Hace veintitantos días le dije a
Karim Bulaix, candidato a presidir la Cámara de Comercio,
Industria y Navegación, que hiciera todo lo posible por
competir en buena lid. Y que procurara por todos los medios
no dar esa imagen de niño mimado que pierde los papeles
cuando las cosas no salen como desea.
El mero hecho de haber nacido en buena cuna y de haber
crecido con todas las posibilidades económicas para adquirir
conocimientos, buenos modales e inmejorable educación, nos
pone en condiciones de exigirle a KB que dé la talla
adecuada en todo cuanto haga y diga.
Es el precio que han de pagar las personas que han vivido en
la opulencia. Las que han gozado de unas circunstancias
inmejorables. Y a las que prepararon con el fin de que
fueran capaces de mantener un estilo insuperable y un saber
estar de muchos quilates.
Yo tenía mucha fe en que KB, tras los primeros errores
cometidos, sacara a relucir lo mejor de sí mismo. Aceptando
las reglas del juego y disputando la presidencia con pasión.
Pero nunca dando pruebas evidentes de una desconfianza que
ha terminado rayando en la locura de creer que existe una
confabulación contra él.
Quien aspira a desbancar a Luis Moreno de la
presidencia de la Cámara, ha sembrado la duda y la sospecha
en la forma de actuar de la directora provincial de
Comercio, Victoria Aspiazu; ha dejado a Rosario
Espinosa, secretaria de la Cámara y una profesional
intachable, a la altura del betún, ha dañado la imagen de
los componentes de la Junta Electoral y ha acusado
gravemente a los veintidós miembros de la candidatura rival.
Ha empequeñecido a personas como Doncel y Cruces, otrora
hombres de Luis Moreno y ahora pertenecientes a la
candidatura del aspirante, por inmiscuirlos también en esa
acusación de sospecha general de todos cuantos forman parte
del tinglado electoral. Y ha señalado posibles chanchullos
familiares en el entorno de unas elecciones que han obligado
a declarar lo siguiente a la directora provincial de
Comercio: “Si alguien sospecha del proceso electoral de la
Cámara de Comercio, que vaya al juzgado”. Y asevera: “No
está sucediendo nada de lo que se está contando. Se ha
aplicado la ley a rajatabla”.
Las mentiras contadas por el aspirante a presidir la Cámara
de Comercio acabarán avergonzando a los miembros de su
propia candidatura. Pues sabemos ya cómo algunos se están
resintiendo de cuanto vienen publicando los medios.
No obstante, lo lamentable de todo cuanto está ocurriendo
estos días, al margen del espectáculo bochornoso que se está
dando, es comprobar cómo en la calle el crédito personal del
aspirante a presidir la Cámara de Comercio va decreciendo en
todos los sentidos y con una celeridad pasmosa. Hecho que ha
sido, es y seguirá siendo la comidilla de la ciudad.
Porque nadie podía pensar en que nuestro hombre, que ha
mamado buenas costumbres y se ha educado en los mejores
centros, mostrara su peor versión. La de una arrogancia
inaudita y una irascibilidad desconocida.
Y, sobre todo, lo peor es que haya echado mano de las
mentiras para sembrar la confusión y manchar el buen nombre
de todos los que están participando en el proceso electoral.
Lo sentimos por KB, que nos sigue cayendo bien. Tiene tiempo
para aprender.
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