El dibujante Peridis ideó hace
años la expresión ‘raca raca’ para ilustrar la persistencia
del ex lehendakari Ibarretxe en sus aspiraciones
nacionalistas de dudosa legalidad. Con el antiguo líder del
Ejecutivo vasco en la nevera es ahora el Gobierno de
Marruecos el que va camino de ganarse a pulso la adscripción
del mismo tópico. Anteayer fue su primer ministro, Abbas El
Fassi, el que, sin que nadie haya acertado todavía a saber a
cuento de qué, apenas un mes después de verse las caras en
Granada con Zapatero como presidente de turno de la Unión
Europea, volvió a sacar a pasear las reivindicaciones
anexionistas del país vecino sobre las dos ciudades
autónomas y el resto de territorios españoles en la costa
del Norte de África. Como la última vez pero cada vez con
menos inquietud y más hastío las instituciones estatales y
locales, los partidos políticos de Ceuta y Melilla y el
resto del país, formaciones del otro lado del Estado como
Convergencia i Unió, repitieron con una sola voz a Rabat
que, como mejor resumió el delegado del Gobierno en la
ciudad hermana, “no hay nada que dialogar, no hay nada que
discutir y, mucho menos, que negociar” sobre el asunto.
Igual de coincidentes fueron todas las voces que se
pronunciaron sobre lo “reiterativo” y lo “infundado” de las
posiciones del Reino alauita, con el que el Gobierno de
España insiste sin embargo en que las relaciones seguirán
siendo estupendas. Así debe ser, siempre y cuando el respeto
mutuo las presida. No es aceptable, aunque se trate ya casi
de una seña de identidad de Marruecos el airear de nuevo
esta aspiración sin base jurídica, histórica o política
alguna, que un país “amigo” persista en una demanda que, lo
sabe, sólo genera fricciones y polémicas que ni van ni
pueden ir a ningún buen puerto. Lo único bueno de la última
salida de tono del Ejecutivo marroquí es que ya no despierta
ansiedad alguna en Ceuta o Melilla, cuyos residentes, con el
respaldo del resto de españoles, saben cuál es y defienden
su identidad y su soberanía de forma unánime.
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