Los cimientos de la necedad, madre
de todos los males presentes, pasados y futuros, hacen
tambalear el planeta. Convendría, mejor hoy que mañana,
ponerse manos a la obra, plantar ética por los caminos de la
vida y consensuar entre todos los caminantes aquellos bienes
públicos mundiales. Un mundo libre de armas nucleares es tan
preciso como necesario. La humanidad no puede ser víctima de
si misma. No basta con hablar de desarme. Uno debe creer en
la pacificación y trabajar para conseguirla. La paz no se
universaliza de palabra, se extiende con la acción de la
justicia y se expande humanizándonos. Precisamente, durante
este mes de mayo, auspiciado por la ONU, se va a realizar un
examen sobre el Tratado de la No Proliferación de Armas
Nucleares (TNP). Reflexionar siempre es saludable, sobre
todo porque la paz es un edificio en construcción
permanente, que exige diálogo y más diálogo universalista y
universalizador. Resulta incomprensible y de necedad suma,
que para asegurar la paz, se fabriquen más armas que nunca
en lugar de escuelas.
Otra de las necedades, que también se debatirán durante este
mes de mayo, propiciada por la Organización Internacional
del Trabajo (OIT), versará sobre la dura realidad del
trabajo infantil. Justamente este año se conmemoran diez
años de la entrada en vigor del Convenio núm. 182 de la OIT
sobre las peores formas de trabajo infantil. Quizás el
movimiento mundial haya logrado algunos avances en cuanto a
la reducción de la incidencia del trabajo infantil, pero
apenas se percibe en un mundo donde la exclusión social
vuelve a despuntar con el abono de la crisis. Sin duda, los
niños y niñas más proclives a estar involucrados en el
trabajo infantil son los que pertenecen a las familias más
pobres o aquellos que provienen de zonas rurales. La OIT y
sus socios propugnan un mundo en el que ningún chaval sea
vea forzado a trabajar en detrimento de su salud y
desarrollo. No obstante, como quiera que nos dirigen tantos
vendavales insensatos, pienso que deberíamos prestar todavía
una mayor vigilancia para llevar a buen término, y de forma
contundente, la eliminación y prevención del bochornoso
trabajo infantil.
La siembra de desatinos, disparates, despropósitos,
simplezas, se entrometen a diario en nuestras vidas. Hasta
el punto de convertir al propio ser humano en un mero
objeto, o lo que es lo mismo, en un producto más de
comercio. ¿Habrá bestialidad mayor? La vida económica se ha
convertido en un cuerpo sin entrañas, en un absoluto. Ante
esta realidad, el Comercio Justo, que también tiene su
onomástica en mayo, plantea otro modelo de mundo, más
humano, basado en la dignidad de las personas, en la
igualdad entre hombres y mujeres y la protección del medio
ambiente. Ciertamente, con cada compra que hacemos, elegimos
el mundo que queremos. Sin duda, el comercio puede ser una
herramienta fundamental para la reducción de la pobreza y
para lograr un mayor desarrollo sostenible. Cuando se puede
evitar un mal es necedad aceptarlo.
El mundo no puede seguir atrapado por la cultura de la
necedad, debe pasar página y tomar como hoja de vida la
cultura de la sensatez. Ya Sócrates en su tiempo pensó que
en el origen de todo desorden humano encontramos la
ignorancia. Hoy nada hay en el planeta tan común como la
rudeza y los parlanchines. La cura de este dislate, fruto de
una tosquedad activa, pasa por el injerto de una educación
en valores y en valía. Pensamos que conocemos muchas cosas,
pero en realidad son pocas, y a veces obviamos las
esenciales, como crear saludables atmósferas de paz, de
cuidados a la infancia y respeto a todo ser humano. Como
dijo Machado, “todo lo que se ignora, se desprecia”. Lo
cierto es que nos hemos vuelto despreciativos, hasta el
extremo de despreciar el valor de la vida, el valor de las
personas, el valor de los valores superiores de justicia y
libertad.
Pienso que ha llegado el momento de liberar el planeta de la
estupidez de los necios con gobierno en plaza. Por ello,
estimo una postura inteligente que el Gobierno de China haya
invitado a las Naciones Unidas a mostrar sus mejores
prácticas para promocionar la paz y el desarrollo. “Una
Tierra, una ONU”; unidos por un mundo más ingenioso, más
vivo, más sagaz, más apto en actitudes humanas. Llevamos
consigo tantas bancarrotas en cuanto a humanidad planetaria
que el plan de rescate por el ser humano exige un liderazgo
mundial.
Nos hace falta una nueva manera de entender la vida y de
caminar por ella. Por desgracia, esto no se enseña en las
instituciones educativas, que es donde debería hacerse.
Considero, pues, fundamental asegurar una educación que nos
conduzca a una vida más feliz y templada. Porque,
ciertamente, nos merecemos otra sabiduría que no entorpezca,
ni cause tormentos, ni adoctrine, que nos permita conocernos
y reconocernos, abrirnos y reabrirnos a un mundo sin armas,
que respete a los niños, que no comercie con las personas.
Ya está bien de servir la necedad como plato que repiten
millones de bocas en un planeta de trapo. Que gobierne el
alma del ingenio y el saber escuchar. Lo deseo de corazón
para no quedarme sordo ante la riada de palabras necias.
|