La Organización Mundial de la Salud incluye el maltrato
infantil entre las patologías que forman parte de la
Clasificación Internacional de Enfermedades, equiparable a
la tubercolosis o el sida y abarcando tanto el maltrato
físico y emocional como el abuso sexual, así como toda
acción, omisión o trato negligente que afecte al niño en su
desarrollo físico, psíquico o social. El pediatra y
especialista en maltrato infantil José Antonio Díaz Huertas
está impartiendo estos días unas charlas formativas en la
UNED, invitado por la Consejería de Sanidad y Consumo de la
Ciudad Autónoma, para enseñar a médicos de familia,
pediatras, forenses y enfermeras las claves de este problema
que, según algunas estimaciones, afecta a entre 4 y 7 de
cada mil niños y, según otras estadísticas, a entre el 10 y
el 15 por ciento de la infancia. Otros estudios apuntan que
por cada caso conocido habrá otros 7 ó 10 que no se
conozcan.
Contar con un personal sanitario formado en el diagnóstico y
las actuaciones necesarias de emprender frente a un caso de
violencia contra los niños es fundamental en la pretensión
de la Consejería de Sanidad de dar un impulso al registro de
maltrato infantil, ya que son casos que todo el mundo está
obligado a denunciar, máxime si se trata de un profesional
sanitario.
“Los profesionales deben detectar si en el entorno familiar
del niño existen factores de riesgo y factores de
protección, para ayudar a eliminar los primeros y potenciar
los segundos. Es muy importante la relación de los médicos
con los servicios sociales porque la actuación frente a este
tipo de problemas está completamente desjudicializada”,
apuntó Díaz Herranz.
El pediatra está convencida que la creación de los referidos
registros contribuirá a asentar la obligación de preservar
los derechos del niño. “En este momento la infancia es más
invisible que nunca porque ha perdido peso en la pirámide
poblacional”, apostilló el pediatra.
Continuando con su argumentación, a esta invisbilidad, como
la de la violencia que se ejerce sobre personas con
discapacidad o mayores, ha contribuido también la
hipervisibilidad de otras manifestaciones violentas, como la
de género. “Hay que ir a programas integrales de atención a
la violencia”, añadió el especialista.
Aunque maltrato también es no atender a los niños y sus
necesidades. Cualquiera de sus manifestaciones deben ser
obligatoriamente denunciadas por el médico aun en el caso de
que sólo se detecte sospecha o riesgo de que se produzca. En
la mayoría de los casos debe comunicarse al trabajador
social, si hay lesiones físicas o signos de abuso sexual
deben ser puestas en conocimiento del juez, según la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.
El maltrato infantil puede dejar secuelas físicas como
discapacidades pero sobre todo secuelas en el desarrollo
psico-emocional del niño, con pérdida de autoestima,
problemas de aprendizaje, etc. Se puede detectar desde la
consulta según la naturaleza de las lesiones que presente,
si las explicaciones de los padres no concuerdan con otras
circunstancias del caso, si existen lesiones anteriores a
aquella por la que se acude al médico o las huellas en la
piel. “Si embargo, hay que pensarlo y para ello el personal
sanitario necesita formación”, continúa este pediatra que
trabaja en la materia desde 1985.
Sin embargo, los actores del maltrato no se encuentran sólo
en el entorno de la familia. También puede existir el
maltrato institucional y la Ley de Protección Jurídica del
Menor deja claro que el médico tiene obligación de comunicar
todos los casos que detecte.
Otro apéndice del problema es la relación entre el maltrato
infantil y la predisposición a la violencia cuando el niño
se convierte en un adolescente o un joven. “Si un niño ha
sido educado en la violencia tendrá mayor tendencia a
reproducirla conforme se acerque a la edad adulta, puede ser
una reacción emocional porque sus necesidades afectivas no
han sido atendidas en la infancia”, concluyó.
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