Siempre he sostenido que la
historia de nuestro país debe ser estudiada en profundidad y
exactitud al objeto de extraer las enseñanzas necesarias
para aplicar en el presente en función de las conclusiones
extraídas. España posee una historia repleta de
acontecimientos cuyos inicios se pierden en los tiempos más
remotos pero, que muestra por otro lado, la riqueza de un
país cuya Edad moderna comienza con el descubrimiento de
América por Cristóbal Colón en 1492, año en el que también
se produce la anexión del Reino de Granada. Finalmente, en
1512 con la anexión del Reino de Navarra toda la península
Ibérica, excepto Portugal, paso a pertenecer a los Reyes
Católicos y a sus herederos.
No obstante, me centraré en otra etapa importante de nuestra
historia más reciente con la intención de extraer algunas
conclusiones que pudieran ser utilizadas por los lectores al
objeto de reflexionar en profundidad sobre una realidad
soñada y finalmente alcanzada por los Reyes Católicos, la
unidad de España. La Segunda República, un breve periodo de
nuestra historia en el que los ciudadanos instauraron un
estado democrático y republicano tras la salida del rey
Alfonso XIII el 14 de abril de 1931, alargándose en el
tiempo hasta el 1 de abril de 1939, fecha de la victoria del
bando insurgente tras la Guerra Civil Española iniciada el
17 de julio de 1936 como consecuencia del levantamiento de
una parte de la sociedad española desengañada con dicho
régimen.
La II República significó la ruptura definitiva con el
régimen anterior aunque, en ningún momento cumplió con las
expectativas creadas en un proletariado que comprobaba
indignado como no se alcanzaban los objetivos incluidos en
una Constitución cuyos principios fundamentales se resumían
en la igualdad de los españoles ante la Ley, el principio de
laicidad, separación de Iglesia y Estado, sufragio universal
y el reconocimiento del matrimonio civil y divorcio. Aunque,
el crecimiento de las tensiones sociales provocadas por los
extremismos radicales provenientes tanto de la derecha como
de la izquierda política finalizó por provocar la única
respuesta posible ante una situación insostenible tras los
asesinatos de José del Castillo y de José Calvo Sotelo,
detonante de la Guerra Civil.
En definitiva, los españoles estamos obligados a recordar
dramáticos episodios de nuestro pasado más reciente al
objeto de evitar en lo posible tensiones entre las
diferentes posturas ideológicas existentes en la sociedad
actual. La Constitución Española de 1978 es el documento
normativo a cumplir por todos los integrantes de la nación
española al objeto de convivir en paz y armonía, eliminando
tensiones artificiales creadas con la única intención de
desviar la atención de la incapacidad de un Gobierno que ha
llevado al país a alcanzar las peores cifras socio
económicas desde la aprobación de nuestra Carta Magna en
1978.
|