He dicho muchas veces que soy del
Madrid pero que me cuesta lo indecible soportar ese aire de
suficiencia que tienen sus dirigentes. Arrogancia que tratan
de disimular haciendo alardes de una falsa humildad
bochornosa. Porque se les ve a la legua que van de sobrados.
Y, sobre todo, porque sigo manteniendo que el racismo es una
herencia que Florentino Pérez, sobre todo, parece
dispuesto a no erradicar en el seno del club de su admirado
Santiago Bernabéu.
No me gustan las comparaciones, aunque en este caso se
imponen: mientras los negros que forman parte de la
plantilla del Barcelona juegan como complementos
importantes, sumamente importantes, de un equipo cuajado de
figuras nacionales en la parcela vital del medio terreno, en
el Madrid los negros han sido despreciados. Para ser
sustituidos por jugadores mediocres.
La temporada anterior daba gusto ver cómo Lass Diarra
se hacía dueño del campo y se sacrificaba ayudando a los
defensores. Jugador de segundo aliento constante, se
convirtió bien pronto en un espectáculo futbolístico. Hubo
momentos en los que superó con creces la labor que tan
extraordinariamente desempeñara Makelele, años atrás.
Entonces, como madridista de verdad fui capaz de perdonarles
los errores que pudieran haber cometido Calderón y
Mijatovic, por el mero hecho de hacer acertado en el
fichaje de Lass. Y comprendí que alrededor de éste
resultaría más fácil formar un medio campo de tronío.
Mas mi gozo en un pozo. Ya que desde el primer día comprendí
que se había fichado a Xabi Alonso con el único fin
de postergar al pequeño Lass. Pequeño de estatura pero
grande como futbolista en todos los sentidos.
De manera que bien pronto, y antes que ningún otro crítico,
no tuve el menor inconveniente en destacar como innecesario
el fichaje del guipuzcoano. Quien, no sé por qué razones, ha
entrado a formar parte del club de los jugadores
sobrevalorados. Con lo cual tiene ganado el derecho a que se
le silencien sus errores y se le destaquen de manera
exagerada cuatro cambios de orientación, que están al
alcance de muchos jugadores de la Primera División y de
inferiores categorías.
El paso siguiente será vender a Lass al Manchester United o
bien a otro grande del fútbol europeo. Y se hará buena la
sentencia sarcastica que semanas atrás pronunció Arséne
Wenger, entrenador del Arsenal: “Lo mismo, viendo lo que
pasó con Robben y Sneijder, habrá que pescar
en los descartes del Real Madrid”.
Parece ser que el fichaje de Xabi Alonso fue un capricho de
Jorge Valdano. Y con él el Madrid no podrá
confeccionar nunca un medio campo donde las piezas encajen
perfectamente. Y el motivo es tan claro como contundente:
Xabi Alonso carece de las cualidades necesarias para ser ese
volante que sirva de escudo a sus defensas. Y tampoco es
capaz de jugar con solvencia situándose por detrás de los
delanteros. Es lento. Tiene poca capacidad defensiva. Y allá
donde juegue es presa fácil de los marcajes. Lo que se
convierte en un peligro a medida que atrase su posición.
El fichaje de Mourinho, si se produce, acabaría con
el racismo latente tan enraizado en el Madrid. Y, desde
luego, sería el principio del fin de la cursilería de
Valdano. Que es contagiosa.
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