Naturalmente al jugar con fuego
uno puede, de veras, quemarse las manos y Garzón, de
momento, empieza a estar en esa situación.
Además de que la jugada no va en broma, porque la decisión
de suspenderle de sus funciones a este juez de la Audiencia
viene del acuerdo, por unanimidad, en el pleno del Consejo
General del Poder Judicial.
Ahora mismo, la suspensión es cautelar, en sus funciones,
pero algo nos dice que, tras muchos años de actuaciones
gloriosas y de otras comprometidas, el juez Garzón puede
verse siendo un ex.
El Tribunal Supremo le ha abierto juicio oral, por
declararse competente para investigar los crímenes del
franquismo, unas actuaciones que han sido palmoteadas por
muchos, pero también reprobadas por otros muchos, con lo
que, ahora mismo, hay una auténtica división de la sociedad,
los unos a favor, los otros en contra de la situación en la
que queda el juez Baltasar Garzón.
Con esta suspensión cautelar, ya veremos si esa solicitud de
servicios especiales pedidos por el juez, para irse, durante
varios meses, al Tribunal Penal Internacional, como
consultor externo de la Fiscalía de este órgano, se queda en
simple solicitud, tan sólo.
Algo se empezaba a vislumbrar en el ambiente que rodea al
juez Garzón, cuando éste intenta esa salida, que podríamos
llamar, airosa, al menos momentáneamente, pero una Justicia
totalmente libre y, especialmente, justa no parece tener
unos miramientos especiales para con nadie, aunque éste sea
juez y se llame Garzón.
La situación que se plantea ahora no es fácil, para ninguna
de las partes, para quienes tienen que juzgar, porque han de
hilar muy fino, especialmente por esos juicios paralelos, en
la calle o en los medios de comunicación, con tintes de
diversos colores, según con qué intereses se miren.
Para el juez, porque se ha dejado ver demasiado, no tanto
como juez, sino como una de esas estrellas, que podría
encasillarse en muchas facetas actuales, y por la publicidad
y el bombo que se le ha dado, a veces con razón, en otros
casos como elemento que llenaba páginas y espacios
radiofónicos o televisivos.
Y por si esto fuera poco, por la serie de casos que ahora
deja abiertos y sin concluir en el Juzgado Central de
Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional.
En definitiva, más problemas para la Justicia. Y como en
todos los asuntos espinosos, y este lo es, cada parte mira
para un lugar opuesto. Ahora, como este procedimiento se ha
iniciado por una serie de querellas de grupos a los que se
sitúa en la ultra derecha, la pregunta que se hacen es si el
prestigio de la Justicia va a caer por esto.
La pregunta, ya de por sí, no tiene justificación alguna, y
menos porque si esa falsa progresía no quiere que haya
privilegios, menos debiera querer que en la Justicia hubiera
dos varas de medir, una para ellos y sus apreciaciones,
siempre favorables a sus corrientes y la otra para los que,
por la derecha o por la izquierda, caminan por otra senda
ajena a la de ellos.
Afortunadamente, desde las altas instancias de la Justicia
se mantiene la clara idea de que “en España tenemos un
sistema judicial garantista, así como unos jueces
constitucionales que aplican las leyes, desde su
independencia y desde sus responsabilidades.
Esto, guste o no, es lo que hay y es lo que debe seguir
habiendo.
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