Siempre se ha dicho que el futuro
depende, en gran parte de los hogares. Este año, la
celebración del Día Internacional de la Familia (15 de mayo)
se centra en los efectos de la migración en los linajes de
todo el mundo. Es un signo de los tiempos actuales que las
personas vayan de un sitio para otro en busca de mejores
oportunidades. El rechazo a los flujos de la movilidad
humana, aparte de ser un hecho injusto, contradice lo que
debiera ser innato en toda persona, la cultura de la
acogida. Es hora, pues, de que todos los gobiernos del mundo
trabajen por hacer la vida más humana para todos, sin que
pueda prevalecer discriminación alguna por razón de
nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra
condición o circunstancia personal o social.
Por desgracia, los migrantes son los que más suelen sufrir
las crisis económicas, sumado al desprecio de algunas gentes
que les hacen soportar duras condiciones de vida. Los
derechos humanos no pueden entrar en crisis. Tanto los
migrantes como sus familias, tienen el derecho de ser
respetados por su propia cultura y de recibir ayuda y apoyo
de los Estados para que libremente se integren a la
comunidad y contribuyan a ella. En todas las sociedades del
planeta, tan parceladas y rígidas en ocasiones, se precisa
buscar un justo equilibrio entre el respeto de la propia
identidad y el reconocimiento de la ajena. Nos consta que en
los últimos tiempos han aumentado las llamadas “comunidades
blindadas”, una defensiva cruel e inhumana a más no poder,
que es toda una ofensa a la dignidad humana.
Las familias migratorias lo están teniendo complicado en
muchos países del mundo, cuando en el mundo hay espacio para
todos. Ellos no son la amenaza real, sino nuestra propia
avaricia y egoísmo. Muchos hijos de migrantes, aparte de
sufrir problemas emocionales, son presas fáciles, para la
trata de personas, el trabajo infantil y la violencia. Hay
que acabar con el comercio de niños y mujeres migrantes. Y
hay que, a su vez, empezar a desarrollar formas más
generosas y eficaces de servicio en el campo de la
migración. Queda todavía mucho por hacer. Si hoy amparamos,
mañana podremos compartir el verso de la vida, del que todos
somos familiarmente caminantes.
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