El presidente de la Real
Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar,
maltrata la lengua de Cervantes cuando habla. Lo cual
no obsta para que lleve innumerables años presidiendo un
organismo que está muy por encima de cualquier ministerio.
Es un hecho evidente. Y que no he querido airear hasta que
presidente y directivos de la RFEF se han marchado de la
ciudad. Porque a los invitados conviene no amargarles la
existencia mientras permanecen en el lugar del convite.
Ángel María Villar ha venido, según dice él, a petición de
Antonio García Gaona. El cual necesitaba semejante
espaldarazo para poder seguir sacando pecho ante los
políticos. Y lo ha hecho a lo grande: dejándose acompañar
por todos los cargos que tiene la federación. A fin de que
éstos sean agasajados como si fueran estrellas de un
espectáculo jamás visto.
Tampoco he querido, por respeto a los visitantes, decirle a
Antonio García Gaona que, tras dieciocho meses en el cargo,
todavía no ha sido capaz de hacer una auditoría en la
Federación de Fútbol de Ceuta. Para que podamos saber de qué
modo quedaron las cuentas tras casi treinta años de poder
tan oscuro como omnímodo por parte del anterior presidente.
Esas cuentas reclamadas insistentemente en Melilla a los
directivos de la federación local, por parte de un
periódico. El mismo que aquí mantiene el más sonoro de los
silencios. Quizá para no deteriorar la imagen de un hombre
amigo de ese medio y que jamás tuvo buenas relaciones con
los libros de contabilidad.
Nunca antes se había vivido en Ceuta una demostración tan
afectuosa de la RFEF hacia el fútbol local. Y mira que hemos
tenido oportunidades que ni pintiparadas para haber hecho
posible la venida de tantos cargos federativos, con su
presidente a la cabeza. Pero eran otros tiempos. Y el fútbol
de Ceuta carecía del encanto suficiente para ser merecedores
de esa gran visita que se ha producido cuando se va a jugar
un partido frente a un colista que ha encajado setenta goles
y que está destinado a desaparecer porque tiene más deudas
que el gobierno griego.
En esta ocasión, hasta Victoriano Sánchez Arminio,
presidente del Comité Nacional de Árbitros, no ha dejado de
sonreír. Siendo, como es, persona que ha ganado fama de
adusta. Incluso se le ha visto disfrutar de lo lindo con su
bolsa repleta de regalos caminando hacia el autocar. Lo cual
me parece muy bien. Para que la gente sepa que en Ceuta se
tiene un gran sentido de la hospitalidad.
Lo que me parece mal es que tan buenas maneras no se
hubieran empleado cuando el equipo se jugaba el ascenso, por
ejemplo, en Ferrol. Haciéndolo, además, por derecho propio.
En lo tocante a los 261.000 euros que la Ciudad se
compromete a pagar a la Federación Ceutí de Fútbol, me
parece que pasarán a engrosar los dineros de un organismo
cuyas cuentas seguirán siendo un misterio. Y, desde luego,
en los tiempos de crisis que estamos pasando, me parece
contraproducente hacer más ostentaciones de las debidas. Ya
hablaremos de los gastos de tales fastos.
Ah, a ver si Mohamed Alí y Juan Luis Aróstegui
son capaces de referirse a este asunto. Seguro que no se
atreven.
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