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cultura - DOMINGO, 23 DE MAYO DE 2010


Núria Marín. cedida.

entrevista / NÚRIA MARÍN, directora del CEIP Mare de Déu de Montserrat. Terrassa (Barcelona)
 

«Las prácticas educativas
de éxito no cuestan dinero»

La directora del CEIP Mare de Deu de Terrassa, Núria Marín, desentraña el
proceso que permite a su centro
multiplicar sus resultados académicos mientras crece la pluralidad étnica,
cultural y lingüística del alumnado

CEUTA
Redacción

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Sorprende oírla hablar como si tal cosa de que el centro que dirige, el CEIP Mare de Deu de Montserrat, ha conseguido que el porcentaje de sus alumnos que adquiere las competencias básicas ha pasado del 17 al 85% en nueve años, el mismo tiempo en el que sus aulas se han llenado hasta los topes de inmigrantes, sobre todo marroquíes. Núria Marín, que esta semana cerró el curso ‘Comunidades de Aprendizaje’ del Centro de Profesores y Recursos (CPR) de Ceuta, es el mejor ejemplo práctico de que el fracaso escolar no depende tanto del perfil del estudiante como de las prácticas educativas del docente. El mes pasado periodistas de 22 países la visitaron para conocer el milagro. Aquí se lo cuenta a los ceutíes.

Directora del Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Mare de Deu de Montserrat de Terrassa (Barcelona) desde hace doce años y profesora en este centro desde hace más de veinte, Núria Marín, que sigue contestando al teléfono la primera como si tal cosa, lidia cada día con más de 200 niños y niñas en un barrio “de precariedad económica y laboral con un elevado porcentaje de población extranjera, principalmente marroquí”.

Por el contexto en el que trabaja y porque, con su trabajo cotidiano, se ha convertido en el complemento práctico perfecto de los teóricos de cabecera, como Ramón Flecha, del movimiento de las Comunidades de Aprendizaje, el Centro de Profesores y Recursos (CPR) la trajo esta semana a Ceuta para dar cuenta de su experiencia personal tras haber convertido, hace ya ocho años, su colegio en un modelo de implementación de las “actuaciones de éxito” que Bruselas conoció el pasado 18 de noviembre y el Parlamento europeo instó inmediatamente a poner en práctica a todos los países de la UE.

Alrededor de Flecha y del Centro de Investigación en Teorías y Prácticas que superan desigualdades (CREA) de la Universidad de Barcelona funcionan actualmente en España 89 centros educativos como Comunidades de Aprendizaje sobre las teorías y prácticas reconocidas por la Comunidad Científica Internacional como efectivas para “responder de forma igualitaria a los retos y necesidades que se plantean a las personas y colectivos en todas las demás transformaciones sociales que se están produciendo en la sociedad actual”.

“Funcionan”, corrobora Marín, que en su CEIP trabaja con aulas en las que el 80 y hasta el 90% de sus alumnos son de familias inmigrantes. También lo hacen en escuelas como aquella de Albacete que en 2006 saltó a las portadas de los medios de comunicación por la negativa del profesorado de entrar en el centro y que ahora, tras una actuación educativa de éxito, ha reducido a mínimos el absentismo y ha aumentado el número de matrículas y el rendimiento escolar de sus alumnos.

En nueve años, mientras la pluralidad étnica, cultural y lingüística de los estudiantes del Mare de Deu se multiplicaba, sus resultados académicos también lo hacían: el porcentaje de niños y niñas que superan las competencias básicas ha pasado del 17 al 85%. A finales del mes pasado periodistas de 22 países visitaron el colegio para constatar el milagro.

Marín explica cómo cayó su claustro del caballo: “En 2001 seguíamos enviando alumnos al instituto sin éxito escolar y recibimos la visita de un educador que nos advirtió del cambio demográfico del barrio y el colegio y nos instaron a conocer el proyecto de las Comunidades de Aprendizaje”, recuerda. El equipo directivo se animó a ver qué era aquello en un colegio cercano “y pedimos más información”.

Si hoy el Ministerio anima a los centros ceutíes a elaborar Planes de Mejora hace ya nueve que la Generalitat hacía lo propio con los catalanes. El Mare de Deu optó por esta senda y contactó con el CREA: “Había actitudes escépticas pero tiramos hacia adelante y entramos en la fase de sensibilización”. “Al final”, prosigue, “el profesorado, los padres y el Consejo Escolar respaldaron esta apuesta y comenzamos a introducir actuaciones de éxito como los grupos interactivos, la biblioteca tutorizada, formación de familiares los sábados, introducción de voluntarios en las aulas...”.

Los cambios llegaron pronto de la mano de docentes recién llegados, menos reacios a cambiar su rutina. “Cuando todos vimos que con esas prácticas la tensión bajaba y que el profesor ganaba bienestar profesional y emocional fuimos avanzando”, explica Marín.

