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OPINIÓN - DOMINGO, 23 DE MAYO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

¿Cómo esta usted? ¿La familia, buena?
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hablaba yo con un conocido en la puerta de la caseta montada en la Tercera Feria de la Construcción por Africana Contratas y Construcciones y ‘El Pueblo de Ceuta’, cuando Juan Vivas paseaba por el recinto ferial saludando a todos los que se acercaban a él para estrecharle la mano efusivamente. Los había incluso que corrían a su encuentro a fin de demostrarle que todo esfuerzo era poco para poder cumplimentarle a esa hora vaga del pasado mediodía sabatino.

Y el conocido, observador del espectáculo, me preguntó:

-¿Qué piensas viendo la pasión que despierta el presidente de la Ciudad a su paso?

Y, rápidamente, le respondí: más que pensar en lo que dices lo que se me viene a la memoria es la siguiente anécdota que se le adjudica a El Gallo, que, como bien sabes, fue un torero muy famoso. Así que paso a contártela:

-El Gallo acababa de terminar una faena brillante, y al entrar en el callejón, un entusiasta le tendió la mano. Rafael era un hombre muy cumplido, y al estrecharla, le dijo, según era su costumbre: “¿Cómo está usted?” “¿La familia, buena?”. Y así continuó hasta dar la vuelta al ruedo, interesándose por la salud personal y de las familias de todos y cada uno de los que ocupaban las barreras.

-O sea, que El Gallo era más cumplido que un luto alicantino.

Pues sí... Pero ser cumplido hasta tales extremos, estimado conocido, tiene la ventaja de poder quitarte a los moscones de encima en un santiamén. Y Juan Vivas a medida que fue ganando en popularidad entendió perfectamente que preguntando a las primeras de cambio por la familia de quienes le asediaban, era posible evitar de raíz las consabidas peticiones tan molestas para los políticos.

Una táctica magnífica, que tampoco han desdeñado empresarios muy avispados, quienes no pudiendo o no queriendo subirles el sueldo a los mejores empleados, supieron en todo momento halagarles y, sobre todo, manifestar interés por cuanto pudiera afectar a sus familiares. Lo cual, créeme, si bien no arregla el problema no cabe la menor duda de que produce efectos balsámicos.

Hace años, yo tuve la ocasión de comprobar, durante Las Fiestas Colombinas, la manera de actuar del alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez González. Y quedé admirado de su dominio de la calle. De la lección magistral que daba paseándola. Con una sencillez pasmosa. Como ese don Tancredo que vencía al miedo quedándose quieto ante la cara del toro.

Pedro Rodríguez no eludía ningún acercamiento de sus vecinos. Más bien parecía buscar el contacto con ellos. Y recuerdo que hasta recordaba los nombres de los parientes más cercanos de muchos de ellos. Y, desde luego, con su comportamiento dejaba a El Gallo en paños menores. Fue entonces, cuando el alcalde de Huelva se atrevió a darle un consejo a Juan Vivas; quien en aquel tiempo aún verdeaba en menesteres de relaciones sociales: “Juan los votos se ganan con los pobres, aunque el dinero de las campañas lo pongan los ricos”.

Ahora, varios años después, me gustaría verles a ambos, es decir, a Pedro y a Juan, luciendo palmito por El Rocío y respondiendo a cada saludador: ¿Cómo está usted? ¿La familia, buena? ¡Qué arte!
 

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