Dicen, los que entienden, que más
vale prevenir que curar. Por eso cuando uno está enfermo
debe ir con toda urgencia al médico y no esperar a que la
enfermedad, sin ponerle remedio alguno, siga avanzando pues
al final trae malas consecuencias y daños irreparables a los
que nos se les puede dar solución.
Hace más de dos años que se conocía que la enfermedad que
padecía el enfermo, y al que había que poner en tratamiento
de la forma más rápida, pero sus familiares más cercanos, a
pesar de conocer en la situación critica en la que se
encontraba negaban, una y otra vez, tal situación.
Es más, siempre decían lo mismo, para que se enterasen los
vecinos del pueblo que, cada día, se notaba una mejoría en
el enfermo, mientras le enfermo cada vez se encontraba peor
de su enfermedad.
Incomprensible la actitud de sus familiares que sabiendo, el
estado critico del enfermo se negaban, una y otra vez, a
quererlo reconocer, engañándose no sólo ellos mismos, si no
al resto del pueblo que constantemente repetía, por activa y
por pasiva, a sus familiares que había que llevar al
enfermo, a ser atendido para evitar males mayores, y que su
enfermedad se fuese agravando por momentos.
Pero por más que los entendidos de los vecinos les pusieran
en aviso, dos años antes, de que había que tomar medida para
curar al enfermo, se mantenían en sus treces alegando, una y
otra vez, que el enfermo cada día estaba e incluso empezaba
a dar pequeños paseos, asomándose a la ventana y viendo
ponerse los árboles con sus ramas verdes.
Los vecinos basaban sus conocimientos de que el enfermo no
mejoraba en que se había producido en otro país un caso como
el que se padecía, no hacía mucho tiempo en otros enfermos a
los que, al final, hubo de acudirse a los mejores
especialistas alemanes y franceses, para que les hicieran de
forma urgente una transfusión de sangre que les devolviera a
su estado antes de caer enfermo con el consejo médico, por
supuesto, de que tenían que tomar medida, que acompañaran al
tratamiento para poder acabar con la enfermedad.
Seguían insistiendo, entre ese enfermo que dicen los vecinos
y el nuestro hay una gran diferencia, el nuestro está más
sano que una pera. Así que olvidaros de que vamos a ponerle
tratamiento alguno porque, en realidad, no lo necesita.
El tiempo vino ha darle la razón a los vecinos que habían
avisado, dos antes, de que existía ese enfermo al que había
que ponerle tratamiento urgentemente.
Se seguía negando la enfermedad, por activa y por pasiva,
incluso se llamaba a los vecinos alarmistas y cuatro cosas
más. Pero como la mentira tiene las patas my cortas, los
grandes médicos especialistas en la enfermedad, alemanes,
franceses y americanos, avisaron a los que, constantemente
negaban la enfermedad, que le ponían urgentemente el
tratamiento debido, al enfermo, o este entraría en la UVI,
de la que sería muy difícil que volviera a salir. Manos a la
obra, con dos años desperdiciados por las constantes
negativas. ¡¡Pobre enfermo!!
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