Muchos son los términos que acogen o definen, al político o
al funcionario de turno que recibe una prebenda para que
utilice su influencia en la inclinación de un concurso y en
el señalamiento del aspirante que a él o a ellos les
interese, naturalmente en función de haber pagado más.
Estas situaciones, que según conozco en esporádicos casos,
se dieron en el franquismo, se elevaron a la milésima
potencia desde el principio o casi desde el comienzo de
nuestra transición democrática, llegando en la actualidad a
un millonésimo potencial a tenor de la destrucción de los
controles administrativos que evitaban que se produjese.
Indiscutiblemente para la realización de estas acciones, de
lo primero que un individuo debe carecer es del mínimo
componente de moral que le impida el ejercicio de las mismas
, a la vez que tiene que estar dotado de una total
desvergüenza, para si es cogido en uno o en mil renuncios,
quedarse impasible y con capacidad de argumentar sobre ello
con el mismo cinismo con que argumentó el caballero, que
sorprendido por la esposa en la cama matrimonial con la
doncella, sonriente le dijo a la esposa, chata, Rosita me
acaba de reparar el muelle, fíjate de la alegrías que vamos
a disfrutar.
Y es que al ser los españoles adoradores de la estética,
valoran a ésta, muy por encima de la ética que pudieran
tener los individuos que la utilizan. Y esto lo afirmo desde
las vivencias tenidas durante toda la transición democrática
hasta ahora, donde escuché infinidades de cosas que en su
realización práctica eran las contrarias de lo que se
decían, sin que la mayoría de nuestros conciudadanos
estimasen que las incongruencias que encerraban lo que nos
afirmaban, nos iban a traer las consecuencias que ya estamos
padeciendo. Y es que no hay nada mejor, que la utilización
del rencor para justificar el pillaje.
En la gratísima tertulia que improvisamos el pasado día 30,
como muy bien recoges en tu comentario del domingo, me
preguntaste por los impuestos revolucionarios, pero no desde
el plano genérico de ellos, sino desde uno muy concreto, en
el que no pagué nada, como te aseguré y te sigo asegurando.
Ahora bien, el hecho de no haber pasado por “taquilla” ,
como delicadísimamente califico la acción de no pagar ningún
tipo de mordida, combolutos o impuestos revolucionarios, no
quiere decir que no me haya constado dinero mi propia acción
por no abonarlo, por las acciones emprendidas en mi contra
por el hecho de no pagar.
En varias ocasiones en que la partida de golfos que pululan,
antes por el Ayuntamiento y ahora por la Ciudad Autónoma, me
han tenido contra las cuerdas, allegados míos, me
recriminaban el hecho de no ser tolerante con los golfos y
aceptar su existencia como inevitable. Y mi respuesta
siempre ha sido la misma, no debo, ni quiero ,ni puedo
conculcar mis derechos mediante el pago de una cantidad que
por su forma de obtenerse, se va a dilapidar en escaso
tiempo, y va a producir grietas insoslayables en nuestro
sistema convivencial. Mis convicciones no me lo permiten,
por la doble vertiente que conlleva el acto de pagar. En un
primer plano, de hacerlo, establezco una concomitancia con
los golfos en que hemos delegado para que controlen a los
funcionarios en los que depositamos nuestro dinero para que
lo administren. En un segundo plano por la propia corrupción
de mi conciencia. En el supuesto de haber pagado y aceptado
con ello entrar en la destrucción del sistema que votamos,
estoy en la certeza plena de los perjuicios que ocasionamos
a los que vienen detrás nuestra. Y es esta simplicidad
conceptual y conciencial que tengo lo que me llevó a
afirmarte lo primitivo que soy.
Dicho esto, sí que tengo también que reconocer que el
SISTEMA me ha puesto en muchas situaciones donde he tenido
que transigir para no enquistar aún más la vida de mis
allegados, y pagar algo que no me competía, para no
aperturar nuevos frentes. Pero eso son otras historias.
Créeme amigo Manolo, siendo graves los impuestos
revolucionarios . Es lo menos grave de lo que está
ocurriendo en las Administraciones de nuestras Españas . Lo
realmente grave, nos lo crea la confabulaciones generadas
desde los distintos grupos que orquestan el poder, y que se
“HERMANAN”, no tan sólo para sustentarlo a través de la tela
de araña creada, sino que se apoyan en esa “camaradería”
para esquilmarnos desde la oscuridad más absoluta,
dejándonos ver, en algunas ocasiones su existencia a través
de destellos. Ellos son los que nos han traído la situación
que ya empezó a padecer muchísimas familias, y que
desgraciadamente muchísimas más vamos a padecer, y sino,
mira a tu alrededor y observarás que es muy extraño
encontrar a alguien que no tengan un familiar en el paro
padeciendo todas las incertidumbres y penalidades que ello
crea.
Lo que sí te voy a contar, ahora que no nos ve nadie, es que
la política en España es tan corrupta, que inclusive el que
no quiere, se pringan en ella . Y esto te lo ejemplarizo
conmigo mismo. Cuando fui presidente de un partido político
en Ceuta, y por motivos que sería extenso de contar, después
de un Comité político tempestuoso donde se determinó la
lista a la confrontación Municipal. En el Congreso que se
votaba la aceptación de la misma, antes de aperturar la urna
que contenía los votos, presenté mi dimisión del cargo que
representaba, a la vez que me daba de baja del partido.
Al haber firmado junto con veinte o veinticinco miembros del
partido, un crédito con una entidad bancaria para la
financiación de la campaña electoral para las generales, me
dirigí a la entidad para la liquidación de mi parte en el
crédito, encontrándome la negativa de la misma por estimar
que mi firma era solidaria con los demás y que en el
supuesto de no responder algunos de los avalista yo era
solidario con ellos. Terminada las municipales y sacados dos
miembros del partido, al poco tiempo el crédito fue
liquidado, liberándome con ello de mi responsabilidad
contractual en el mismo. La formula fue simple y sencilla,
en las negociaciones entró el crédito y alguien lo pagó a
cambio de algo, y es que en la política y en España, como
decía hace un momento Cándido Méndez en Onda Cero, el 90 %
de un político es puro teatro y el otro 10% mejor ni hablar
de ello. Y lo dicho por Méndez, en toda la extensión de su
contenido y pormenorización te lo corroboro en mi calidad de
“impolítico” que fui.
Un abrazo
P.D. no te digo lo que hice con el porcentaje de dinero que
me correspondía pagar, porque además de primario, según
quien lo interprete me podría calificar de estúpido.
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