No quiero tener gente que siempre
dice sí alrededor de mí. Quiero que todo el mundo me diga la
verdad incluso si eso le cuesta trabajo. Lo dijo Samuel
Goldwyn, a quien no he tenido el gusto de conocer.
Hay políticos a quienes gustan de que le regalen el oído a
cada paso. Aunque no lo necesiten. Y esa manera de pensar
termina convirtiéndolos en esclavos del halago hasta la
náusea.
Hacerle el artículo a quienes mandan, porque sí, me parece
que son ganas de provocar a los que no tienen donde caerse
muerto. Los que mandan, además, han de procurar por todos
los medios no despertar la ira de los más necesitados.
Los más necesitados están que se suben por las paredes. Y
todos los días manifiestan su desesperanza en la calle.
Dicen que la desesperanza es peor que la desesperación. Los
desesperanzados, pues, no se cansan de ir de la Delegación
del Gobierno al Ayuntamiento y viceversa. Y así llevan meses
gritando sus reivindicaciones. Porque alguien les viene
diciendo que los que resisten terminan ganando.
Ese alguien, sindicalista que se está dando pote de ser el
padrecito de los pobres, se está aprovechando de las
desgracias ajenas para que en las próximas elecciones los
parados de religión musulmana voten a la coalición Caballas.
Para conseguir el acta de concejal con la cual viene soñando
desde hace varios años.
El sindicalista se llama Juan Luis Aróstegui. El cual
carece de tirón en esta ciudad. Pero él, a pesar de saber
que la gente lo detesta, no ceja en su empeño de hacerse
notar. Y por más que uno haya dicho innumerables veces que
Aróstegui es un impostor, con la cara más dura que el
cemento, día llegará en que deba reconocerle el don de la
insistencia.
Juan Luis Aróstegui ha conseguido comerle el coco a
Mohamed Alí. De quien dicen en la calle que es un tonto
que fue a la Universidad y que nos lo devolvieron siendo
tonto pero instruido. Que es una situación más peligrosa si
cabe. Aunque a mí me sigue pareciendo el líder de la UDCE un
político más que aceptable. Por más que haya cometido el
tremendo error de echarse en los brazos de un elemento que
acabará traicionándolo.
Aun así, es decir, aunque MA haya perdido el oremus, también
es cierto que en la calle se dice que se está haciendo
necesario que el tal Aróstegui obtenga un escaño de concejal
para que el temor cunda dentro del seno del Gobierno
mayoritario de un PP que campa por sus respetos desde hace
nueve años. Y uno, por más que no crea en ello, se ve
obligado a airearlo en este espacio.
Lo cierto es que si Aróstegui sale elegido concejal, no cabe
la menor duda de que nos tocará vivir situaciones en los
plenos que harán las delicias de todos cuantos gustan de los
enfrentamientos y de las escenas cómicas. Hará de
filibustero, con la arrogancia que le caracteriza. Y no
habrá fuerza humana capaz de soportar su verborrea. Será,
sin duda, un tormento para el alcalde. Y, desde luego, los
concejales que no tengan la conciencia tranquila deben ya
irse preparando para soportar sus denuncias.
Ahora bien, dicho lo dicho, conviene reseñar que Mohamed Alí
perderá el dominio de su partido y se verá relegado en los
plenos a una labor secundaria. Porque Juan Luis Aróstegui
llegará dispuesto a dar muestras de lo que es: un iluminado.
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