¿Dónde están los voluntarios? Este CEIP los captó “con el boca a boca”; ligándose a universidades de Magisterio, Pedagogía, Psicopedagogía o Educación Social; en las familias de los alumnos; en docentes retirados sin ganas de quedarse en casa... “En España ser voluntario con rigor no lo tenemos muy integrado pero quienes se consolidan son muy fieles”, abunda la directora, que maneja un grupo de entre 25 y 35 voluntarios estables.

El tema está en no dramatizar. “Si no vienen no pasa nada, se trabaja de otra manera; si lo hacen, mejor”, advierte sobre una práctica que se asume con el tiempo y formando también al colectivo docente.

“Nosotros privilegiamos las asignaturas en catalán, que es la lengua que da éxito escolar y que no se habla en nuestras calles, el idioma precario, las Matemáticas y el Inglés para tener varias personas en clase con el profesor que le ayuden en su labor y propicien la interacción entre los propios estudiantes para que se ayuden entre sí”, amplía.

Y funciona. “Es difícil de medir, pero estoy convencida de que un alumno que entra en cuarto curso en nuestro colegio tiene más posibilidades de éxito que uno que lo haga en otro colegio”, dice Marín, que tiene un mantra: “No es cierto, y aquí se demuestra, que la inmigración u otros factores lastren los resultados académicos en sí mismo”, advierte, “de lo que dependen es de las prácticas educativas, de si son inclusivas o no, para ayudar al niño a aprender más”.

Tópicos desmentidos


Más tópicos desmentidos. Es cierto que a quien menos tiene tampoco le sobra el tiempo “pero nosotros no culpabilizamos por ello a las familias”. “Esos niños”, matiza, “no tendrán a su entorno concienciado de que lo educativo es prioritario, pero nosotros intentamos que darle herramientas que compensen esa carencia en casa y si en una clase con un solo profesor este no puede preocuparse más por él en otra con cuatro o cinco adultos, sí”. ¿Tener otra lengua materna condena al fracaso escolar? Pues tampoco. “A esos niños marroquíes si les sacas del aula les haces tener una expresión oral forzada y poco útil, pero un grupo interactivo, cuando les haces esforzarse por hablar, mejora el aprendizaje viendo y oyendo a sus iguales”.

El giro copernicano está, pues, en el objetivo último de la asistencia a clase. No se trata de aprobar un examen, de lo que Marín llama “currículums de la felicidad”, sino “de tener en cuenta que el niño viene a la escuela a aprender para entrar en un mundo laboral estable. “Lo que no queramos para nuestros hijos no lo queramos para los demás”, repite la directora el lema fundamental de las Comunidades, que en su caso orienta sus prácticas fundamentalmente “a los alumnos de sexto que se irán al instituto y no les podremos ayudar más y a los grupos con muchos niños actitudinales que hacen difícil el aprendizaje”.

¿Cuánto cuesta todo esto, señora Marín, usted que lo sabe de primera mano? “Formar a los profesores tiene un coste”, reconoce, “pero a partir de ahí entender las cosas desde un punto de vista participativo, superar el miedo, trabajar y construir soluciones entre todos no cuesta dinero”.
 


Superar “desde una pedagogía de máximos” el riesgo de exclusión
de un alumnado plural, desencantado y con escaso éxito escolar

“Transformar una escuela en Comunidad de Aprendizaje”, advierte Núria Marín sobre un camino por el que se han interesado seriamente en Ceuta los CEIP Mare Nostrum y Vicente Aleixandre, “significa iniciar un proyecto de transformación social y cultural de un centro educativo y de su entorno”. El Mare de Deu de Montserrat es, por su perfil sociológico, un buen espejo en el que ambos centros ceutíes pueden mirarse. Ubicado en el barrio del mismo nombre del Distrito II de Terrassa, la directora describe su entorno como una zona “deprimida” de características económicas similares a las de la periferia de la ciudad autónoma. Su alumnado también tiene un alto porcentaje de estudiantes con otra lengua materna: destaca un alto número de alumnos de países extracomunitarios (casi la mitad de los inscritos), procedentes sobretodo de Marruecos, aunque también hay una menor proporción de alumnos latinoamericanos y alumnos de etnia gitana. Los problemas y retos a los que se enfrentaba cuando decidió convertirse en Comunidad de Aprendizaje también son parecidos a los de muchos colegios e institutos ceutíes: diversidad de alumnado y familias, fracaso escolar y desencanto generalizado. En 2002, el profesorado y las familias decidieron hacer una apuesta “radical” en su centro “para superar desde una pedagogía de máximos el riesgo de exclusión social al que se enfrentaban nuestros niños y niñas”.
 

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