Nuevamente, estamos asistiendo a un furibundo ataque a la
Iglesia Católica, en la persona de su máximo representante,
que por su distribución y simultaneidad aparece como bien
organizado.
Esta vez, la excusa han sido unos lamentables hechos del
pasado que el propio Papa ha denunciado enérgicamente y ha
procedido con suma contundencia. Pero esto no ha sido
suficiente. Como otras veces, es evidente que el objetivo ha
sido dañar a la Iglesia y una forma eficaz de hacerlo es
tratar de desprestigiar la figura de quien la dirige,
Parece un contrasentido el intentar destruir una institución
tan beneficiosa para la humanidad; debe haber razones más o
menos inconfesables que expliquen tanta inquina.
Una Iglesia que invita a sus fieles a considerar a todos los
hombres sus hermanos, a entregarse al bien de los demás, a
amar al enemigo y a buscar la paz en todas las situaciones.
Una Iglesia referencia indiscutible en las parcelas de la
solidaridad, entregada a los más necesitados, a los más
pobres entre los pobres del mundo, a los enfermos
marginales, única en la atención en las bolsas de pobreza
que los países ricos no son capaces de resolver.
Una Iglesia que dedica a la formación de los jóvenes
millares de colegios y comunidades en el mundo, dándoles una
prestigiada formación para construir sociedades sanas.
Una Iglesia que con demasiada frecuencia, es la única
referencia en la ayuda y progreso humano de los países de
misión.
Una Iglesia constructora de la civilización occidental,
elemento fundamental en el desarrollo de la ciencia, el
arte, la arquitectura, el derecho, la economía…….
Una Iglesia con políticos preclaros que forjaron la creación
de la Unión Europea, aunque no lo hayan querido reconocer en
la fallida Constitución Europea.
¿Por qué quiere ser destruida hasta su desaparición? ¿Dónde
están las causas para intentar aniquilarla? Pensamos que
algunas de ellas pueden ser las siguientes:
Porque sus actuaciones inquietan a los que por función o
simplemente por humanidad, deberían acometerlas más
eficazmente. Ellas ponen en evidencia los errores y
deficiencias de los obligados a realizarlas.
Porque la Iglesia está haciendo de contención ideológica de
las corrientes dominantes que no sólo niegan toda dimensión
sobrenatural, sino que incluso relega la ley natural, en la
que está integrado el hombre, dejándolo así a merced a las
decisiones interesadas de las clases dominantes, sin más
consideraciones éticas.
Porque es enérgica defensora de la vida frente a los que
intentan instaurar la civilización de la muerte.
Porque se opone al Nuevo Orden Mundial, entramado de
organizaciones políticas, económicas, mediáticas y
religiosas, que trata de imponer el relativismo moral y con
ello abolir al hombre en nombre de la humanidad.
Y sobre todo porque, con todo ello, denuncia a los grandes
poderes políticos y económicos que manejan el mundo en
función de sus intereses.
Menos mal que el Fundador de esta Iglesia había advertido,
hace más de dos mil años, que tendría que soportar calumnias
y persecuciones por el seguimiento de sus enseñanzas.
|