Días atrás, una autoridad local se
permitió el lujo de decirme que le estaban causando
vergüenza las declaraciones que hacia el candidato a la
presidencia de la Cámara de Comercio. Se refería, por
supuesto, a Karim Bulaix. Y apostillaba: si éste
tiene dudas sobre la legalidad del proceso, nada mejor que
denunciar sus sospechas en el juzgado.
Al día siguiente de oír esta confesión, Victoria Aspiazu,
la directora provincial de Comercio, aseguraba que la ley se
había cumplido a rajatabla. Y alentaba a presentar sus
acusaciones ante el juez a cuantos decían lo contrario. VA,
sin embargo, parece ser que ha cambiado de opinión. Y se ha
acogido al socorrido tópico de donde dije digo, digo Diego.
Yo no tengo el gusto de conocer a la señora Aspiazu, pero me
parece que esa forma de actuar la deja con las posaderas al
aire.
Juan José Rosales, cuyo historial político es bien
conocido, lleva mucho años cogiendo aire por retambufa. Y no
escarmienta. De manera que allí donde decide participar hay
que procurar por todos los medios cuidarse de las decisiones
que adopta. Rosales fue hombre importante del GIL. Y volvió
a serlo a la hora de negarlo y unirse a otro bando. Miedo me
produce, pues, su vinculación a la cosa de la que estamos
hablando.
El jefe de Telecomunicaciones de esta ciudad y presidente de
la Junta Electoral, Jesús de Manuel, lleva muchos
años manteniendo relaciones muy estrechas con alguien que
presume de ser el conseguidor más importante que ha nacido
en esta ciudad.
La gente debe aprender, de una vez por todas, que hay que
jugar limpio y no hacer trampas. Cuando un día me enteré de
que habían expulsado de un club inglés a un honorable
miembro del mismo porque “arreglaba” las cartas de la baraja
para hacer solitarios sentí muestras de buena voluntad hacia
los componentes del Imperio británico.
Victoria Aspiazu, la directora provincial de Comercio, nos
decía fechas atrás, que la Junta Electoral estaba compuesta
por tres personas que elige la Administración que ella
representa y de otra por tres electores que se eligen de la
Cámara. Y aseguraba que “las tres personas elegidas por la
Administración son absolutamente imparciales que ni
interfieren, ni interferirán en el proceso electoral”.
Y yo, que soy muy dado a depositar toda la confianza del
mundo en los funcionarios, pensé que el proceso electoral,
para elegir presidente a la Cámara de Comercio, estaba a
salvo de componendas. ¿Por qué?... Pues porque la
intervención de doña María Aspiazu me otorgó la confianza
suficiente para desechar hasta la desconfianza que me
generaban Rosales y Jesús de Manuel. Pero debo reconocer que
me he equivocado.
Ahora, lo bueno sería que el candadito a ser presidente de
la Cámara de Comercio, Karim Bulaix, tuviera... arrestos
suficientes para, una vez que siete de sus candidatos han
sido readmitidos, decirnos que la situación actual es
consecuencia de que la Junta Electoral está viciada porque
tres miembros se eligieron en un extraño sorteo. Pero el
muchacho, si da ese paso, podría herniarse.
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