L a democracia española lleva creciendo sin control muchos
años y algunos pensarán que eso es imposible, entre otras
cosas porque quizás suene hasta raro. ¿Una democracia puede
crecer de manera incontrolada?: Sí, y el caso español es un
buen ejemplo.
Los españoles hemos pasado de hacer una Transición ejemplar
(¿?), a ser un ejemplar en transición permanente.
¿Por qué estamos en transición (política) permanente? Lo
estamos por algo muy sencillo: nuestra clase política es un
ente enfermizo obsesionado con la idea de crear leyes
continuamente, lo que le es mediáticamente muy rentable y,
además, le permite retroalimentarse de forma permanente con
la creación de nuevas leyes que se apoyen en las leyes
anteriores. Una espiral tan obsesiva y astuta como
potencialmente demagógica en muchos casos. Crear leyes,
normativas, u ordenanzas nuevas puede ser obra de gestores
brillantes pero también de auténticos estafadores de la cosa
pública por muy democrática que se vista el Boletín Oficial
de turno.
Hemos reventado nuestro Sistema Judicial hasta dejar a los
jueces “bajo sospecha” por su “adscripción ideológica”.
Estamos reventando nuestra Seguridad Social o nuestro
Sistema Sanitario por una descentralización por parcelas
autonómicas desquiciante. De nuestras Fuerzas Armadas
sabemos que los generales son mudos hasta que les dejan
hablar únicamente de lo bien que se hace la ayuda
humanitaria, como si las Fuerzas Armadas españolas se
hubieran convertido en la ONG más cara de nuestros
Presupuestos nacionales.
A las Fuerzas de Seguridad del Estado llevamos camino de
convertirlas en figurantes inactivos, porque los asesores de
turno hacen correr la idea de que el uso de la porra quita
votos y que el constitucional derecho al uso de la fuerza
por parte de Estado no es aconsejable porque se refleja en
el escrutinio final de las elecciones de turno y hay que
respetar el voto de los agresores aunque los agresores no
voten.
Estamos viviendo el triste espectáculo de ver a los
representantes y portavoces de instituciones o partidos
políticos lanzarse tonterías lingüísticas del tipo “tú más”
como si lo que representan fuera de su propiedad y tan
limpio como el corazón de una Inmaculada.Sin decir nada de
las peleas dentro del partido que a eso sí que da miedo
asomarse.
Con lo Sindicatos (de clase) me debato entre dos frases de ‘Gladiator’.
Una es cuando el general les dice a sus hombres antes de la
batalla (manifestación): “Fuerza y Honor”, otra cuando el
mismo personaje le dice al emperador (empresarios): “Tus
días de gloria han terminado”. Difícil dilema. El caso es
que el general se muere.
Dentro de la burbuja democrática resulta que los periodistas
nos reímos de los mendigos alemanes y nos ponemos serios en
las ruedas de prensa españolas, que es donde nos dan
publicidad ya masticada en forma de noticia.
También dentro de la Burbuja democrática los bancos hacen su
agosto desde enero a diciembre y a cambio nos regalan
comprensión por los difíciles momentos que pasamos “todos”.
Pero no debemos preocuparnos, el legislativo seguirá
pariendo leyes, ministerios y burócratas mientras nuestros
médicos, jubilados, policías, jueces, pensionistas y
maestros, entre otros, seguirán pagando una mala práctica
política a la que eufemísticamente se llama ahora “crisis
económica”, que es como históricamente se ha llamado a todas
las crisis desde que se murió el rey egipcio Akenatón.
A nivel internacional; qué contar. Mientras no le devolvamos
el puñal a Guzmán ‘el Bueno’ el reciente estado de Marruecos
seguirá reclamando Ceuta y Melilla con la excusa de que el
Al Garb va desde Camerún hasta Bilbao de norte a sur y desde
la isla de Pascua hasta San Sebastián de oriente a
occidente.
Dentro de la burbuja democrática tenemos que en la barriada
del Príncipe un majara se pega un tiro en la pierna él
solito y le apoyaremos en su paranoica historia con titular
a cinco columnas que invite a redactar nuevas leyes
preventivas. Mientras tanto la policía sólo debe usar la
porra para repeler las piedras a modo de béisbol americano.
No sea que le peguemos un porrazo al agresor y la familia se
enfade y no vote porque no vota nunca, entre otras cosas.
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