Las pausadas y estudiadas
declaraciones, el pasado lunes, del primer ministro de
Marruecos, Abbás El Fassi, apelando al Gobierno español a
abrir un diálogo que ponga fin a la “ocupación” (sic) de las
ciudades de Ceuta, Melilla y los islotes, conviene leerlas a
la luz del contexto geopolítico actual destacando lo obvio,
a saber: el Reino de Marruecos jamás renunciará a esta
reclamación, jugando con el tiempo en función de sus
intereses en los que primará la situación dentro del país
cuya estabilidad interna descansa (y esto es un axioma) en
una calculada inestabilidad externa. Dicho esto conviene
reseñar la rápida respuesta desde Madrid del ministerio de
Asuntos Exteriores, reafirmando también lo evidente: la
“absoluta españolidad” (sic) de Ceuta y Melilla, plenamente
integradas en el marco territorial español y que, a
diferencia de Gibraltar bien que a Marruecos le pese, no son
ninguna colonia ni mucho menos, tome nota Rabat, un
territorio sujeto a descolonización como sí lo es
(legislación internacional en mano) el Sáhara Occidental,
las “Provincias del Sur” para Marruecos anexionadas, manu
militari, de aquella peculiar forma desde 1975 y cuya
resolución, salvando los intereses de todos los implicados
en la región, está lejos de verse.
Y aquí tenemos, a mi juicio, una de las tres claves de las
declaraciones de Abbás El Fassi: la resolución del dossier
sahariano y la última y curiosa arremetida de la
viceministro Fernández de La Vega apostando ésta vez por el
famoso referéndum (lo que no tendría mayor importancia), a
la vez que instaba a la MINURSO a ocuparse de los derechos
humanos en la región… ¡Ah!, esta es otra cuestión:
acción-reacción, Rabat toma nota y estudia devolver la
jugada a España donde a ésta le duele: en Ceuta y Melilla.
La segunda clave reposaría en la situación interna de ambas
plazas de soberanía españolas (travestidas de supuestas
ciudades autónomas en el marco de nuestro Estado de las
Autonomías), en las que la población escolar de confesión
musulmana ya es una realidad, el goteo de marroquíes
empadronándose en las mismas se nos ha ido de las manos y,
sobre todo, se ha apoyado torpemente (escribo
fundamentalmente de Ceuta) versiones extremistas del Islam,
el Tabligh en primer término, como versiones “autóctonas y
españolas” en detrimento del sunnismo malikí oficial en
Marruecos y, hasta hace pocos años, mayoritario en ambas
ciudades. Finalmente y precisamente en este año nos
encontramos con la tercera clave, desarme arancelario y la
puesta en funcionamiento del superpuerto Tánger-Med, que
amenazan con ahogar la economía privada ceutí basada en la
exportación irregular de productos a Marruecos. Todo ello,
unido a la debilidad de la economía española, estaría
empujando a Marruecos a preparar otra vuelta de tuerca en su
sempiterna y envolvente reivindicación sobre ambas ciudades.
Con todo, conviene quedarse con la frase de El Fassi cuando
expresó que deberían tenerse en cuenta “los intereses
comunes de los dos países y las nuevas realidades
estratégicas y geopolíticas”, frase de amplio calado a la
que se ha sumado de forma sibilina en un reciente artículo
el historiador Morales Lezcano, mientras otro conocido
historiador, Juan Pando, abogaba en la primavera del 2009
por la entrega de los Peñones de Vélez y Alhucemas a
Marruecos. Hay movimientos tras el telón y a este escribano
no lo cabe duda de que, entre bambalinas, España y Marruecos
están ya hablando oficiosamente del futuro de ambas ciudades
que caminarían, poco a poco, hacia una suerte de cosoberanía
fundamentada en la realidad de los hechos. Cuestión de
tiempo
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