alguna vez en su
vida, fue víctima de actos de terrorismo. Y si... Podemos
entender que cuando un gobierno accede al poder, indague
sobre cuáles son las intenciones de la banda terrorista...
¿Si abandonan las armas?... ¿Si acceden a olvidar la
independencia y la adhesión de Navarra?... ¿Si comprenden
que sus condenas deben ser cumplidas en su totalidad?...
Incluso si quieren con la aplicación de los beneficios
penitenciarios a los que se hagan acreedores...
Las víctimas no desean que nadie les solicite perdón...
¿acaso con ello salvarían ese dolor padecido de forma
gratuita?. Quien lo sufre, ¡no olvida jamás!... si no cayó
asesinado en su momento, morirá pensando que aquello partió
en dos su vida...
Por todo ello, las víctimas del vil y cobarde terrorismo,
sólo esperamos que impere la sensatez en aquellos
representantes que, si contactan con estas víboras, solo sea
para saber si su abandono de las armas es efectivo y que no
existe negociación posible.
Si esto es lo justo... ¿por qué es tan difícil lograrlo?
Este es un alegato en favor de las víctimas del terrorismo,
a las que abrazo, en el deseo de encontrar aquel amanecer
lleno de esperanzas... mientras esperamos el estallido de la
paz.
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